El 1 de noviembre de 2025, mientras Michoacán honraba a sus muertos, un asesinato sacudió Uruapan: Carlos Manzo, alcalde de la ciudad, fue ejecutado en un evento público, pese a contar con escolta federal y haber denunciado amenazas del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG). Esto fue una declaración de poder.
El crimen organizado no solo desafía al Estado mexicano: en muchos sentidos, lo ha reemplazado. ¿Cómo llegamos aquí y qué podemos hacer para recuperar el control?
La muerte de Manzo, un líder que se opuso abiertamente a la extorsión, no es solo una tragedia personal; es un símbolo del colapso del contrato social. En Uruapan, como en muchas zonas de Michoacán, los ciudadanos viven con una verdad incómoda: el gobierno no controla el territorio. Los cárteles deciden quién vive, quién muere y cómo se mueve la vida cotidiana.
El caso de Manzo expone una realidad brutal: los criminales operan con una inteligencia superior a la del Estado. Mientras la Guardia Nacional y las Fuerzas Armadas mantienen una presencia estática y reactiva, los cárteles actúan con agilidad, infiltrándose en comunidades, estudiando a sus objetivos y ejecutando planes con precisión quirúrgica. ¿Cómo es posible que un grupo criminal burle un cerco de seguridad en un evento público? La respuesta: no es solo una cuestión de armas o personal, sino de estrategia.
El crimen organizado no solo es más inteligente; también es más tecnológico. Los cárteles, como el CJNG, utilizan herramientas avanzadas para consolidar su poder. Drones modificados, operados por unidades especializadas como los “operadores droneros”, les permiten atacar rivales, vigilar territorios y coordinar operaciones con una eficiencia impresionante. Investigadores de la UNAM advierten que la inteligencia artificial (IA) está potenciando las actividades criminales, optimizando desde el tráfico de drogas hasta el lavado de dinero y la extorsión.
Y sabemos que nuestro querido gobierno mexicano vive atrapado en el pasado. Su estrategia se basa en desplegar tropas y hacer declaraciones y “planes”, pero carece de una visión tecnológica para contrarrestar a los cárteles. Como señaló Ron Johnson, embajador de Estados Unidos en México, la clave para combatir el crimen está en la tecnología, la coordinación y las alianzas internacionales. Drones, sistemas antidrones y plataformas de inteligencia compartida podrían darle al Estado una ventaja, pero México está lejos de implementar estas soluciones a gran escala.
Ahora bien, el autor del asesinato de Manzo fue un joven de 17 años, un recordatorio de cómo los cárteles reclutan a una generación atrapada en la precariedad. México tiene 39 millones de jóvenes entre 12 y 29 años, muchos de ellos lidiando con pobreza, trabajos informales y falta de oportunidades. Para los cárteles, son “reservistas” listos para ser reclutados.
El gobierno ha invertido miles de millones en programas sociales, pero estos esfuerzos a menudo se limitan a crear dependencias electorales en lugar de transformar vidas. ¿Y si, en lugar de subsidios, se invirtiera en capacitar a los jóvenes en habilidades digitales? Talleres de IA, desarrollo de aplicaciones y ciberseguridad podrían convertir a estos “reservistas” en emprendedores tecnológicos, no en sicarios.
Recuperar el control requiere un cambio radical. Primero, el gobierno debe atacar el corazón financiero de los cárteles, desmantelando sus redes de extorsión, como las que afectan a la industria del aguacate y la madera, y cortando sus flujos de dinero. Esto exige inteligencia económica.
Segundo, México debe abrazar la tecnología. Las empresas tecnológicas mexicanas están listas para colaborar, promoviendo infraestructura, ciberseguridad y desarrollo de IA. Esquemas público-privados podrían acelerar proyectos que posicionen a México como un líder en innovación, no como un rehén del crimen.
Finalmente, la cooperación internacional es crucial. Con el Mundial 2026 en el horizonte, México y Estados Unidos tienen una oportunidad única para fortalecer sus alianzas en seguridad, compartiendo tecnología y conocimiento. Pero esta colaboración debe respetar la soberanía mexicana y priorizar los derechos humanos.
La muerte de Carlos Manzo no es solo una nota roja; es una advertencia. Cada día que el gobierno posterga una estrategia integral basada en inteligencia, tecnología y oportunidades para los jóvenes, los cárteles ganan terreno. Uruapan no es un caso aislado; es un reflejo de un país donde el crimen organizado se ha convertido en el verdadero soberano.
El sacrificio de Manzo no puede ser en vano. México tiene el talento, los recursos y la voluntad para cambiar el rumbo. La pregunta es si el gobierno está listo para dejar el teatro de la seguridad y empezar a jugar en serio. El reloj está corriendo, y el futuro de la República está en juego.




