Los alimentos ya subieron de precio en los mercados y supermercados, pese a que los nuevos impuestos entrarán en vigor hasta dentro de un par de semanas.
Los “gasolinazos” mensuales, todo indica, se perpetuarán ad infinitum, pese a la apresuradamente aprobada reforma energética.
Cada vez son más altas las facturas por la electricidad.
Desde 2014, el gobierno federal se quedará con más de la tercera parte de nuestros cada vez más magros ingresos.
Y quienes vivimos en el Distrito Federal y “contribuimos” impuesto predial, desde enero pagaremos ya no por el valor catastral, sino por el comercial de nuestros hogares.
Con la inseguridad al alza, con los servicios públicos deteriorados, con unas élites –políticas y económicas– que avasallan y todo corrompen, México ya no es opción para vivir.
“Vende y emigra”, solía decir el finado periodista Agustín Barrios Gómez, cuando le preguntaban qué hacer ante la falta de soluciones en “Mexiquito”, como también motejaba al país –al que ubicaba en “África Latina”.
Pero, ¿vender qué? ¿Emigrar a dónde?
Ahora mismo, ¿existe un país en el que –contrario sensu de lo que dice la canción– la vida de sus ciudadanos de verdad valga algo?
Aquí no, por lo pronto.
Trabajamos y pagamos impuestos y alcabalas sólo para mantener a todo lujo a quienes dizque nos representan, lo mismo que a aquellos a quienes –estúpidamente– confiamos nos van a llevar a mejores estadios de vida.
Promesas, promesas, promesas…
Y caemos redonditos, votamos por ellos.
Los conocemos. Sabemos lo que han hecho y lo que no han podido hacer. Tenemos presente sus corruptelas. Sus faltas de carácter. Hasta su incultura.
Aún así, allá vamos a las urnas a oficializar lo que a todas luces no es nuestra decisión, sino la de otros que de antemano dispusieron por nosotros.
No hemos hecho valer nuestra fuerza numérica. Nuestras opiniones y razones.
Dejamos que nos mangoneen a su arbitrio, de acuerdo a sus intereses… que son económicos, sólo eso.
CRISIS DE REPRESENTATIVIDAD
Fueron ahora los representantes a la Asamblea Legislativa del Distrito Federal quienes dieron la más artera puñalada a los propietarios de inmuebles en la capital nacional. Una nueva fórmula para el cobro del impuesto predial, con base en el avalúo comercial y ya no catastral, como ha funcionado ahora en transacciones de compra-venta.
Ayer, diputados y senadores incrementaron impuestos federales en una miscelánea fiscal que ni siquiera llegó a reforma.
Más y más dinero para los ejecutivos. Para el federal y el local de la ciudad de México.
Porque, dice el colega Alejandro Mújica Montoya, “la democracia representativa ya no funciona en México, si es que alguna vez funcionó.”
Lo razona Mújica a través de una pregunta:
“¿Tú te sientes representado por un Congreso en cuyas cámaras se encuentran ‘legisladores’ de representación proporcional que en realidad son elegidos por las burocracias partidistas, en unos casos, en otros por éstas y el jefe del Ejecutivo y en otras sólo por éste último? Yo creo que no.”
Y no, efectivamente. No nos representan.
En un mensaje electrónico a un foro en el que participamos trabajadores de la comunicación –columnistasyperiodistas@groups.live.com–, Mújica Montoya pone en evidencia cómo es que lo único importante para la mal llamada “clase política” son los cargos y el dinero público… para sus bolsillos:
“La reforma política no incluyó la reducción de la representación proporcional en la Cámara de Diputados y la desaparición de plano en la de Senadores, y la propuesta era sustentable. Los que la sostuvimos partíamos de la idea de que reducir de 200 a 100 diputados acreditados según este principio, no anulaba la representación de las minorías y, en la de Senadores, desde el momento en que hay legisladores de primera minoría, no se justifican los de representación proporcional porque, además, esto siempre ha sido aberrante y atentatorio al mismísimo Pacto Federal, puesto que si de acuerdo a éste los Estado federados son iguales independientemente de su extensión geográfica, su riqueza, el tamaño de su población, etcétera, introducir por aquella vía en la Cámara en la que están representados los Estados que forman la Federación rompe la igualdad de las entidades.
“Lo que tampoco introdujo la (contra)reforma política es la reducción de los dineros públicos que el IFE pone en manos de los partidos políticos. Aquí tampoco se trataba de retirar absolutamente el financiamiento público de ésas entidades necesarias al desarrollo de la democracia. Se trataba de reducir la cuantía de la bolsa de acuerdo a la cual se hace la distribución de los recursos a los partidos. Actualmente, dicha bolsa se forma multiplicando el 65% del salario mínimo vigente del DF por el número de ciudadanos inscritos en el padrón electoral. De esta cantidad, el 30% se reparte igual a todos los partidos con registro y el restante 70% de acuerdo al resultado que obtuvieron en la última elección federal.
“Nosotros queríamos que la bolsa se calculara no con el 65% del salario mínimo, sino con el 40%. Esto no es retirar el financiamiento público de los partidos; es, simple y llanamente, desestimular un poco el atractivo que tienen los formadores profesionales de partidos políticos en México para continuar en el negocio.
“Entonces, como las reformas políticas promovidas por las instituciones formales, dado el método prevaleciente para integrarlas, no están reflejando el deseo de lo que yo me atrevería a llamar las mayorías ciudadanas, debemos pensar, ¿cómo le hacemos desde la sociedad civil (que podría ser la auténtica sociedad política) para que seamos verdaderamente escuchados y se legisle, como alguien decía, con el oído atento al pueblo?
Esto sería pasar de la democracia representativa a la democracia participativa.”
Eso en lo político… pero también debemos participar los ciudadanos en las decisiones económicas que afectan nuestros ingresos, nuestras propiedades.
Porque, ni modo. Aquí nacimos y la mayoría aquí nos vamos a morir, ¿o no?
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