* El culmen de la actitud hipócrita que define a nuestra clase política, se exhibe en las peroratas matutinas iniciadas por Andrés Manuel López Obrador durante su desempeño en el gobierno de la Ciudad, primero, después desde el Salón de la Tesorería, durante el tiempo que simuló ser presidente de la República, esa idea de nación que se dedicó a destruir, y aspira a aniquilar.
*La doctora Sheinbaum Pardo continúa con la tarea destructiva de los otros datos, inverificables, en la idea de que nos vayamos con la finta del huachicol fiscal, los amparos, y nos olvidemos de las complicidades entre los narcotraficantes y quienes ofertaron gobernar sin corrupción
Gregorio Ortega Molina
Fue Rafael Ruiz Harrell quien me llevó a releer y estudiar a Martín Luis Guzmán, quizá el mejor novelista de la Revolución y, además, por la manera de usar las palabras para que no pierdan la fuerza que se requieren para ver al escucharlas.
Es precisamente por La fiesta de las balas que llego a comprender de qué estamos hechos los mexicanos, más allá de lo descrito en El laberinto de la soledad o El perfil del hombre y la cultura en México. Rodolfo Fierro nos traslada desde las filas villistas hasta las oficinas de los senadores, diputados, secretarios de Estado y empleados de la SCJN de la cuarta transformación, cuyos administradores nos hacen comprender, aunque tarde, que las palabras dañan más que los proyectiles, porque dejan vivas a las víctimas, pero las hacen sujetas de escarnio de propios y extraños. Por eso los enfureció hasta la locura el mote de Chocoflan que Chumel Torres endilgó a Jesús Ernesto.
Señalan las efemérides: “La fiesta de las balas narra cómo Rodolfo Fierro, lugarteniente de Pancho Villa, organiza la ejecución de 300 prisioneros tras una batalla de la Revolución Mexicana, describiendo la escena de violencia brutal y despiadada donde los enemigos son encerrados y ejecutados de manera sistemática bajo la indiferencia de Fierro. El relato es un retrato de la crueldad y el salvajismo del villismo en la guerra, donde la muerte se convierte en un espectáculo sangriento”.
Así somos, pues, y ni modo de disfrazarnos tras las palabras o los gestos, como lo hacen en la narración de La sombra del caudillo, que lleva a las autoridades mexicanas a la hipocresía de “enlatar la película” porque afecta seriamente nuestra idiosincrasia. Nada más falso, es un retrato fiel de lo que somos y de los métodos de que se sirven desde el poder.
En opinión de Margo Glantz: “Si uno se atiene a lo que el lenguaje político sostiene, la Revolución mexicana sigue siendo vigente. Para verificar o rechazar esa aseveración sería interesante, y además útil, analizar La sombra del caudillo de Martín Luis Guzmán, la novela política más coherente que se haya escrito en México. Y pienso que nadie ha logrado, con tan acabada perfección literaria, dar cuenta de un fenómeno en el momento mismo en que posiblemente era liquidado, y a la vez definir una retórica que, ella sí, se ha mantenido activa hasta este momento. Además, al recrear con precisión novelesca un acontecimiento histórico mexicano, Guzmán determina, imitando a los trágicos griegos, cuáles son los usos y abusos del poder”.
El culmen de la actitud hipócrita que define a nuestra clase política, se exhibe en las peroratas matutinas iniciadas por Andrés Manuel López Obrador durante su desempeño en el gobierno de la Ciudad, primero, después desde el Salón de la Tesorería, durante el tiempo que simuló ser presidente de la República, esa idea de nación que se dedico a destruir, y aspira a aniquilar.
La doctora Sheinbaum Pardo continúa con la tarea destructiva de los otros datos, inverificables, en la idea de que nos vayamos con la finta del huachicol fiscal, los amparos, y nos olvidemos de las complicidades entre los narcotraficantes y quienes ofertaron gobernar sin corrupción.
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@OrtegaGregorio