Anahí García Jáquez
Nueva York. Década de los 60´s. Guy y Rosemary Woodhouse se mudan a un departamento en el edificio Bramford. A pesar de que las referencias de dicho lugar no son las mejores, la pareja se queda. Y es así como empiezan a vivir su sueño, pero también la peor de las pesadillas.
La semilla del diablo (conocido también en otras ediciones como El bebé de Rosemary) es un trabajo del escritor estadounidense Ira Levin, el cual fue adaptado para llevarse a la pantalla grande convirtiéndose en un clásico del cine de terror. En este texto, un narrador omnisciente nos cuenta cómo es que este joven matrimonio llega a este edificio con toda la ilusión de comenzar una familia y ser felices.
Todo ello cambia al conocer a los Castavet, un matrimonio de edad avanzada que vive en uno de los departamentos y que suelen entrometerse pero siempre con aparentes buenas intenciones.
Rosemary hace partícipe al lector de los esfuerzos de su marido Guy por triunfar como actor y cómo es que sus planes de ser padres se materializan al quedar ella encinta. Pero no todo es color de rosa, pues varios sucesos por demás extraños que no tienen explicación empiezan a darse, generando en la protagonista una gran tensión quien también observa cómo la gente que la rodea – su esposo, sus vecinos, sus amigos – tiene actitudes que rayan en lo obsesivo, por lo que en su interior Rosemary no sólo está gestando a un nuevo ser, sino también dudas acerca de todo y de todos.
El autor confecciona un relato con una premisa que, en otras manos, podría sonar inverosímil, pero como recurre a las emociones más primitivas, siendo la principal el miedo de Rosemary, nos va llevando por un viaje a medida que avanza su embarazo el cual es todo, menos tranquilo y es ahí cuando el lector queda enganchado. Se nos muestra cómo este estado, que debería ser de completa paz y calma para una mujer, pone a Rosemary en una situación vulnerable, sin nadie en quién confiar, ni siquiera en Guy que es quien debería de cuidarla pero que la juzga de loca.

En medio de una atmósfera tremendamente claustrofóbica, se nos habla del aislamiento mental en el que vive esta mujer pues, aunque ella percibe como real la amenaza hacia su vida y la del bebé en su vientre basándose en lo que le dicen su intuición y sus instintos, su entorno le hace sentir como si estuviese perdiendo la razón. Es así como se nos habla de la paranoia, el pánico, la soledad, la ambición desmedida, la maldad, el machismo, y las dinámicas de poder, así como el ocultismo.
La semilla del diablo nos muestra qué es lo que sucede cuando una joven inocente tiene que librar una batalla, que ella no pidió luchar, contra fuerzas que van más allá de lo comprensible y que simplemente, están fuera de su control. El ritmo es realmente ágil y el suspenso, que se dosifica de manera adecuada, va en ascenso conforme va llegando al desenlace, pues a lo largo del texto se va generando la tensión y el lector se prepara para lo peor.
Aunque por momentos se sienta predecible, eso ayuda a que el empatizar con Rosemary sea inevitable, pues el narrador nos cuenta la historia desde su perspectiva y, por lo tanto, conocemos el mundo interior de esta mujer, cuyo amor de madre será más fuerte que todo y se convertirá en el motor para sobrevivir, aunque no comprenda lo que está sucediendo y vea cómo los sueños que construyó se van derrumbando uno a uno.
La semilla del diablo. Ira Levin. 1967. Editorial B de Bolsillo.
 
			 
			



