¿Guerra de titanes? ¿O de ex titanes? ¿Entre ellos? ¿Contra el actual primer mandatario? ¿Por defender cada cual sus vastas parcelas económicas y financieras ahora que se discuten las leyes reglamentarias a las-reformas-que-el-país-necesita(ba)?
Si fueron grotescos, hoy son patéticos.
Carlos Salinas se revuelca una vez más en su vómito de mediocridad –yo no soy responsable del caos económico que les heredé; los otros son los culpables. Y ahora ya no para exigir que le devuelvan todo lo que él y sus hermanos se robaron, pues ya se lo regresaron hasta con réditos, sino para defender los intereses de la empresa dominante en telefonía que, en su sexenio, él privatizó y dio a uno de sus socios con sólo el 5 por ciento de las acciones.
Mercachifle, “gato de angora”, Ernesto Zedillo regresa brevemente de la costa este de los Estados Unidos, sólo para abogar a favor de la empresa gringa a la que, en su sexenio, le malbarató los ferrocarriles que eran nacionales y que hoy lo tiene como empleado.
Felipe Calderón, pobrecito, viene a intentar hacerse del control del partido que él hizo añicos durante su fallido espuriato. Fracasará, eso es seguro.
Patéticos. Muy patéticos.
Más aún nosotros que los tuvimos y mantuvimos. ¡Que aún los mantenemos!
Bien decía Voltaire que “la pasión de dominar es la más terrible de todas las enfermedades del espíritu humano” y, desde luego, la ausencia de poder, de la noche a la mañana, de hombres que han alcanzado el más alto lugar de dominio político de un país, les conduce a una situación de vacío que no todos los mandatarios saben reconducir. Ellos no, por lo que se ve y sí se juzga.
De la tensión diaria, de los teléfonos que no paran de sonar, de una agenda interminable, de subir y bajar de aviones y helicópteros, y de ser la última persona sobre la que recae la responsabilidad de adoptar importantes decisiones, pasaron a la calma, a los teléfonos mudos y al interés de los medios de comunicación hacia otras personas.
Por tal es que buscan reflectores que iluminen su patética mediocridad, sus patéticas chambitas en las transnacionales, su patético interés por volver a la escena pública a través de sus corderos y borregos.
LIBRE EXPRESIÓN
Esta que culmina mañana ha sido la semana de los ex presidentes.
No la mejor de todas las de su existencia.
Comenzó hace siete días con el artículo de Esteban Moctezuma sobre los motivos que lo llevaron a renunciar a la Secretaría de Gobernación, apenas iniciado el sexenio de Zedillo.
Luego trascendió que éste había venido a México a negociar y a presionar a los legisladores que ahora discuten nuevos términos a la llamada ley ferroviaria.
Siguió la publicación de la entrevista de Rogelio Cárdenas Estandía a Salinas de Gortari, donde –como lo ha venido haciendo las últimas dos décadas– busca mostrarse como víctima y no como causante de muchas de las desgracias que aún padecemos los mexicanos.
A media semana apareció Calderón dizque lanzando una fundación y, en entrevista radiofónica, lamentándose de lo mal que está el partido que encabezó y que él mismo llevó hasta el tercer lugar de las preferencias electorales.
Y no. No se trata de que no hablen. Están en su derecho, ¡faltaba más!
Pero si hablan, deben hacerlo con respeto a la institución que representaron.
Aunque decía María Bonita que “calladitos se ven más ¿monitos?”.
Patéticos. Enfermos.
Y sí, dejar de ejercer el poder es una exigencia dura para personas que han dedicado la mayor parte de su vida profesional a buscar, amasar y utilizar precisamente el poder.
Lo cierto es que no hay manual de instrucciones para abandonar el poder, pero lo que recomiendan los expertos, tras el vacío y la deshabituación, es liberarse, salir del duelo de la pérdida del poder y recuperar los espacios vitales arrinconados por la actividad política y buscar un nuevo papel en un reaprendizaje vital.
Pero no aprenden.
Tampoco nosotros.
Índice Flamígero: ¡Lo único que nos faltaba!, excamaría mi abuela. Ahora Vicente Fox organiza reunión con quienes formaron filas en su “gabinete Montessori”. La próxima semana. A’i nos avisan.