Por: Claudia Rodríguez
Rosario Robles Berlanga es una mujer a la que le ha tocado vivir en los ámbitos de la política y de lo personal, eventos intensos y muy publicitados. Pero en lo personal, creo que ha demostrado trabajar intensamente en cada momento que le ha tocado situarse.
Me llama especialmente la atención, cómo Robles Berlanga se ha colocado en el centro de la crítica mal intencionada tras su nombramiento como uno de los miembros del equipo de transición del presidente electo y priista Enrique Peña Nieto. Creo que hay personajes en dicho equipo a los que habría que espulgar más que su probidad, su trabajo y conocimiento del tema para los que fueron propuestos.
Pero la Robles, es para muchos perredistas, priìstas, panistas y sobre todo misóginos, un blanco perfecto para descargar sus frustraciones, furias y ambigüedades.
Rosario Robles fue sin duda, un activo político importantísimo para la izquierda mexicana. Sobre todo en aquellos tiempos cuando el Ing. Cuauhtémoc Cárdenas fue jefe de Gobierno del Distrito Federal y luego cuando por nombramiento de la Asamblea Legislativa de la misma entidad, ella ocupó el mismo puesto de Cárdenas cuando él se postuló por tercera ocasión como candidato presidencial.
La misma Rosario fue actora toral para impulsar la campaña de Andrés Manuel López Obrador para sucederla como jefa de Gobierno del D.F., y hay quienes simplemente la recuerdan –para bien o para mal según su ideología y moral–, como el motor de la ley que permite el aborto en la ciudad capital, al grado de nombrar a esta legislación como la “Ley Robles”.
Para impulsar la campaña de López Obrador, tuvo la fortuna o el infortunio –según con el cristal con que se mire–, afectivo o político, de cruzarse en el camino con el empresario argentino Carlos Ahumada.
Lo curioso –diría yo que patético y misógino— de todo este asunto, es que fue la más señalada de la relación de miembros de la izquierda con Ahumada, pese a que de ella sólo se supo de una relación sentimental enmarcada con escenas de amor por los aires, mientras que René Bejarano entonces líder del Partido de la Revolución Democrática (PRD) en la Asamblea, así como otros miembros del partido como Carlos Imaz y Ramón Sosamontes, fueron los exhibidos recibiendo dinero del empresario argentino para obtener favores una vez que López Obrador se colocara en la jefatura de gobierno de la capital.
La misma Rosario Robles señala que pidió respaldo de su partido y de sus “compañeros” de partido ante estos señalamientos y lo único que vio fue espaldas.
Desde entonces y hasta ahora, ella ha vuelto a fincar su camino sin participación de la izquierda y sólo con la colaboración de más mujeres a las que no les importa mucho la crítica y sí la acción.
Sugiero que dejen de usar a Rosario Robles todos aquellos que insisten en retorcerse en sus ambiciones coartadas. Y sí, se vale la crítica, pero con fundamento, no con el hígado.
Acta Divina… “Una vergüenza” y “mala señal” consideró la integración de Rosario Robles al equipo de transición del priìsta Peña Nieto, el senador perredista Alejandro Encinas.
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