Mandela se nos adelantó. De pocos hombres excepcionales su partida se les siente con regocijo, la tarea ejecutada vibra, vive presente no solo en Sudáfrica, sino es ejemplo global del cómo alcanzar el ideal. La salud, maltrecha del gran Nelson, prefirió despedirse con la dignidad del tránsito por la vida con la sonrisa de lado a lado, en vez, de la mueca del dolor por cansancio.
Decidió, enviarnos un abrazo afable de hasta luego.
Impecable guerrero, cuando hubo usar las armas las usó, contrario a su convicción de lograr el cambio por la vía pacífica los opositores no dejaron otra opción.
El paso en prisión marcó su temperamento, diseñó su temple, fortaleció el ideal; Sudáfrica sin la bota encima del colonialismo europeo.
La salud, después de 20 años bajo la sombra, detrás de los barrotes de la indignidad, no menoscabó la luz para transitar su país a un horizonte prometedor, incluyente, entre los blancos invasores (desde siempre les perdonó) y, los nativos a quienes les secuestraron la libertad.
Un ser humano humildemente grandioso, sagaz, incorruptible, el mejor negociador del siglo pasado, cierto de la verdad, nunca mereció pestañear. Incólume ante la adversidad.
El mundo de hoy, con el virtuosismo de cinco Mandelas, haría que la riqueza fuese distribuida con razonable equidad y, premiar a quienes se esfuerzan más. La dignidad alcanzaría el orgullo de reconocernos seres humanos con las mismas oportunidades. Cada cual a elegir la suya para no ser lastre, sino para remar contra o con la corriente, para ayudar al de al lado.
El mundo, la vida, son eterno desafío, en vez, de vivir exigiendo, vociferando absurdos , mejor hacer, persistir en la lucha diaria, construir poco por poco, añadir a la gran cacerola de la humanidad un destello positivo, una muesca de sal y pimienta sin recelo, el guisado, sería colosal de todos para todos.
Hasta luego señor Mandela, recordemos su grito guerrero:
¡AMANDLA….AMANDLA…!
Gracias por su legado, tenemos mucho que aprender, nos veremos pronto…