Parte del extraordinario mensaje de Amin Maalouf, escritor y periodista franco-libanés, Invitado especial. No darlo a conocer en este momento de incertidumbre mundial, sería imperdonable. La Literatura es el único hilo conductor para lograr un entendimiento entre los pueblos y las naciones. Amin Maalouf, describe el enorme desafió que enfrentamos en el mundo, está en saber vencer diferencias y visualizar coincidencias.
Y, comenta, “A pesar de este diagnóstico inquietante, no estoy ni desesperado ni resignado. Como ya les dije me fascina nuestra época. Lo que quiero decir es que la investigación científica tiene su propia lógica: un descubrimiento lleva a otro, un avance conduce al siguiente. Si un gran científico decide dejar de investigar, otros lo reemplazarán y lo superará. Ningún ser humano, ninguna empresa multinacional, ningún Estado por poderoso que sea podría detener el curso de la ciencia, ni siquiera ralentizarlo.
Esto parece tan evidente que tal vez no sería necesario decirlo; pero lo menciono para subrayar el contraste con la evolución de nuestras mentalidades, a diferencia de la ciencia, no avanzan por sí mismas. Cuando una sociedad pasa de la dictadura a la democracia nunca se puede estar completamente seguro, de que no volverá algún día a la dictadura.
Cuando una región del mundo pasa de la guerra a la paz, nada garantiza que no pueda volver a la guerra. En resumen: en el terreno de la ciencia y la técnica., los avances se producen por sí solos y son irreversibles, en cambio, en el terreno de las mentalidades, los progresos solo ocurren si actuamos y son–por desgracia—reversible. Cada avance moral debe ser fruto de una acción humana; y esa acción debe ser reflexionada, mesurada y eficaz. Y no debe ser un impulso pasajero: tiene que sostenerse con sabiduría y determinación a lo largo del tiempo. Espero que esta observación, tan simple como real, nos ayude a dimensionar el enorme desafío a que nos enfrentamos en una época donde la ciencia y la tecnología avanzan a una velocidad vertiginosa.
La única forma sensata de responder a ese desafío es acelerar, en paralelo, la evolución de nuestras mentalidades: prepararnos —y preparar a las nuevas generaciones—para comprender el mundo que las rodea, y poder influir en él. La solución no es oponerse al progreso tecnológico, ni rechazarlo, negarlo o cerrar los ojos ante él. La solución es apropiarnos de ese progreso y ponerlo al servicio del ser humano, de su dignidad, de su libertad; y – convertirlo en un instrumento de liberación, y — no de sometimiento.
Y ese es exactamente el papel que debe desempeñar la literatura del siglo XXI. Su primera misión es hacernos conscientes de la complejidad del mundo en que vivimos. Porque el primer derecho – y el primer deber—de una persona libre es entender el mundo, saber como se transforma y hacia dónde va, para poder contribuir a su avance y también para poder protegerse de sus peligros.
La segunda misión, de la literatura es convencernos de que, a pesar de nuestras diferencias, de nuestras enemistades, de los resentimientos que nos dividen, nuestro destino se ha vuelto común. O, sobrevivimos juntos, o desaparecemos juntos. Y la tercera misión de la literatura en este siglo es arrojar luz sobre los valores esenciales del ser humano – la dignidad, la libertad, el respeto mutuo, la convivencia armoniosa – mostrando lo que significa entender el mundo en el que hoy estamos viviendo, porque es nuestra casa y no tenemos otra. hacerlo nos permitirá visualizar, por cual camino debería la humanidad encaminarse hoy.
Por todas estas razones, estoy convencido que la literatura es hoy más indispensable que nunca en la historia humana. Porque es a ella – es decir, a todos nosotros – a quien le corresponde reparar el presente, para así imaginar el futuro”.
Jorge De León Palma.




