Ricardo Del Muro / Austral
En el segundo trimestre de este año, la actividad económica de Chiapas mostró un crecimiento anual de 1.6 por ciento, pero este avance se debió en gran medida a la inversión federal en construcción, petróleo y electricidad (actividades secundarias con 3.2%), en tanto que el sector agropecuario tuvo una caída de 1.9% y el sector terciario, representado por el comercio y el turismo, registró un incremento de 1.5 por ciento.
En términos anuales, este incremento fue un poco mayor al promedio de la economía de México, que fue 1.2%, pero muy lejos de los resultados obtenidos por otras entidades como Hidalgo (5.7%), Michoacán (3.8%), Guanajuato (3.4%), y Nuevo León (3.2%), que reportaron los mayores avances de acuerdo al Indicador Trimestral de la Actividad Económica (ITAE) dado a conocer por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
En el segundo trimestre de 2025, las actividades secundarias, sin minería petrolera, mostraron un descenso a tasa anual de 1.0%; hubo incrementos en 14 entidades, pero Chiapas no presentó variación alguna y las 17 restantes registraron retrocesos. Los aumentos más relevantes se dieron en Baja California Sur y Tabasco con 14.6 y 11.8%, respectivamente. Por su parte, las caídas más significativas fueron en Quintana Roo, con 45.7% y Campeche, con 39.9 por ciento.
En el caso de Chiapas, el informe destaca que en el segundo trimestre de este año, las actividades primarias (agricultura, cría y explotación de animales, aprovechamiento forestal, pesca y caza) reportaron un decremento de 1.9 por ciento. Con ello, Chiapas se situó en el lugar 23 a nivel nacional.
El aumento de 3.2% en las actividades secundarias (que corresponde a los sectores dedicados a la industria de la minería, manufacturas, construcción y electricidad) ubicó a Chiapas en el décimo lugar de las 32 entidades federativas.
En el sector terciario, Chiapas registró una variación anual de 1.5% en estas actividades que corresponden al comercio y servicios, ubicándose en el octavo lugar a nivel nacional.
Finalmente, en el segundo trimestre, debido al aumento de 1.6% en el total de la actividad económica, Chiapas se ubicó en el décimo lugar y contribuyó con 0.03 puntos porcentuales con respecto a la variación nacional.
Aunque el reporte puede ser interpretado de manera optimista, la caída de 1.9% en el sector primario es preocupante, ya que Chiapas el campo no sólo es una actividad económica sino que es la base social y territorial del estado. Aunque las estadísticas muestran que el sector primario — agricultura, ganadería, pesca y aprovechamiento forestal— representa hoy entre el 12 y el 15 % del Producto Interno Bruto estatal, su peso social y laboral es mucho mayor. Más del 40 % de la población económicamente activa depende directa o indirectamente del trabajo agropecuario, una proporción que no tiene equivalente en la mayoría de las entidades del país.
Históricamente, Chiapas ha sido una economía rural. El café, el cacao, el plátano, la caña de azúcar, el maíz y el ganado han sido pilares productivos desde el siglo XIX. En las últimas décadas, sin embargo, el sector primario ha enfrentado procesos simultáneos de transformación y abandono: el avance de la urbanización, la falta de infraestructura agrícola, la fragmentación de la propiedad rural y el limitado acceso a financiamiento han reducido su productividad y rentabilidad.
El descenso de 1.9 % en las actividades primarias en el segundo trimestre de 2025, reportado por el INEGI, confirma esa tendencia. Detrás de ese dato hay fenómenos concretos: sequías prolongadas, variabilidad climática, plagas en cultivos básicos y falta de apoyos técnicos y crediticios. Pero su impacto va más allá de la producción: significa una pérdida de ingresos rurales, una menor capacidad de consumo local y, en muchos casos, el desplazamiento de trabajadores del campo hacia las ciudades o hacia el mercado informal.
En términos sociales, la caída del sector primario afecta de manera directa a los hogares indígenas y campesinos, que en Chiapas representan una proporción considerable de la población. El ingreso rural per cápita es uno de los más bajos del país, y la reducción de la actividad agropecuaria amplía las brechas entre zonas rurales y urbanas. La falta de alternativas productivas también alimenta fenómenos migratorios internos y hacia el norte del país.
A pesar de ello, el campo chiapaneco conserva una importancia estratégica. Además de proveer alimentos y materias primas, es soporte ecológico y territorial: protege cuencas, bosques y biodiversidad, y define gran parte de la identidad cultural del estado. También cumple una función redistributiva: en ausencia de empleos formales, el trabajo agrícola funciona como amortiguador social en comunidades con escasas oportunidades industriales o de servicios.
Mientras el sector secundario crece impulsado por la construcción y los proyectos federales, y el terciario avanza con el comercio y el turismo, el campo chiapaneco sigue siendo el fundamento invisible de la economía local. Su debilidad no sólo frena el desarrollo equilibrado, sino que amenaza la cohesión social. El reto de Chiapas no es únicamente diversificar su economía, sino revitalizar su sector primario con innovación, infraestructura y valor agregado, para que el crecimiento urbano no se sostenga sobre la pobreza rural. RDM




