Joel Hernández Santiago
“Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica” escrituró Salvador Allende, quien fuera presidente de Chile, durante un viaje a México en 1971, a invitación del entonces presidente mexicano Luis Echeverría. Y lo dijo frente a una multitud de jóvenes en la Universidad de Guadalajara…
Y tenía razón. Es en la juventud cuando la lucidez del ser humano está en apogeo, es cuando la voluntad empuja a encontrar caminos, es cuando el cuerpo nos dice qué quiere y qué no quiere para sí, es cuando las pasiones se desbordan y es cuando uno se rebela frente a lo que considera que nos traiciona.
Se es revolucionario en el momento mismo en el que la juventud quiere cambiar las cosas, quiere mejorarlas, quieren que estén a la medida de su sentido de la justicia y la igualdad. Así ha sido siempre. La juventud clama y exige. Y, parafraseando el dicho, si los muchachos dicen que al medio día está oscuro, es obligación de gobierno sacar las farolas encendidas.
Esto es así, y siempre será así, porque la juventud es la etapa de la construcción de nuestra vida futura, con todo a favor: tiempo, fortaleza, lucidez, pasión, imaginación, locura…
En México, en lo que va de 2025, hay aproximadamente 30.4 millones de jóvenes de 15 a 29 años. Esta cifra representa el 23.3% del total de la población, de los que 51 por ciento son mujeres y 49 por ciento hombres. No más ni menos.
Es una enorme población que por mucho tiempo parecía estar en silencio frente a los grandes problemas nacionales. Sobre todo en estos tiempos de tanta turbulencia política y social; sobre todo en momentos en los que el gobierno federal los considera una población cautiva gracias a los recursos asignados para esa juventud “construyendo un futuro”.
Pero ya se ve que estas dádivas son insuficientes para colmar el espíritu de libertad de los jóvenes en México. Tan sólo unas cifras de los recursos asignados para ellos: La beca que reciben los beneficiarios de “Jóvenes Construyendo el Futuro” aumenta el 12 por ciento, al pasar de 7 mil 572 a 8 mil 480 pesos mensuales para 2025, de acuerdo con las Reglas de Operación del programa.
Este programa insignia de la 4-T “apoya a cerca de 3 millones de jóvenes que no estudian ni trabajan, con una inversión acumulada de 135 mil millones de pesos en los últimos seis años, de acuerdo con la Secretaría del Trabajo y Previsión Social” Por supuesto los recursos son mayores asignados en distintos rubros.
Pero ni siquiera todos estos recursos han hecho que los muchachos se dobleguen frente a las decisiones políticas que atañen a su seguridad social, a la seguridad familiar e individual… a su futuro. Un futuro cada vez más incierto porque el gobierno federal les da recursos, pero no construye ese futuro en su formación educativa básica, media, superior.
Se escatiman los recursos a las universidades y se escatiman recursos para su desarrollo profesional, para su salud, para su cultura, para la ciencia y tecnología, para su futuro laboral. No se está construyendo la infraestructura para los muchachos de hoy en el futuro.
Y ya se ve que los jóvenes toman decisiones y dan pasos para su futuro por su propia cuenta. No todos ellos están involucrados con la 4-T y en su apoyo, son los menos; la mayoría está en el trabajo, en la escuela, en la universidad, en las áreas del desarrollo económico, laboral, social.
Muchos jóvenes, también es cierto, en su desesperación al no encontrar alicientes para su futuro y el de su familia han decidido o los han obligado a formar parte del crimen organizado, del narcotráfico, de la violencia y la delincuencia. En general los muchachos que se incorporan a este inframundo provienen de la marginación, del abandono en su desarrollo y de la incertidumbre.
“Primero empañan el espejo, y luego sienten que no esté claro” dijera Sor Juana.
Por otro lado hay millones de jóvenes que de otro modo quieren construir su futuro; jóvenes que quieren a México y que estudian y trabajan en su país y quienes habrán de hacer vida, familia, futuro, profesión, actividad, en esta Nación que está muy por encima del gobierno.
Y sí, muchos hay que están con el gobierno 4-T, pero millones no lo están. Y habían guardado silencio, lo que no significa indiferencia ni dejadez. Y no están “felices” con lo que pasa y lo que ocurre aquí, en seguridad pública, en fuentes de trabajo, de igualdades, de justicia, de democracia.
Ya reclaman sus espacios de vida y que se les considere en la toma de decisiones, porque son ellos los que en efecto están construyendo su futuro en democracia y en la recuperación de las instituciones para la democracia; son ellos los que pelean por su libertad y por el respeto.
El gobierno de la 4-T hace mal en menospreciar su participación masiva. Hace muy mal en tacharlos como jóvenes “de la derecha”, “sometidos a intereses políticos”, en un afán de desacreditar su marcha.
No se reflexiona en las razones de la marcha, sino en “quién está detrás de esto, porque está en contra de nuestro movimiento” se dice desde Palacio en una reflexión inicua. Tratar así a los jóvenes es negar su importancia histórica y negar esa fortaleza y esa lucidez.
Los muchachos no proponen derrocar al gobierno, nunca; pero sí proponen mejorarlo, hacerlo más a la medida de los mexicanos y no sólo de un grupo de fanáticos o beneficiarios interesados, que lo mismo les da estar con Morena que con cualquier otro grupo, siempre y cuando obtengan beneficios económicos, de poder y gobierno.
Pero ya se escuchan las voces vigorosas de esos jóvenes, y de muchos otros no jóvenes que junto con ellos quieren eso: libertad, democracia, igualdad, justicia, respeto y buen futuro. Ni más, ni menos.




