Joel Hernández Santiago.
Cada que va a ocurrir un evento importante en el que la presidente de México, Claudia Sheinbaum, es la protagonista principal, de pronto aparecen los famosos “índices de aceptación” en los que la oficina de comunicación social de la presidencia muestra cómo alcanza niveles estratosféricos de esa de aceptación ciudadana.
Por ejemplo, antes de su informe por un año de presidencia se anunció ‘urbis et orbis’ que contaba con el 73 por ciento de aceptación social, sin que se muestren los modelos de encuesta, metodología, preguntas, universo consultado, lugar, fecha… tanto a lo que obliga la certeza.
Pero, bueno. Si eso fuera así, entonces también tendríamos que aceptar que parte de ese porcentaje de aceptación se debe a Omar García Harfuch, secretario de Seguridad pública de México. Su aportación es sustancial para justificar que el gobierno de Claudia Sheinbaum dejó atrás aquella tétrica y cómplice política de “abrazos, no balazos”.
Así que con una política de ataque a los villanos de nuestra película nacional basada en sistemas de inteligencia y disciplina, su trabajo da resultados. Esto es evidente.
Probablemente esta fuerte activación de operativos de seguridad pública en México tenga que ver con la grave crisis de seguridad que se vive México. Pero también con las presiones del gobierno de Donald Trump, desde Estados Unidos, quien día a día amenaza con aranceles al gobierno de México, pero también acusa que quien manda aquí, quien gobierna aquí son los narcotraficantes.
Es muy seguro que el gobierno de EUA de Trump tenga información privilegiada y que de tiempo la utilizará para presionar al gobierno mexicano, como ya ocurre con la cancelación de visas a un buen número de funcionarios y políticos de Morena-4-T, a los que considera un riesgo para su seguridad nacional por sus probables vínculos con el narco mexicano.
En todo caso la situación criminal en México genera inconformidad social en todo el país; genera desconfianza y sobre todo temor. Una sociedad temerosa de los frecuentes homicidios dolosos y los daños colaterales es la que tenemos hoy en casi todo el país.
En su informe ante el Senado por la glosa del informe presidencial, el 22 de octubre, García Harfuch dio a conocer cifras que expuestas así resultan en optimismo gubernamental.
Dijo que la estrategia de seguridad implementada el gobierno federal “está funcionando” y ha logrado reducir los índices delictivos en el país:
“Hay 27 homicidios menos al día, una disminución de 32 por ciento en homicidios dolosos, y una cantidad sin precedentes de droga, armas y laboratorios asegurados. Se han destruido más de mil 500 laboratorios por el Ejército y la Marina. Los resultados son medibles”, dijo ese día.
Y que “el primer año de Sheinbaum deja más de 34 mil detenciones y 27 homicidios menos al día”.
García Harfuch atribuyó los resultados positivos a la coordinación interinstitucional, así como a la investigación e inteligencia de las autoridades.
Cuestionado ahí mismo, sobre los recientes hechos de violencia en Apatzingán y Sinaloa, reconoció que aún ocurren delitos y homicidios en distintas entidades, pero “eso no significa que la estrategia haya fracasado.” Así dijo.
Por supuesto es natural que un gobierno, sus representantes y operarios ofrezcan cifras optimistas, a pesar de la situación. O maquilladas. Es natural que digan que todo está bien o que todo se encamina a estar bien. Acaso en esta ocasión Harfuch reconoció que todavía hay mucho por hacer; que Sinaloa y otros estados tienen problemas graves en materia de seguridad aun por resolver.
Por supuesto las cifras habrán de contrastarse, en primer lugar con la realidad. No hay día, uno sólo de nuestros días, en los que no se conozca de crímenes dolosos, ejecuciones, agresiones físicas y muerte de políticos o líderes de organizaciones gremiales. Sinaloa al frente.
O como ocurrió en Apatzingán, Michoacán, el lunes 20 de octubre con el líder de los limoneros locales, Bernardo Bravo y en donde el gobernador Alfredo Ramírez Bedolla, ni ve ni escucha, mientras que la gobernadora de Veracruz, Rocío Nahle, sobreprotegida por Sheinbaum, asimismo no hace gran cosa para detener la criminalidad creciente en su entidad; o como ocurrió apenas en Álamo Temapache, Veracruz, en donde ejecutaron al comerciante de cítricos Javier Vargas Arias.
Hay además organizaciones nacionales e internacionales independientes que siguen al detalle el estado de la seguridad pública en la República Mexicana que nos dirán si las cifras presentadas por Harfuch son ciertas o no. El mismo gobierno de EUA tiene información que utiliza en su favor, pero que muestra que la situación en México es cada día más grave.
Aun así se están haciendo cosas importantes a diferencia del sexenio de López Obrador. García Harfuch, presionado por el país mismo, presionado por el gobierno de la 4-T que quiere resultados visibles y políticamente correctos, y bajo la presión de Donald J. Trump, tiene una enorme carga de responsabilidad y hace su trabajo hasta donde se lo permite el interés electoral de la 4-T.
Además de tener que lidiar con políticos mendaces que están involucrados en pillerías, corrupción y mal gobierno.
Todo eso para un secretario de apenas 43 años y al que los mexicanos valoran positivamente. Pero aún tiene mucho por hacer. Lo informado a un año de ejercicio es apenas el principio de la cabeza de la Hidra. Ayudarlo y dejarlo hacer, en ley, lo que debe hacer, es también tarea de gobierno, ni más, ni menos.




