Es cuestión de días. De horas, tal vez. El gobierno federal está a punto de sorrajarnos “el más duro golpe” que jamás hayamos recibido los contribuyentes al erario público. Todo ello merced a un muy guión perfectamente ejecutado por los legisladores, quienes han ofrecido zanahorias y con ellas nos hemos distraído del garrote que la (mal) llamada “reforma fiscal” esconde.
Y sí, a “garrotazo” limpio, como se dice, van a tratarnos las autoridades del SAT, una vez aprobadas las enmiendas y modificaciones a un conjunto de leyes y normas del orden fiscal.
¿Será porque sólo a “garrotazos” entendemos?
No. No todos, al menos.
El “garrote”, el riesgo escondido, es que –como originalmente está formulada la iniciativa de reforma fiscal– contiene hasta violaciones constitucionales. Una de ellas, la institución de notificaciones por medio de un “buzón tributario”, es decir, a través de medios electrónicos, substituyendo las notificaciones personales, con lo que ya no tendría que acudir el notificador al domicilio fiscal.
Pero, considerar como domicilio fiscal el dado a conocer por la persona física ante una entidad financiera podría generar una violación a la garantía de inviolabilidad del domicilio, al querer señalar una casa habitación como domicilio fiscal.
Dejaría de existir la obligación de presentar el dictamen fiscal, substituyéndose con la presentación de una declaración informativa. Además de mayores medidas de aseguramiento de bienes inmuebles y muebles, cuentas bancarias, negociaciones, derechos de autor, obras artísticas; es decir la autoridad podrá embargar a su gusto bienes del contribuyente, aún sin tener elementos fehacientes de conductas infractoras.
Otra es que se tendrían facultades de comprobación a través de medios electrónicos, lo que significa que se podrán llevar a cabo auditorias vía correo electrónico, de igual forma sin necesidad de que los auditores se apersonen en el domicilio fiscal del contribuyente.
Y, además, se pretende reformar el dar facultades a la autoridad fiscal para cuestionar cualquier práctica u operación que no tenga lógica de negocio, y esto será cuando carezca de utilidad o beneficio económico cuantificable para el o los contribuyentes involucrados, pudiendo determinar un crédito fiscal, por parte de las autoridades.
MANIOBRA DE DISTRACCIÓN
El guión escrito en las altas esferas burocráticas nos ha distraído hasta ahora con el IVA a los alimentos para las mascotas, las colegiaturas, las rentas e hipotecas y, entre otros, el especial a las bebidas azucaradas. En las fronteras, además, con el incremento de cinco puntos porcentuales al mismo impuesto al valor agregado.
Y endulzadas, los legisladores nos han ofrecido algunas de esas zanahorias. Que ya se condolieron de nosotros los contribuyentes y que ya han eliminado algunas de esas propuestas de la Administración de Enrique Peña Nieto. Que qué buena onda los señores diputados, leemos y escuchamos.
Pero de las violaciones a la Constitución contenidas en la iniciativa nadie habla.
¿Será acaso para que los grandes contribuyentes –esos que casi no pagan impuestos, esos mismos a quienes el fisco les hace enormes devoluciones– puedan recurrir a un juicio de amparo y, como siempre, acaben imponiéndose a quienes –paradójicamente– cobran impuestos?
Zanahorias hay no pocas en la iniciativa peñista. Vestida con falda social, anuncia la Pensión Universal y el Seguro de Desempleo, esenciales en cualquier democracia que se respete. Pero…
¿Van a ser estos dos programas similares a, por ejemplo, el llamado Seguro Popular? Sirve para lo mismo que se le unta al queso, en cuanto a beneficio social. No así para los gobiernos estatales que han encontrado en las partidas presupuestales de este dizque seguro una fuente inagotable de corrupción y de financiamiento político.
Y ahí está el meollo del asunto.
Más dinero para los administradores públicos, ¿para qué?
El país se está cayendo a pedacitos –desde antes de que aquí se esposaran Ingrid y Manuel–, la infraestructura es mala y escasa, no se crean empleos –el cuento de la inversión extranjera es eso: cuento–, pero eso sí tenemos funcionarios excesivamente bien pagados, con gastos exorbitantes y un gran dispendio –¡el avión presidencial, el avión!– de recursos de los contribuyentes.
Pagaremos más, el SAT nos traerá a “garrotazos”, pero el dispendio gubernamental va a continuar, ¿no cree usted?
Índice Flamígero: La iniciativa de reforma fiscal presentada al Congreso por Enrique Peña Nieto consiguió lo que pocas veces ha sucedido en nuestro país; unir a prácticamente todos los sectores sociales. Empresarios, inversionistas, clases medias, estudiantes… ¡todos en contra!