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Aquel López justificaba la firma del Tratado de la Mesilla. Después, le llegarían reconocimientos provenientes de allende El Bravo / A de B

Redacción Por Redacción
18 octubre, 2025
en Rodolfo Villarreal Ríos
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Rodolfo Villarreal Ríos

 

Estamos acostumbrados a leer y escuchar que al López del Siglo XIX únicamente se le receten críticas. Sin embargo, en los tiempos de su undécimo y último gobierno hubo quien, aparte de él, tuvo a bien ver resaltar que Antonio de Padua María Severino poseía virtudes. Esto surgió a raíz de que realizara la última transacción que confirmó su condición de agente de bienes raíces. En ese contexto, vendió a los Estados Unidos de América 76 845 km² del territorio que era conocido como La Mesilla comprendido, hoy, entre los estados de Arizona y New Mexico, pero que en aquellos tiempos formaba parte de Chihuahua y Sonora.

Aun cuando tal transacción ha sido objeto de críticas negativas desde su concreción, decidimos repasar la defensa que realizó el mismo López de su acción y las alabanzas que surgieron en la prensa de los EUA. En esta ocasión revisaremos los autoelogios y la semana próxima lo publicado al norte del Bravo. Vayamos al tema

En abril de 1853, atendiendo a los llamados de quienes se sentían huérfanos, López De Santa Anna volvió a ocupar la presidencia de México. Entre los asuntos que le esperaban por atender era el requerimiento del gobierno de los EUA que buscaba posesionarse del territorio del Valle de la Mesilla. Poco tardó en abocarse a iniciar negociaciones y para junio de ese año ya había un entendimiento inicial, mismo que se formalizaría el 30 de diciembre de 1853. Mediante el pago de 10 millones de pesos, se con concretó el asunto que fue aprobado, vía el Decreto del 20 de julio de 1854. Dado que las críticas fueron severas y con la lumbre en los aparejos, lanzó un manifiesto a la nación el 2 de febrero de 1855.

Entre toda la palabrería emitida para justificar las acciones que había realizado en casi dos años de gobierno (¡!), se encontró una explicación del porqué firmó el Tratado de la Mesilla o el Gadsden Purchase. Argüía que en la espantosa crisis en que fui llamado, las relaciones exteriores de la República ofrecían otros peligros para su nacionalidad e independencia que no podían conjurarse… La cuestión de los limites amenazaba otra vez la guerra con los Estados Unidos. El valle de la Mesilla iba a ocuparse por las fuerzas de esta Nación alegando pertenecerle y no quedaba medio entre la guerra o entenderse los dos gobiernos para el arreglo de la cuestión”. Y dado que en el gallero de Manga de Clavo predominaba el amor a la patria, procedió en consecuencia.

Apuntaba que “sin ejército, sin materiales, sin erario, y en medio de los horrores de la anarquía ¿podía emprenderse la guerra? La prudencia y el patriotismo aconsejaban evitarla y conservar la armonía con nuestros vecinos”. Como siempre, terminaba por salirle su condición de adalid de las causas justas. En ese tenor, envuelto en el lábaro patrio, mandó al secretario de estado y del despacho de relaciones exteriores, Manuel Diez De Bonilla junto con José Salazar Ilarregui y el general Mariano Monterde-Antillón Ángeles y Segura para que negociaran con el representante estadunidens,e James Gadsden.

Durante ese proceso, clamaba el otrora pretendiente de la ‘princesa’ Nicolasa, “se rechazaron proposiciones que tendían a ensanchar aquella República hasta atravesar casi la mitad del territorio nacional; reducidas a menos, tampoco se admitieron, fijándose por último en los señalados en el tratado del 30 de diciembre de 1853”. Ni duda cabe, que afortunada fue la patria de que López encabezara el gobierno, ¿Se imagina usted lector si al frente hubiera estado uno de esos que a cambio de unas cuantas monedas cedían tanta superficie? En verdad que fueron unos injustos en no ir y levantar un monumento a la pata perdida de aquel guerrero inmortal de Zempoala. Pero veamos, había algo más.

