José Luis Parra
La primera gran prueba legislativa del sexenio de Claudia Sheinbaum no será contra la oposición. Será contra los suyos.
La presidenta prometió una reforma electoral de fondo. Un rediseño que incluía dos pilares incómodos: reducir el financiamiento público a los partidos y desaparecer a los plurinominales. Un golpe quirúrgico al sistema clientelar que sostiene al PT y al PVEM, sus aliados… de nombre. Porque a la hora de legislar, esos “socios” ya mostraron los dientes y pusieron la iniciativa bajo llave.
El País publicó un reportaje revelador sobre el estado real de la reforma. La conclusión es simple: no hay tal reforma. Lo único que existe hasta ahora son borradores, reuniones cerradas, resistencia interna y un entramado de intereses que impide que la promesa presidencial llegue siquiera al papel.
El dilema está servido. Y según el reportaje, la presidenta tiene tres salidas:
Patear el bote. No presentar nada y dejar que el tiempo y las alianzas sigan su curso.
Entregar una versión descafeinada. Una reforma simbólica, sin afectar los privilegios de nadie.
Subir el debate a las calles. Apostar a la presión ciudadana para que los partidos no tengan margen para negarse.
¿Y cuál es la más probable? La primera. La del inmovilismo elegante. La de guardar el expediente en el cajón y concentrarse en sobrevivir a la legislatura sin romper con los verdes y petistas.
Morena, mientras tanto, ya intenta maquillar el fracaso. Buscan cambiar el foco de la discusión. Que ya no se hable de dinero ni de curules, sino de una “reforma profunda del Estado mexicano”. Y así, diluir la promesa en un discurso general, amplio, inofensivo.
Lo curioso es que esta reforma, la que según la presidenta marcaría una diferencia frente a su antecesor, parece caminar exactamente por el mismo camino que la de López Obrador: al archivo muerto. Y con las mismas razones.
La 4T, que nació para romper el sistema, no logra mover ni una coma sin negociar con el sistema mismo. Y eso incluye mantener las canonjías, el fuero, los pactos no escritos.
La comisión encargada de redactar la iniciativa, encabezada por Pablo Gómez, ya concluyó los foros de consulta. El plan es presentar algo el 1 de febrero. Pero nadie apuesta a que la reforma llegue completa. Si acaso, una simulación legislativa para no quedar mal. Y si no, ni eso.
El problema para Sheinbaum no es solo que su reforma esté muerta antes de nacer. El problema es que su liderazgo empieza a percibirse como limitado. Porque si no puede alinear ni a sus aliados, ¿qué margen le queda frente a sus adversarios?
En su primer gran reto como presidenta, Claudia Sheinbaum no ha logrado mover una sola pieza. Y eso, en política, se llama señal de debilidad.






