¿Sabe usted quién es Basilio González Núñez? Es quien dará la cara, dentro de unas horas, cuando se anuncien los salarios mínimos que entrarán en vigor a partir del próximo primer día de enero. Él preside la Comisión Nacional de los Salarios Mínimos –con un ingreso pecuniario que los multiplica a la ene potencia–, misma que durante toditito un año estudia cuál será el sueldo que deberán pagar a sus trabajadores los patrones en los 365 días inmediatos.
González Núñez da la cara, sí. Pero la decisión aparentemente es adoptada por un Consejo de Representantes que se integra con 22 consejeros del sector obrero, 11 titulares y 11 suplentes, así como por 22 consejeros del sector de los empleadores, también con 11 titulares y 11 suplentes. Aparentemente, porque en este país ya sabe usted quién es el que tiene la última palabra.
No obstante, estos 25 personajes son quienes anualmente violan flagrantemente la Constitución que, en su artículo 123, señala que “los salarios mínimos generales deberán ser suficientes para satisfacer las necesidades normales de un jefe de familia, en el orden material, social y cultural, y para proveer a la educación obligatoria de los hijos.”
Es más que evidente que 64 pesos con 76 centavos, vigentes ahora en el área geográfica A, o 61 pesos con 38 centavos, para la B, son insuficientes para satisfacer ni una sola de las necesidades que enlista el texto constitucional.
“Nadie gana el salario mínimo”, suelen declarar los funcionarios para justificar tan raquíticas percepciones para la clase trabajadora. Arguyen que es sólo una referencia y que son dos o hasta tres salarios mínimos lo que ganan quienes son menos favorecidos o están menos calificados.
Pero son argucias, no argumentos.
Los salarios mínimos son mínimos, más que mínimos, porque las sucesivas administraciones federales así lo ofertan a las tan ansiadas inversiones extranjeras. Mano de obra barata.
Pero también porque el mimado sector empresarial pone como condición para seguir invirtiendo sus capitales en el país.
Así, el gobierno federal es rehén… pero las víctimas son los gobernados.
¿Cuál será el salario mínimo para el 2014?
¿Llegará siquiera a los 70 pesos? ¿Seis dólares por día?
En Estados Unidos, país con el que nos comparan con cada “gasolinazo”, mucho más de eso es lo que los trabajadores sujetos al mínimo cobran ¡por hora!
OPULENCIA DE LÍDERES
Los empresarios están en su papel. Buscan más ganancias a costa del bajo costo laboral. Quienes desentonan, en cambio, son los dizque “líderes” sindicales, quienes viven en la opulencia a costillas de sus dizque representados.
Hace unos días, por ejemplo, dichos “líderes” se reunieron a un desayuno navideño organizado por quien los encabeza: el impresentable Víctor Flores, del gremio ferrocarrilero.
Hotel de lujo a la vera del Paseo de la Reforma. Varios centenares, los invitados. Mariachis. Hermosísimas y, por qué no, provocativas edecanes. Regalos para todos y cada uno de los ahí presentes. Todos, por supuesto, con valor de muchos muchos salarios mínimos. ¡Faltaba más!
Y habló Víctor Flores. Empleó el estribillo de cada ocasión: unidad, unidad, unidad.
Pero, próximo a la muerte por varias enfermedades que lo aquejan y lo presentan tambaleante, dio un inesperado giro discursivo hacia lo religioso.
No que se arrepienta –todavía– de sus tranzas, corruptelas, robo a los sindicalizados, fraudes a los jubilados, incluso de un asesinato del que se le acusa. No, arrepentido todavía no.
Pero invocó a Dios. Al Señor. Le pidió por todos, quizá sabiendo que la mayoría de los ahí presentes tienen acumulados tantos pecados –y delitos–, como los que él ha perpetrado.
Tocó el turno al verdadero mandamás. Joaquín Gamboa Pascoe tomó el micrófono. E irónico, quizá sardónico, agradeció al anfitrión, a quien deseó que siguiera teniendo dinero para seguirles invitando, para seguirles regalando, incluso para que siga trayendo más jovencitas como las edecanes, para alegrarles el ojo a los viejos carcamanes que mantienen estático al movimiento (sic) obrero.
¿Y los trabajadores?
No. Nadie se acordó ahí de ellos. Salieron del lugar. Los rodearon –a algunos los cargaron– sus guaruras. Subieron a sus camionetas blindadas, mientras algunos trabajadores, de “a salario mínimo”, almorzaban tacos en un puesto ambulante.
¡Vivan los salarios mínimos!
¿A poco no?
Índice Flamígero: En sólo dos días, un par de entrañables compañeros han partido a reportear desde la redacción celestial. El lunes nos dejó Joaquín Roura Quiñones, con quien compartí cuartillas en el ahora desaparecido El Heraldo de México, a finales de la década de los 70’s. Ayer, el gran amigo Víctor Manuel Cázares, gran comunicador político, compañero de aventuras y “exclusivas” en la fuente política. Descansen en paz. A Reyna, a Linda, sus respectivas compañeras, les deseo resignación.
Cuánta razón: el salario mínimo: es menos que mínimo. Se nos dice con frecuencia que los trabajadores ganan uno y medio y dos, tres salarios mínimos, cantidad insuficiente para satisfacer necesidades mínimas de una fami lia. Pero ya lo aumentaron 3.9, es decir del subsidio de los trabajadores a los empresarios. Saludos.