A la hora de los dineros se requería mostrar talentos de financiero y en ese contexto, señalaba que “la indemnización de quince millones efectivos en que primeramente se convino se redujo después a diez, porque también se redujeron los terrenos, que primitivamente se estipularon y estos de poca importancia para México fueron recompensados con aquel valor que fue un auxilio oportuno para el territorio nacional”. Más que satisfecho estaba el Gran Maestre de la Orden de Guadalupe y, echado pa’ delante, arremetió en contra de quienes lo criticaban.

Clamaba a voz en cuello que “este Tratado ha sido la piedra de escándalo de los falsos patriotas, de los liberales hipócritas que no se escandalizaron con la venta que hicieron de más de la mitad de la república en el ominoso tratado de paz de Guadalupe. ¿Qué comparación guarda el inmenso territorio que dejaron perder en época tan funesta, época que no puede traerse a la memoria sin que el pecho hierva de furor y coraje, con el muy pequeño que por estar en cuestión y en obvio de males, se ha cedido según el Tratado que llaman de la Mesilla? Como era su costumbre, practicaba el deporte de la memoria selectiva.

López De Santa-Anna y Pérez De Lebrón olvidaba que fue él quien ejercía el cargo de presidente de la república cuando la intervención estadunidense. Que fue él quien se puso al frente del ejército y en tal función dejó de realizar una serie de acciones que permitieron la victoria a los estadunidenses. Asimismo, dejaba de lado que en lugar de quedarse a defender a la patria montó en su corcel hasta llegar al barco que lo transportaría al exilio. De esa manera, dejaba a otros en estado de indefensión con la alternativa única de entregar a los invasores lo que buscaban desde su llegada, llevarse lo más posible del territorio nacional, vaya con ese agente de bienes raíces pintándose como patriota. Veamos algunos específicos del porqué de aquella defensa para lo cual iremos al contenido del Tratado.

El 20 de julio de 1854, Antonio López de Santa -Anna, Benemérito de la Patria, General de División, Gran Maestre de la nacional y distinguida Orden de Guadalupe , Caballero Gran Cruz de la Real y distinguida Orden Española de Carlos III, y presidente de la República mejicana, daba a conocer a sus gobernados que “En nombre de Dios Todopoderoso [vaya insistencia de los facinerosos en tratar de justificar fechorías involucrando a El Gran Arquitecto]: La República de México y los Estados Unidos de América, deseando remover toda causa de desacuerdo que pudiera influir en modo alguno en contra de la mejor amistad y correspondencia entre ambos países, y especialmente por lo respectivo a los verdaderos limites que deben fijarse, cuando no obstante lo pactado en el tratado de Guadalupe Hidalgo en el año de 1848, aún se han suscitado algunas interpretaciones encontradas que pudieran ser ocasión de cuestiones de grande trascendencia, para evitarlas y afirmar y corroborar más la paz que felizmente reina entre ambas repúblicas, el presidente de México…” y procedía a nombrar a los tres personajes que mencionamos en el párrafo cuarto para que negociaran con el representante estadunidense. En realidad, lo que hicieron fue ver cuanto vendían y a como el kilómetro cuadrado, claro que, como ya lo mencionamos, lo hacia para salvar a la patria.

En los siguientes dos artículos del decreto, se precisaba el asunto de los limites del territorio que se vendía. En el tercero, se estipulaba: “el Gobierno de los Estados Unidos conviene en pagar al Gobierno de México, en la ciudad de Nueva York, la suma de diez millones de dólares, de los cuales siete millones se pagarán inmediatamente después del canje de las ratificaciones de este tratado, y los tres millones restantes tan pronto como se haya medido, marcado y establecido la línea fronteriza”. Respecto a estos dineros hay un asunto peculiar.

