Espiar o no espiar, es la interrogante que hoy todos los líderes mundiales se cuestionan.
El espionaje y el contraespionaje o contrainteligencia existen desde tiempos inmemoriales. Los chinos y los hindúes espiaban para obtener información de sus enemigos, como el estratega Sun-Tzu (544–496 AC) a quien se le atribuye el famoso libro “El Arte de La Guerra”.
Otros personaje como, Chanakia (370–283 AC), desarrollaron métodos complejos a base de políticas de estado en donde todo se vale en función de su utilidad, entre esas, claves para hacerse de información para fines bélicos o palaciegos. Igual que ideaban información errónea para engañar al enemigo para evitar la subversión, o sedición.
Contrainteligencia.
Los egipcios contaban con un amplio y vasto sistema para adquirir información. Los hebreos utilizaban a espías, tal como da cuenta la historia del Rahav, una prostituta de Jericó que ayudó a los espías israelitas de Josué.
Los griegos, los romanos, los señores feudales japoneses, por tierras mexicanas los aztecas usaban a los pochtecas como espías, a la vez que diplomáticos con inmunidad.
A los pochtecas encargados del comercio, les era fácil llegar a las diversas comunidades y entrelazarse con las personalidades locales. De la mano de ellos, antes de una guerra, los qumitchin hacían las veces de agentes, vestían y hablaban como los lugareños, una vez mezclados ahí obtenían información, técnica muy similar a la de los agentes secretos modernos.
Ni que añadir durante la Guerra Fría que generó una intensa actividad de espionaje entre los Estados Unidos y sus aliados. La URRSS y China por su parte hacían lo mismo con sus aliados, el interés mayor era averiguar sobre armas secretas nucleares.
Las actividades de espionaje recientes tienen como blanco, el comercio de drogas, el terrorismo, información financiera e industrial, el desarrollo socioeconómico, político y social, entre otros temas de interés por parte de las naciones o individuos en particular.
Los wikileaks de Julian Assange, mas la información de Edward Snowden, el ingeniero en sistemas que trabajó para la CIA asilado en Rusia, abrió la cloaca de “un valor entendido”, entre líderes mundiales y sus agencias de servicios de inteligencia.
Como cualquier fechoría, si te pillan con los dedos tras la puerta, pues se jodio el asunto, a resistir el embate de las críticas, los posibles costos judiciales, sin olvidar el descrédito más la pérdida de confianza.
Esa es la cuestión, ¿o no?
Muy interesante !