• El problema es que el trato es de iguales
• Pero unos son más iguales que la mayoría
Al amanecer de este viernes, el gobierno federal tenía asegurado el mecanismo legal para recaudar los recursos que le servirán para financiar el gasto público, durante el año fiscal de 2014.
Los consumidores tendrán que apechugar otro año y cumplir con lo aprobado en la maratónica plenaria de la víspera por los diputados de la LXII Legislatura. No hay de otra. Pero no es culpa de nadie. Es culpa del modelo económico del que, a estas alturas de la historia, ninguna economía, ni las izquierdistas de Sudamérica, puede soslayar.
El esquema fiscal – y no sólo el reformado ahora – se monta en el lomo de las mayorías, los trabajadores, con los impuestos al consumo, mientras la pobreza hace de las suyas en la vida de la inmensa mayoría de los ciudadanos. Usted puede palparlo en todos los rincones de este inmenso país de expectativas nunca satisfechas.
Mientras, las economías que se imponen en el concierto de las naciones, por su desarrollo industrial y sus inmejorables niveles de vida, enfatizan las cargas fiscales en los que más tienen, en la renta de los poderosos; y castigan el consumo suntuario, el innecesario para la vida.
Con todo, la inmensa mayoría de los diputados no saben de estas cosas. Imponer cargas a la gente que sólo tiene como propiedad su fuerza de trabajo no digamos que es inmoral, porque la moral es relativa. Es absolutamente injusto, infame. Es una acción que clama venganza, cuando muchos poderosos siempre tienen a la mano los más sofisticados mecanismos para evadir el cumplimiento de sus obligaciones de contribuir al gasto público.
Ayer se celebró la plenaria cumbre de este año en el Palacio Legislativo de San Lázaro. Hubo discursos, hubo quienes desde la izquierda, alegaron contra la injusticia del sistema fiscal inspirado en los gurúes de Chicago y de Washington, pero la reforma fiscal paso los términos registrados en este espacio, agarrando parejo, como si todos los mexicanos fueran iguales, cuando “unos pocos son más iguales que la inmensa mayoría”.
La pobreza se palpa en el Metro de la ciudad de México – el más moderno escaparate de la desigualdad mexicana -, para no hablar de esas desvencijadas vitrinas rodantes llamadas microbuses. Y estas escenas de pauperidad supina se reproducen exponencialmente en las ciudades, pueblos, comunidades rurales del país, aunque muchos lleven celulares, más que para comunicarse, para fugarse de la realidad.
Esta es la realidad que busca cambiar Enrique Peña Nieto. Un México próspero en donde todos los mexicanos tengan cabida, buena comida, buen vestido, buena casa, buenos servicios médicos, reparadoras vacaciones y un velorio feliz.
Pero, y aunque a algunos amigos no les guste, la estrategia tiene que cambiar. México no llegará a ser líder, nunca lo logrará, mientras el fisco grave parejo. No somos iguales. La mayoría no somos más que dueños de nuestra fuerza de trabajo. Y vaya que no hablamos ahora del manejo de los recursos públicos. Cómo se gastan; de que grosor dejan los ingenieros el asfalto de las calles y las autopistas; o cuánto cemento emplean para construir un puente.
Digamos que todo esta bien. El gobierno requiere de recursos para cumplir sus funciones. Pero… habrá qué esperar cómo vienen los mecanismos contra la corrupción.
fgomezmaza@analisisafondo.com
www.analisisafondo.com