El 19 de julio de 1854, el Benemérito de la Patria ordenó a Juan Nepomuceno Almonte que entregara al cónsul de Mexico en New Orleans, Francisco de Paula De Arrangoiz y Berzábal, los siete millones de pesos que se cubrieron como adelanto de la transacción. Dado que las deudas del gobierno de México eran grandes, lleno de la sagacidad el Caballero Gran Cruz de la Real y distinguida Orden española de Carlos III, le recomendó a Arrangoiz que para evitar que los acreedores le fueran a echar mano a esos dineros, depositara aquella suma a su nombre. Obediente el cónsul procedió en consecuencia, pero según lo informaba, el 3 de enero de 1855, el diario El Universal, nada que ver con el de hoy, Francisco de Paula consideró que sus servicios merecían una recompensa y, muy calladito, se apartó setenta mil pesos.

Pero eso no fue todo, agarró sus ‘liachos’ y se marchó a Europa sin avisarle a nadie. Esto provocó la indignación del veracruzano que se desempeñaba como presidente, como que un subalterno iba a invadir territorios de su incumbencia exclusiva. Inmediatamente, ordenó que lo cesaran y le quitaran la condecoración de Caballero de la Orden de Guadalupe. Acto seguido, la nota del periódico mencionado se cubría de lamentos por la acción desarrollada por aquel a quien consideraban persona honesta. Anécdotas aparte, hay un par de cosas que al patriarca del saltimbanquismo político mexicano se le olvidó a la hora de defender la firma de aquel Tratado, el texto de los Artículos IV y VIII del mismo.

En el Artículo IV, se leía: “Habiendo quedado prácticamente sin efecto las disposiciones de los artículos 6 y 7 del Tratado de Guadalupe Hidalgo debido a la cesión de territorio otorgada en el primer artículo de este tratado, dichos artículos quedan derogados y anulados, y se sustituyen por las disposiciones aquí expresadas. Los buques y ciudadanos de los Estados Unidos tendrán, en todo tiempo, libre e ininterrumpido paso por el Golfo de California, hacia y desde sus posesiones situadas al norte de la línea fronteriza entre ambos países.

En el entendido de que este paso se realizará navegando por el Golfo de California y el río Colorado, y no por tierra, sin el consentimiento expreso del gobierno mexicano; y precisamente las mismas disposiciones, estipulaciones y restricciones, en todos los aspectos, se acuerdan y adoptan por la presente, y serán observadas y aplicadas escrupulosamente por los dos gobiernos contratantes con respecto al Río Colorado, hasta donde el curso medio de dicho río se convierta en su línea fronteriza común según el primer artículo de este tratado”.

En el Artículo VIII, el texto apuntaba: “Habiendo autorizado el Gobierno mexicano, el 5 de febrero de 1853, la pronta construcción de una vía férrea a través del Istmo de Tehuantepec, y para asegurar los beneficios estables de dicha vía de tránsito a las personas y mercancías de los ciudadanos de México y Estados Unidos, se estipula que ningún gobierno interpondrá obstáculo alguno al tránsito de personas y mercancías de ambas naciones; y en ningún momento se impondrán gravámenes mayores al tránsito de personas y bienes de ciudadanos de Estados Unidos que los que se puedan imponer a las personas y bienes de otras naciones extranjeras, ni se transferirá a ningún gobierno extranjero ningún derecho sobre dicha vía de tránsito, ni sobre sus ganancias.

Estados Unidos, por medio de sus agentes, tendrá derecho a transportar a través del istmo, en valijas cerradas, la correspondencia estadounidense no destinada a su distribución a lo largo de la línea de comunicación; así como los efectos del gobierno estadounidense y sus ciudadanos, que puedan estar destinados al tránsito y no a su distribución en el istmo, libres de aranceles aduaneros u otros impuestos por parte del gobierno mexicano. No se exigirá pasaporte ni cartas de seguridad a las personas que crucen el istmo y no permanezcan en el país.

Una vez finalizada la construcción del ferrocarril, el gobierno mexicano acuerda abrir un puerto de entrada, además del puerto de Veracruz, en o cerca del término de dicha vía en el Golfo de México.

