Ricardo Del Muro / Austral
El Monumento a la Revolución, ubicado en la Plaza de la República en la Ciudad de México, fue proyectado originalmente como el Palacio Legislativo del Porfiriato y en una ironía de la historia se convertiría después en el mausoleo oficial del Estado posrevolucionario. Allí reposan Francisco I. Madero, Venustiano Carranza, Plutarco Elías Calles, Lázaro Cárdenas y en 1976 se incorporaron los restos de Francisco Villa.
Sin embargo, Álvaro Obregón, tras su asesinato en 1928, fue sepultado en su tierra natal, Huatabampo, Sonora, a pesar de haber sido promotor del monumento, y tal vez por haber sido señalado como presunto autor intelectual del asesinato de Carranza, se optó por levantarle un monumento en el Parque de la Bombilla (en lo que actualmente es la colonia Chimalistac) de la Ciudad de México, donde su brazo mutilado en un frasco con formol se exhibió durante décadas hasta que en 1989 fue incinerado y devuelto a su familia.
La tumba de Emiliano Zapata, asesinado el 10 de abril de 1919, se encuentra en la Plaza Revolución del Sur en Cuautla Morelos. En 1979, el presidente José López Portillo quiso culminar los festejos por el natalicio del Caudillo del Sur con el traslado de sus restos al Monumento a la Revolución. Pero los campesinos, agrupados en la Coordinadora Nacional Plan de Ayala, montaron guardias frente a su estatua ecuestre para evitar el traslado.
Durante la hegemonía del Partido Revolucionario Institucional (PRI), el Monumento a la Revolución simbolizó principalmente la legitimidad histórica e ideológica del régimen. Es un ejemplo de cómo el poder, según la explicación del filósofo Ernst Cassirer, utiliza símbolos, como estatuas, monumentos y escudos, para fabricar una visión del pasado que sea funcional al presente.
Así, el monumento materializó la idea de una “revolución institucionalizada”, convirtiéndose por decreto del presidente Lázaro Cárdenas, el 4 de febrero de 1936, en un recinto funerario, equivalente a un “altar para los líderes de la Revolución”, albergando los restos de aliados y enemigos, para proyectar una imagen de unidad y fuerza del Estado mexicano posrevolucionario.
El Monumento a la Revolución, que tiene una altura de 67 metros, es un símbolo que, como pocos, tiene una historia que, de entrada, representa una ironía monumental: transformar la estructura del Palacio Legislativo del Porfiriato en el panteón de los principales líderes de la Revolución, según los cambios y contradicciones de las élites en el poder.
Fue el escenario dónde Luis Donaldo Colosio dio su famoso discurso, el 6 de marzo de 1994, durante el LXV aniversario del PRI (“Yo veo un México con hambre y sed de justicia”); después sería relegado por los presidentes panistas, Vicente Fox y Felipe Calderón, pero Andrés Manuel López Obrador lo retomó como escenario en el 110 aniversario de la Revolución Mexicana en 2020; el mitin por la reforma eléctrica y la revocación de mandato (6 de abril de 2022), además de la celebración musical del Presidente Fest, el 29 de septiembre de 2024, antes de terminar su mandato.
Por su parte, Claudia Sheinbaum escogió al Monumento a la Revolución para realizar un evento de despedida de la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, el 15 de julio de 2023, y el cierre de su precampaña presidencial, el 18 de enero de 2024, además de encabezar una guardia de honor ante el mausoleo de Lázaro Cárdenas, en el 86 aniversario de la Expropiación Petrolera (18 de marzo de 2024). Durante ese evento, por cierto, Cuauhtémoc Cárdenas apoyó el proyecto de la reforma energética de Sheinbaum.
En los sótanos del Monumento a la Revolución está un museo en donde se exhiben las maquetas, planos, gráficas y fotografías de las distintas etapas del proyecto del Palacio Legislativo, diseñado por el arquitecto francés Emile Bénard; un edificio majestuoso y elegante cuya construcción fue promovida por Porfirio Díaz en el marco de la conmemoración del Centenario de la Independencia de México. La primera piedra fue puesta por Díaz el 23 de septiembre de 1910, pero la obra quedó inconclusa.
Tras la revolución, regresó a México el arquitecto Bénard en 1922 y trató de recuperar su proyecto, proponiéndoselo al presidente electo Álvaro Obregón como un Panteón a los Héroes, pero el Manco de Celaya fue asesinado en 1928 y un año después falleció Bénard.
La estructura deteriorada se comenzó a desmantelar para usar el material en vías férreas, hasta que el arquitecto Carlos Obregón Santacilia en 1933 sugirió el presidente Abelardo L. Rodríguez aprovecharla para hacer un monumento a la Revolución. Con materiales de origen nacional, como cantera chiluca, piedra volcánica negra y cobre para la cúpula, Santacilia recubrió el esqueleto de acero en un estilo Art Decó.
El Monumento a la Revolución fue concluido en 1938, ya con Lázaro Cárdenas en el poder, quien decretó que se convirtiera en un recinto funerario para los héroes de la Revolución. Venustiano Carranza fue el primer prócer inhumado en el monumento. Asesinado en 1920 en Tlaxcalantongo, sus restos permanecieron 20 años en el Panteón Civil de Dolores hasta que el presidente Manuel Ávila Camacho en 1941 ordenó su traslado al Monumento.
Después siguió Francisco I. Madero. Asesinado el 22 de febrero de 1913, durante la Decena Trágica, fue sepultado inicialmente en el Panteón Francés. En 1960 bajo el gobierno de Adolfo López Mateos, se celebró el 50 aniversario de la Revolución Mexicana, trasladando al Monumento los restos de Madero.
Plutarco Elías Calles, expresidente de México y fundador del Partido Nacional Revolucionario, murió el 19 de octubre de 1945. Fue sepultado en el Panteón Civil de Dolores y por decreto del presidente Gustavo Díaz Ordaz en 1969 sus restos fueron trasladados al Monumento a la Revolución.
Veinticinco años después, el 19 de octubre de 1970, falleció Lázaro Cárdenas, principal rival político de Calles y quien lo envió al exilio. Sin embargo, sus restos también fueron depositados en el Monumento.
El traslado de los restos de Francisco Villa al Monumento a la Revolución se realizó el 18 de noviembre de 1976 por decreto presidencial de Luis Echeverría. Villa había sido asesinado el 20 de julio de 1923 y sus restos estaban en el panteón civil de Parral, Chihuahua. Durante la exhumación se descubrió que el cuerpo de Villa ya no tenía cabeza, un hecho que ha generado diversas teorías y leyendas. RDM




