José Newman
Durante los últimos muchos años de los 58 q duró en servicio, en el nosocomio psiquiátrico de La Castañeda, monumental y muy bella construcción “a la europea”, a base de pabellones elevados en un inmenso predio de la ex hacienda del mismo nombre donde hoy subsisten las Torres de Mixcoac a la Vera del
congestionado periférico, deambuló sin ninguna limitación entre salas, camas, consultorios, escaleras, patios y jardines cada vez más descuidados, un trastornado delirante q, registrado de inicio como paciente, fue adquiriendo con el tiempo un lugar, un rol, una eminencia, desempeñándose también como empleado sin paga, mozo, jardinero, guía de visitantes, narrador, vigilante, coordinador de alucinados, cancerbero, policía y portero, extra de reparto y personaje notorio y destacado de esa escena q otrora fuese modelo de instalación de atención médica y al paso de sólo seis decenios y varias decenas de miles de alucinados se había convertido en un decrépito y sucio Castillo de la Locura. Para todos, Santaclós.
Al cabo de un rato de jalar la cadena de la campana colgada en la jamba de la gran puerta de la inmensa reja en su momento verde, aparecía aquél, entre veinte y muchos años, greñoso, envuelto en ropas, veces afable veces no, colgando de su cuello un mecate sosteniendo un bote q había sido de pintura y ora era depósito de llaves, trapos, alimento, bebida, excremento del titular mil usos y también interno.
De él dependía si abría o no o cuándo y para quiénes. Tal era entre tantas, facultad de Santaclós. Lo invariable a la primera era q su plática brotaba producto inevitable del más original de sus encargos en la vida, el de trastornado delirante. El conducía la plática, la suya, la puerta de la reja, la ruta, el paso y el paseo de los llegados tanto como el de los de dentro, internos o de servicio, pues era entre preferible hacerle caso e imposible no hacerle como q se le hacía. Interno añoso, empleado, encargado, a cargo, Santaclós había llegado a ser todo eso, un loco enseñorado, a partir sólo de su connatural vocación original de trastornado con el peculiar padecimiento, entre tantos, de Psicosis Delirante.
Pero no todo delirante llega a posición tan versátil y prominente. La otra parte es La Circunstancia. En ese memorable caso, el sitio, la población, el régimen, las condiciones y personajes de ese todo q en aquella situación contribuyeron a hacer de un enfermo requerido de atención eficaz y oportuna, ese narrador inagotable, férreo encargado de las llaves, a cargo de las rejas, regidor de una instalación pública, El Santaclós del Psiquiátrico Nacional.
En junio de 1968, todos los pacientes de La Castañeda fueron reubicados en los recién inaugurados hospitales psiquiátricos Fray Bernardino Alvarez y Samuel Ramírez Moreno. Santaclós fue internado en el primero donde no mucho tiempo después se suicidó colgándose con una sábana al cuello.
La efeméride anterior viene a colación ahora q el país todo atraviesa una época de claro deterioro, como en su momento aquella Castañeda, y en medio de todo esto destaca por su Delirio de Grandeza una figura q recuerda a aquel trastornado enseñorado, el de los cuentos y las llaves, Santaclós!