Ambos gobiernos concertarán acuerdos para el rápido tránsito de tropas y municiones de Estados Unidos que dicho gobierno tenga la oportunidad de enviar de una parte de su territorio a otra, situada en lados opuestos del continente.

Habiendo acordado el gobierno mexicano proteger con todas sus fuerzas la prosecución, preservación y seguridad de la obra, Estados Unidos podrá extenderle su protección según lo considere oportuno cuando lo considere necesario y justificado por el derecho público o internacional”.

En el contenido de esos dos artículos, se encuentran los motivos que obligaron al estadista Benito Juárez García y a Melchor Ocampo verse involucrados en el siempre mentado y muy poco analizado, Tratado McLane-Ocampo con el que buscaban el reconocimiento del gobierno estadunidense que ponía como condición se cumplieran esas clausulas del Tratado de la Mesilla que era un documento oficial Para revisar con amplitud el tema, muy recomendable es leer el libro escrito por la historiadora Patricia Galeana, El tratado McLane-Ocampo. La comunicación interoceánica y el libre comercio, (Editorial Porrúa, UNAM, 2006).

Dejemos recomendaciones bibliográficas y retornemos a 1855.

Diez días después de que López De Santa Anna lanzara su justificación, el mismo diario El Universal que se preciaba de ser un diario independiente, algo así como La Jornada de ahora, daba vuelo a un artículo publicado en The Journal of Commerce, editado en New York, en la cual abundaban los elogios para el salvador de la patria, allá si había quienes le reconocían sus méritos. Si usted, lector amable, así lo dispone, en este espacio podrá enterarse la semana próxima en que consistían aquellas líneas almibaradas y amelcochadas. vimarisch53@hotmail.com

 

Añadido (25.42.149) En lo que va del Siglo XXI, ya probamos con el cristerismo-sinarquismo disfrazado de panismo; el panismo ataviado de tradicional; el priismo que estuvo muy lejos de su esencia; y, la izquierda populista que salió derechista. En ese experimento, el país ha vivido veinticinco años de fracasos y retroceso. Ante tal situación preguntamos: ¿Será que ahora habrá de probarse a ver que resulta con un hombre de negocios quien busca presentarse como la versión MX del presidente Donald J. Trump?

Añadido (25.42.150) Sé simpatice o no con el presidente Donald J. Trump, hay que reconocerle el éxito que obtuvo con la firma del acuerdo de paz para poner fin a la guerra en Gaza y lograr la liberación de los veinte rehenes judíos. No hay motivo para negarle méritos, salvo que se piense con el hígado.

Añadido (25.42.151) Hoy que los proteStante$ pro-palestinos guardan silencio, muy conveniente es resaltar las palabras que pronunció hace unos días quien fuera secretaria de estado durante el gobierno del presidente George Walker Bush, Condoleezza Rice. La dama emitió un par de recomendaciones a los palestinos que consideran la posibilidad de establecer un Estado palestino. Primera: “Cambien las lecciones que enseñan a sus hijos sobre el Estado de Israel”.

Segunda: “No creen otra generación de palestinos que profesen que, de alguna manera, la resistencia es el camino hacia la paz y la seguridad”.

Añadido (25.42.152) Gracias a los panboleros de Colombia y Argentina fue factible confirmar que los ratoncitos verdes no tienen nada de qué preocuparse en relación con quienes los sucederán. El sábado 11, pudieron percatarse de que los ratoncititos van por un camino similar para, en el futuro, ocupar su lugar.

Añadido (25. 42.153) Por un lado, homenajean al cobarde-saltimbanqui-cristero de closet-gigolo-sinarquista-nazi. A la par, reclaman que no se recuerde como héroe patrio al criollo-sanguinario-oportunista-misógino quien un día se sintió noble. ¿Acaso será que se identifican con algunas o todas las “cualidades” de ese par de sujetos de laya baja?

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