Antonio Ortiz Mena es recordado como un mexicano ejemplar. Fue testigo de las jornadas de la Revolución Mexicana, del surgimiento de figuras decisivas en los años por venir y de la consolidación de las instituciones que surgieron trás la lucha armada, a la cuales en su larga trayectoria, sirvió con lealtad y patriotismo. Ortiz Mena destacó como un avezado abogado y economista, primero fue abogado postulante, después funcionario público.
Su paso como abogado del entonces Departamento del Distrito Federal abonó a la gobernabilidad de la siempre compleja Ciudad de México y al trato suave pero con fondo firme que fue acento en la gobernanza de la capital del país. Trás el sexenio de Miguel Alemán, Don Adolfo Ruiz Cortines llegó a poner orden en la administración pública, y con tino designó a Ortiz Mena al frente del IMSS, institución que amenazaba con convertirse en un dolor de cabeza para el gobierno mexicano, pero Don Antonio cumplió con creces la encomienda presidencial, quedando el Seguro Social blindado y fortalecido.
Entre 1958 y 1970, Ortiz Mena estuvo a cargo de la Secretaría de Hacienda, ahí se convirtió en el artífice y ejecutor del denominado Desarrollo Estabilizador que dió a México, junto con el porfiriato, su mayor periodo de desarrollo económico. Dicen los expertos en la materia, que de haber continuado el “Milagro Mexicano”, nuestra economía hoy podría equipararse con la de Australia o Canadá.
Pero Ortiz Mena no sólo fue profeta en su tierra, al concluir su periodo como Secretario de Hacienda, lo nombraron Presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), posición que cubrió de 1971 a 1988. Siendo así, el presidente con el periodo más extenso al frente del BID. Finalmente y en un gesto de pluralidad y altura política, Don Antonio recibió en el 2009 y a iniciativa del PAN, la medalla Belisario Domínguez a título Post Mortem.
Ortiz Mena, al igual que tantas figuras preponderantes a lo largo del siglo XX, eligió Cuernavaca como sitio de descanso, levantando una magnífica propiedad en la colonia Reforma de la capital morelense. El predio profusamente arbolado se convirtió en uno de los principales pulmones privados de la Eterna Primavera. Hace un par de años la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, adquirió el predio con la intención de construir uno de vistosos templos.
Los mormones tienen todo el Derecho a profesar su fe, a edificar sus centro religiosos, pero a lo que no tienen derecho, es a destruir el ya comprometido medio ambiente de Cuernavaca y a pasar por encima de las leyes mexicanas en complicidad con funcionarios municipales. Resulta que los enormes árboles de la propiedad, fueron talados y lo que hasta hace unos meses era un pequeño bosque de laureles, hoy es un Páramo yermo cubierto de tierra.
A su vez los mormones pretenden apropiarse de la aledaña calle de Santa Prisca, una de las escasas arterias empedradas y arboladas que quedan en Cuernavaca. En contubernio con empleados del municipio, la asociación religiosa, consumó un grave delito ambiental, y pretenden ocultarlo al “generosamente donar” una parte mínima del inmueble como un espacio público para la ciudad, mismo que ni remotamente puede resarcir el daño ya hecho.
Los mormones se han distinguido, al menos en Morelos, por su desprecio a las leyes mexicanas y particularmente hacia el calendario cívico nacional, pero hoy han llegado al extremo de infringir no solo un daño ecológico irreversible arrasando con los árboles ya mencionados, sino de apropiarse de una calle de la ciudad. La acción en el predio que fue de Ortiz Mena, nos remite al antecedente de los días en que el patrimonio artístico y ambiental de Cuernavaca, fue destruido en complicidad con el gobierno estatal, durante las jornadas en defensa del Casino de la Selva en el año 2001.
La prensa local en Morelos, ha documentado con artículos, notas y reportajes el daño ocasionado en el predio en cuestión, es particularmente dramática la publicación que muestra dos fotografías aéreas del lugar: una de 2023 con árboles, la otra de 2025, ya sin ellos. Irónicamente Cuernavaca es conocida como la Eterna Primavera, y su toponimia precortesiana representa a un frondoso amate, pero resulta que es en realidad, una ciudad sin parques ni espacios públicos suficientes y cada vez con menos árboles, de ahí que los pulmones privados y barrancas sean de vital importancia para el equilibrio ecológico de la capital morelense.
Existen desafortunadamente antecedentes previos de particulares apropiándose de espacios públicos, como lo es la invasión por parte de plateros de la plazoleta que perteneció al Palacio de Cortés y en la cual se levanta el más importante monumento al General Morelos en la entidad, hoy el sitio es sin temor a exagerar, un muladar. Lo más lamentable es que los cuernavacenses, se han acostumbrado a ver a asociaciones de distinta naturaleza, con toda impunidad haciendo suyos espacios que pertenecen a toda la ciudadanía.
Recientemente José Luis Uriostegui Salgado, Alcalde de Cuernavaca, y quien como abogado representó a los defensores del Casino de la Selva en el 2001, reconoció que hay fallas en el ayuntamiento y que en caso de no corregirse, habrá cambios en su gabinete. Este caso es uno de ellos, pero más allá de relevar a funcionarios que hayan ocasionado un daño ambiental o que pretendan regalar una calle, se debe llevar a cabo una acción sin precedentes que restituya la calidad de vida de los habitantes de Cuernavaca, una propuesta contundente es la de ponderar las figuras que contempla la ley, para que por causa de utilidad pública, el predio deforestado por los mormones, se pueda salvar y convertir en un Parque que lleve el nombre de Antonio Ortiz Mena.




