Corre, lee y dile
Por Germán Martínez Aceves
Un pueblo es un microcosmos representativo del desarrollo de una sociedad. Es un cúmulo de historias que se entretejen entre la cotidianidad que, como alambrista en la cuerda floja, se tambalea en una realidad que linda entre la tragedia y la esperanza. Como bien dice el dicho popular: pueblo chico, infierno grande.
Rogelio Guedea (Colima, 1974) es un multifacético escritor que crea poesía, narrativa, ensayos y traducciones. Estudioso de la literatura española que lo ha llevado a los niveles de posgrado, también lo ha convertido en profesor que ha impartido cátedra en la Universidad de Otago, en Nueva Zelanda y, actualmente, en la Universidad de Colima.
Guedea forma parte del catálogo de la Editorial de la Universidad Veracruzana en el que muestra sus cualidades de ensayista en Poetas mexicanos del 30. Una generación entre el cielo y la tierra y Cruce de vías. Una mirada oceánica a la cultura hispánica, una publicación que coordinó.
Ahora nos presenta su faceta de narrador en El Nuevo, un libro formado por 14 cuentos que tienen su origen en el poblado de Nayarit que lleva ese nombre. Muestra social de una población rural del siglo XXI que linda entre la marginación y la pobreza, un huevo de serpiente que engendra violencia, corrupción o desaliento que, a la par, tiene la puerta abierta a la nobleza del espíritu, a la posibilidad de mejorar y de no perder la esperanza.
El Nuevo es un poblado de 10 mil habitantes del municipio nayarita de Santiago Ixcuintla. Antes de 1953 se llamaba así. Algunos de sus pobladores habían ido a comercializar sus productos y la creciente impetuosa del río, tras días de tormenta, los dejó del otro lado. Ya no pudieron volver, ahí se asentaron y fundaron el pueblo que hoy se llama Villa Hidalgo.
Rogelio Guedea conoció ese lugar que se dedicaba al cultivo y la producción de tabaco. En algún momento el negocio tabacalero se vino a pique junto con las opciones de prosperidad. Del verdor de la planta del tabaco se pasó al viento que llenó de polvo al pueblo, de lo frondoso y brillante al abandono que oxida metales y almas, de la diversidad de comercio a la opción pragmática del narcotráfico y sus bases que corroen todo como el secuestro, el pago de derecho de piso y la violencia como sinónimo de poder y de sobrevivencia.
En ese contexto, Rogelio Guedea encuentra las historias que llevan el nombre de “La trampa”, “Taxi”, “El cobrador”, “Flete”, “El panista”, “La venganza”, “Susy”, “Cielo nublado”, “Un antiguo amor”, “El día que murieron las mariposas”, “Cuca”, “Primera dama”, “Sicario” y “Los deberes de la casa”.
Los personajes tienen nombres que el apodo los vuelve personajes como Chema Pinto, La Pirru, Róber, Chabe, Beto Parra, Chendo, El Chirris, Camachín o Cuquita. Ellos y varios más, forman un mosaico de historias narradas con la oralidad característica que Guedea capta muy bien para verterla en la narrativa como: “bien dicen que ahí donde lloran está el muerto, ¿qué no?”; “Que Dios te bendiga, le contestó ella. Castrejón salió de su casa y fue andando hasta la casilla por la empedrada de la Única Parada, donde semanas antes despidió a su hija Carmen, que se fue a la capital a estudiar medicina”; “Encierra la camioneta y ándate con El Gallero, ¿no?, pidió Juan. ¿No había ido ya usted, patrón? Juan explicó que El Gallero tenía a un colorado enfermo y le urgía. Ándale y dime si trae los ojos hinchados, y si le supuran. Ta´güeno, dijo Sabino”; “Los usuarios la tundían con comentarios como ‘eres una perra mentirosa’ o ‘te hace falta hombre’ o ‘desgraciada vendida’”; “Aquí, dijo Chavira al arrancar, mordiéndose los labios: ya ni la amuelas, vale”.
Las historias nos muestran al México profundo y bronco que transitan entre la realidad del terror del narco, el comercio clandestino, la política corrompida, policías rurales, amores violentos o justicia que nunca llega.
El escritor David Toscana comenta con tino: “Leyendo a Rogelio Guedea no siento tanto que me cuentan una historia, sino que soy testigo de algo terrible y bello: no de algo que ocurrió, sino de algo que ocurre; no me doy por enterado, sino que comprendo algo más de lo que significa vivir donde vivimos y se lo que somos”.
No obstante, en medio de la descomposición social también permea la esperanza, al fin de cuentas, la vida sigue.
El Nuevo, de Rogelio Guedea, es una coedición de Pre-Textos y la Editorial de la Universidad Veracruzana, 197 páginas, 2025.
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