Ricardo Del Muro / Austral
El centenario de Celia Cruz, la “Reina de la Salsa”, ha mostrado el contraste entre dos mundos que marcaron su vida: Nueva York, la ciudad que la acogió en el exilio y en donde está su tumba, y La Habana, en su país natal, donde se le recordó en silencio por las restricciones del régimen cubano.
Celia Caridad Cruz y Alfonso nació el 21 de octubre de 1925 en La Habana, en el barrio de Santos Suárez. Tras una carrera de éxito e innegable innovación musical, de brillar primero con la Sonora Matancera y luego con nombre propio, de ser la dama de la Fania All Stars, falleció en 2003 en Nueva Jersey, Estados Unidos, país donde desarrolló la mayor parte de su carrera, marcada por la imposibilidad de regresar a la tierra donde nació.
Al conmemorarse el centenario de su natalicio, alrededor del mundo se promovieron diversos homenajes, entre conciertos, conversatorios, incluso se acuñó una moneda de 25 centavos de dólar en su honor, en Estados Unidos, donde puede leerse su icónico mantra de sabrosura: “¡Azúcar!”. Pero, en Cuba – destacó la crónica de Sergio Murguía, corresponsal del periódico El País – ese son se ha tocado con una cadencia distinta, o directamente no se ha escuchado, fruto de la censura institucional que ha impedido la celebración de algunos espectáculos y homenajes dedicados al centenario del legendario referente musical y cultural cubano.
En Nueva York, por el contrario, las celebraciones comenzaron con una serie de conciertos multitudinarios que reivindicaron el legado de Celia como símbolo de libertad y alegría. En Central Park, el festival “Celia Vive” reunió el pasado 9 de agosto a artistas como Aymée Nuviola, Isaac Delgado y Brenda Navarrete, quienes interpretaron sus clásicos La vida es un carnaval y Quimbara ante miles de asistentes. La ciudad, que la vio triunfar en los escenarios del Bronx y Manhattan, volvió a vibrar con la cadencia de los tambores caribeños.
Un mes después, el Jazz at Lincoln Center ofreció el concierto “Celia Cruz: A Centennial Celebration!”, bajo la dirección del bajista Carlos Henríquez, donde se unieron voces y orquestas para rendir homenaje a una figura que, sin abandonar la salsa, trascendió los límites del género con una fuerza comparable a la de los grandes del jazz. En ese mismo espíritu, la televisión local transmitió el especial “Más bello vivir cantando”, recordando a la cantante que convirtió el exilio en una patria sonora.
Celia Cruz es la primera cantante latina en recibir el homenaje del “American Women Quarters Program”, según informó la Casa de Moneda de Estados Unidos al poner en circulación el año pasado una moneda que en una de sus caras la muestra con su amplia sonrisa y la inscripción “¡Azúcar!”. Además, en 1994 recibió la Medalla Nacional de las Artes de manos del entonces presidente Bill Clinton.
La legendaria cantante salió de Cuba el 15 de julio de 1960 para no regresar jamás. Durante sus años de exilio defendió a la cultura cubana en escenarios de todos los continentes y se convirtió en uno de los grandes íconos de la la musica caribeña a nivel mundial.
En el libro autobiográfico “Celia, Mi vida”, la popular cantante relata que intentó regresar a Cuba para despedirse de su madre, muy enferma, en 1961, pero no se le permitió “aguantarle la mano cuando se estaba muriendo”, por lo que dijo que Fidel Castro y su Gobierno nunca la perdonaron.
Así, Celia vivió la mayor parte de su vida en Estados Unidos. Llegó a Nueva York en 1960, después de que la Sonora Matancera (el grupo con el que cantaba en Cuba) se presentó en México y decidieran no regresar a Cuba tras el triunfo de la Revolución.
Primero se estableció en el Bronx, donde residían muchos músicos cubanos y caribeños; más tarde se mudó a Fort Lee y luego a Edgewater, en el condado de Bergen, Nueva Jersey, aunque seguía muy ligada a la vida cultural de Manhattan. Nueva York era entonces el epicentro de la música latina: allí nacía la salsa, con orquestas como la Fania All Stars, con las que Celia se consagró internacionalmente.
En sus últimos años, Celia vivió en una casa frente al río Hudson, en Fort Lee, Nueva Jersey, junto a su esposo Pedro Knight. Desde allí se trasladaba a sus presentaciones y grabaciones en Manhattan. En esa residencia falleció el 16 de julio de 2003, a los 77 años, tras una batalla contra el cáncer cerebral.
Su esposo y compañero de vida, Pedro Knight, decidió sepultarla en Woodlawn, un cementerio ubicado en El Bronx de Nueva York, conocido como el “cementerio de los músicos”, por la gran cantidad de leyendas del jazz y la música popular que reposan allí, como Duke Ellington, Miles Davis y W.C. Handy.
El activismo de Celia contra el régimen de Fidel Castro impidió que su música fuera divulgada por los medios en la Isla, pero aun así es idolatrada por una gran parte de los cubanos y considerada una de las artistas más influyentes del país, siendo reconocida como la Reina de la Salsa y también como La Guarachera del Mundo.
Celia, considerada la artista cubana más universal, dejó para Cuba y el mundo un legado musical que es celebrado y sirve de referencia para nuevas generaciones de artistas, destacó la crónica en El País. Sin embargo, la cerrazón y la intolerancia del gobierno cubano, encabezado por Miguel Díaz Canel Bermúdez, es un ejemplo de la ignorancia y soberbia que parece ser la característica de la actual generación X de políticos que hoy detentan el poder en muchos países.
Es triste reconocer la ineptitud de los gobernantes, herederos de la Revolución Cubana, que mantienen su rechazo a los exiliados, a pesar de que la frágil economía de la Isla se mantiene en gran parte por las remesas que estos envían a sus familares. El reconocimiento a la gran Celia Cruz en La Habana hubiera mostrado una nueva cara humana y fraternal del gobierno cubano en un mundo diferente al de la guerra fría. RDM




