Tienen razón quienes dicen que los gobernantes, ya sea del ámbito municipal, estatal, incluso federal, no son sólo mediocres, ineptos, embusteros, destructores, injustos y corruptos. Son también los más cínicos de las últimas décadas, lo cual no carece de mérito, dada la brutal competencia de sus predecesores panistas.
Los mexicanos llevamos ya muchos años de mala suerte. Desde Gustavo Díaz Ordaz en adelante. El panorama empeora en los estados y en las municipalidades con el transcurso de los años.
Los políticos mexicanos se han ganado a pulso la animadversión, el desdén, la malevolencia de los ciudadanos.
La desconfianza en ellos es tan absoluta que basta con que Enrique Peña Nieto o uno de sus secretarios anuncien algo para que todo el mundo se lleve las manos a la cabeza y entienda que va a pasar justamente lo contrario de lo anunciado. “Bajarán los precios de la luz y la gasolina” significa para la mayoría que sí van a subir…y mucho.
Da todavía más coraje ver como los políticos postulan la negación permanente de la realidad. “México vive en paz y con tranquilidad”, suelta a ocho columnas el hidalguense Miguel Ángel Osorio Chong, mientras en su entidad natal asaltan e incendian tiendas de conveniencia; en Michoacán hay una verdadera guerra de guerrillas y –tan sólo por mencionar tres entidades– en Guerrero la autoridad ha sido borrada con pancartas y hasta con balas.
Prácticamente todos quienes cobran en las altas nóminas de la seguridad pública siguen el dictado de Bucareli. Así, los subordinados de Osorio Chong se han contradicho cien veces, han balbuceado, han hecho declaraciones ininteligibles o inarticuladas, como infrahumanos privados del don del habla… excepto ese curioso personaje llamado Manuel Mondragón, que en cuanta oportunidad tiene al alcance –la pintan calva, pues– hace su rondín por los noticieros de radio y televisión.
Es cierto: no merecen consideración nuestros gobernantes.
Ellos, por cierto, tampoco nos consideran a nosotros.
TURNO EN LA PICOTA
No obstante, vale detenerse en un caso llamativo. El de Fausto Vallejo Figueroa, redivivo gobernador de Michoacán, quien ahora es blanco de las fuerzas federales, a través de sus francotiradores en los medios.
En el simplismo infantiloide del que algunos hacen gala, Vallejo es el único responsable de la debacle michoacana. Se ceban en él. Lo llenan de calificativos despectivos. Y otra vez lo dan por muerto o, peor aún, aniquilado.
Así, sin análisis y sin siquiera conocimientos, es como interpretan el envío de un comisionado presidencial a tierras purépechas –Peña Nieto se arrogó facultades que no le otorga la Constitución– y ven en el accionar más reciente de Vallejo, como gobernar desde Apatzingán, corazón del conflicto; o entregar créditos a los propietarios de negocios que han dejado de ganar por la violencia, lo que llanamente llaman “patadas de ahogado”.
Pocos o más bien ninguno se ha detenido a calibrar la responsabilidad que en el conflicto tiene la venganza de Felipe Calderón en contra de los michoacanos que lo rechazaron en las urnas cuando pretendió ser gobernador; ni la corrupción que ahí, como en otros lugares, prohijó Genaro García Luna al amafiarse con los criminales; ni las complicidades de los cardenistas, ni la situación económica…. Nada. Sólo Vallejo es responsable.
Y por tal a él lo vituperan con calificativos que les quedan a todos: mediocres, ineptos, embusteros, destructores, injustos y corruptos.
Esta es la segunda ocasión que desahucian a Fausto Vallejo.
Ya regresó a la vida una vez, ¿por qué no habría de hacerlo más adelante, resucitando a la vida política?
Vallejo tiene lo que al comisionado Castillo le falta: legitimidad. Fue ganada en las urnas.
Castillo sólo es amigo de Enrique Peña, lo que no es poco, claro, pero tampoco es suficiente para dar solución a un conflicto que, se advierte, va para largo, ¿no cree usted?
Índice Flamígero: Claudia Ruiz Massieu Salinas de Gortari, secretaria de Turismo del señor Peña, ingresa al nada selecto club de los negadores de la realidad. Desde España sentencia que la violencia que impera en el país “no es un dato que preocupe” a sus anfitriones. ¿Y las alertas del Departamento de Estado gringo, que siguen prácticamente todos los países, tampoco es una referencia que a ella le inquiete?
Amiguismo, en consecuencia contubernio es la constante, en su caso cabal impunidad por el descarado encubrimiento entre los integrantes -todos- de la “clase política”.
A Claudia Ruiz Massieu Salinas de Gortari le asiste la razón para ella no es inquietante la generalizada violencia, lo es sí para el ciudadano de a pie.