- Para empresarios de todo el mundo, México tiene todo para triunfar
Miguel A. Rocha Valencia
No están equivocados los integrantes del Foro Económico Mundial que encabeza el sueco Borge Brende en el sentido de que nuestro país es uno de los mejores focos para inversión privada internacional ni tampoco está errado cuando afirma que necesitamos un marco legal confiable para el dinero extranjero y obvio, nacional.
Desde ese punto de vista el problema paraqué se mantengan en cartera 300 mil millones de dólares en proyectos de inversión privada es la ausencia de certidumbre legal, las reformas que no acaban y que como ocurre siempre desde el PRI, son trajes a la medida del mandatario en turno, aunque nunca como hoy, generan una mayor incertidumbre no sólo por el hecho sino también las formas.
No se trata del “mando porque tengo el poder”, sino de hacer los ajustes legales para en este caso, estimular la inversión, cumplir metas en lo social y económico y propiciar que el gobierno sea exitoso y con ello que le vaya bien a los mexicanos, no por dádivas que tarde o temprano tendrán un costo, sino porque el país crece y se desarrolla en base a proyectos que incluyen obra pública, infraestructura en telecomunicaciones, energía, salud, educación, bienestar y no una falsa felicidad dominguera.
El discurso es repetitivo por parte de la iniciativa privada nacional e internacional, sobre todo a partir de la creación del Plan México, tan ambicioso que es una piedra de toque para llevarnos al primer plano mundial, recuperar escalones en el ranking mundial y ayudarnos a salir de la pesada deuda que a estas alturas se volvió impagable por usarla para tapar hoyos en vez de servir para generar desarrollo.
Nacionales y extranjeros, analistas y periodistas concebimos el Plan México como uno de los mejores proyectos en muchos años de la administración pública porque abarca todas las áreas del quehacer nacional, especialmente por el estímulo a la productividad, abatimiento de la dependencia alimentaria, científica y tecnológica.
Pero para todo ello se necesita dinero, recursos que escasean en la administración y donde la participación de la iniciativa privada es determinante. Si así están las cosas, la pregunta es ¿Por qué no dar esas condiciones a los dueños del dinero? Los 70 mil millones de dólares ofertados por los empresarios mexicanos detonarían la economía en todos sentidos, propiciarían un crecimiento real sobre todo en las áreas de la transformación, construcción y manufacturas. Ni hablar de los 300 mil millones de dólares de proyectos enlistados por trasnacionales en telecomunicaciones, energía y desarrollo tecnológico que incluyen áreas de crecimiento rural.
En ambos casos también han hecho público su anhelo de un marco legal confiable, tal vez ellos no lo vean así e incluso se inconforman con algunas decisiones de gobierno como el caso del aumento a IEPS en algunos casos, especialmente refrescos donde hace años el actual secretario de Relaciones Exteriores, Juan Ramón de la Fuente defendía a los “envenenadores” afirmando que las bebidas azucaradas constituían, en muchos casos, la una fuente de energía para millones de mexicanos y encarecerlas afectaría a los más pobres.
Hoy su discurso es distinto de cuando era neoliberal y es que seguramente, Don Juan Ramón ya entendió la “juagada” y sale con recursos como el “se van a quedar con las ganas quienes no desean una buena revisión del tratado”, como si los mexicanos no supiéramos que justo por ese instrumento creado por el tecnócrata Carlos Salinas de Gortari y operado por Jaime Serra Puche y Herminio Blanco en el Cuarto de Junto, entre otros, México se inscribió en las grandes ligas del comercio mundial.
Así, la pelota está en la cancha del gobierno actual, la decisión acerca de cuál México habremos de tener en los próximos años es totalmente suya, se lo dijeron en Palacio Nacional. Algunos dicen que es una gran oportunidad en la recomposición del nuevo mapa internacional. Veremos.