La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
Antes Itamaraty y Tlatelolco competían, ahora, perdemos por default
Con 80 años de edad, Luiz Inácio Lula da Silva, es un estadista de los que no se dan en maceta. Militante de la izquierda desde sus primeros años en la política (no es un converso), el legendario líder sindical llegó al poder con base en su lucha tenaz.
Sin embargo, su formación ideológica y sus vivencias, no lo han convertido en un personaje dogmático, por el contrario, es uno de los pocos mandatarios que tiene interlocución lo mismo con Putin, Xi Jinping, Trump, Macron o Sheinbaum, no rehúye al diálogo so pretexto de diferencias conceptuales.
Lula entiende a la perfección, que es responsable de los destinos de una potencia regional, por lo tanto, actúa en función de los intereses geopolíticos de su país, no en el marco de potenciales ‘fantasmas e idearios personales’, para llevar a cabo esto, basta conocer y analizar la historia, también, asesorarse con expertos.
Además, las políticas sociales que impulsa en apoyo a los grupos vulnerables, no le impiden tener a disposición varias aeronaves de la Fuerza Aérea Brasileña, para embarcarse a cualquier región del mundo en el momento oportuno, los asuntos domésticos, quedan en manos de sus colaboradores.
Ser obrero metalúrgico, no le dificulta hablar cara a cara con nadie, tiene una extraordinaria sensibilidad política que le permite tener un timing preciso y proceder en consecuencia. Así pues, ser vanguardista, no siempre se corresponde ni con la edad ni con los estudios.




