Por José Alberto Sánchez Nava
“El agua no solo desbordó al río Cazones: desbordó también la mentira política, la arrogancia del poder y la impunidad institucional.”
1.-La gráfica que acusa.
No es un rumor, ni una suposición malintencionada. La gráfica oficial de la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA) es clara y demoledora: entre las tres y las cinco de la madrugada del 10 de octubre de 2025, el nivel del río Cazones se elevó 3.5 metros. En solo dos horas. En la ciencia hidrológica no existen los milagros: ese aumento súbito no es consecuencia de la lluvia —que fue constante pero no torrencial— sino del posible desfogue de las compuertas de la presa de Necaxa, cuyo impacto aguas abajo se tradujo en el riesgo inmediato para miles de familias en Poza Rica y otros municipios veracruzanos.
2.-El silencio institucional.
Ante una variación tan drástica, el protocolo dicta que Protección Civil estatal debió emitir una alerta temprana. No lo hizo. No hubo avisos de emergencia, no se activaron albergues, ni se desplegó un operativo preventivo. Mientras el río crecía con furia en la madrugada, el gobierno dormía o —peor aún— decidía callar. Y cuando el silencio institucional se impone sobre la evidencia científica, no se trata de omisión: se trata de irresponsabilidad criminal.
3.-La indignación que crece.
Poza Rica, Tihuatlán, Cazones de Herrera y Coatzintla amanecieron con miedo, con agua hasta las rodillas y con la amarga sensación de haber sido abandonados por quienes juraron “primero los pobres”. Las redes sociales y los videos locales muestran a vecinos ayudándose entre sí, cargando víveres, rescatando animales, improvisando refugios. La solidaridad civil florece, mientras el aparato estatal se hunde entre la indiferencia y la manipulación.
4.-La política de la desgracia.
Lo que más duele no es solo la omisión, sino la utilización de la tragedia. Se ha denunciado que la ayuda ciudadana está siendo bloqueada o condicionada, y que se obliga a entregar víveres y agua a figuras políticas cercanas al poder estatal para que éstas se presenten como las “salvadoras” en la distribución. Convertir la emergencia en plataforma de protagonismo es degradar la política a su expresión más mezquina. Es usar el dolor ajeno como combustible electoral.
5.- Sin FONDEN, sin seguros, sin vergüenza.
Recordemos que el FONDEN fue eliminado. Y que, según información aún por confirmar, las pólizas de seguro del propio Estado de Veracruz no se renovaron. Si esto se verifica, el panorama es devastador: no habrá fondos para reconstrucción, ni respaldo financiero para los damnificados. Mientras tanto, los informes de gasto público revelan un aumento en los viajes privados, en la compra de arte y en los vuelos de funcionarios en aeronaves rentadas. El contraste es brutal: el lujo sobre las nubes y la tragedia bajo el agua.
6.- El costo humano del poder sin empatía.
Cuando la política se vuelve insensible, los datos se transforman en tragedias. El nivel del río subió 3.5 metros, pero el nivel de confianza cayó mucho más. En Poza Rica, la gente siente que el Estado los abandonó; y lo peor, que el gobierno convirtió la desgracia en estrategia. Esa sensación de traición no se borra con discursos ni conferencias de prensa: se cura con transparencia, con rendición de cuentas, y con un mínimo de humanidad.