• No se escuchará ya su golpeteo
• Otro que dice adiós: Federico
Toda una maravillosa época del periodismo. Aquel Excélsior, el periódico de la vida nacional. Los periodistas que destapaban cloacas; incómodos para los barones de la política, para los mercenarios de “la cultura”, para los poderosos. Periodistas al servicio de la realidad, de la historia, de los hombres que sobreviven excluidos, marginados, expoliados explotados. Y en ese contexto Federico Campbell desplegaba su quehacer cultural, su tarea en el periodismo diario, a punta del intenso golpeteo de La Máquina de Escribir.
Salido de aquella entrañable Tijuana, la puerta por donde siempre han salido hacia el norte millones de personas en busca del American Dream, Federico fue uno de los más preclaros personajes entre los periodistas que ejercían el periodismo, el único, el irrepetible, cincelado a golpe de preguntas incómodas, de la irritación de los poderosos, de análisis profundo, de comentario mordaz, de caricatura puntillosa.
Atrás quedó Baja (Baja California), donde el periodista, el poeta, el crítico, el ensayista, el traductor vio la luz del mundo. Y ciudad de México se convirtió en el campo de sus aguerridas batallas por la cultura, por la belleza, por la justicia.
Excélsior, Proceso, La Jornada, Milenio, entre otras publicaciones fueron las trincheras desde donde Federico se lanzó a la batalla diaria por un periodismo profesional, digno, comprometido con los que hacen la cultura, con la gente vulgar, con los luchadores por la libertad de pensamiento, con creación, amantes de lo bueno, de lo justo y de lo bello.
Federico escribió y escribió y escribió: Periodista, editor, ensayista, traductor y narrador, Campbell fue autor de obras como Pretexta o el cronista enmascarado (1979), Los brothers (1984), Tijuanenses (1997) y Transpeninsular (2000), por la que obtuvo el Premio de Narrativa Colima. Entre sus ensayos destacan La memoria de Sciascia (1989), La invención del poder (1994), Máscara negra. Crimen y poder (1995), Post scriptum triste (1994), entre otras.
El escribidor tuvo el privilegio de tratar a Federico en Excélsior y en la revista Proceso y sólo recibió lecciones de humanismo, de justicia, de compromiso, de profesionalismo en la tarea diaria de hurgar la realidad, de analizarla y de compartirla con lectores igualmente preocupados. Cotidianas, gratuitas y gratificantes clases de periodismo recibidas del inolvidable periodista dedicado a crear y recrear las cosas de este mundo, sublimadas por el profesionalismo y el amor al ser humano, a la naturaleza, a la belleza, a la bondad del infinito.
Hoy, el cuerpo del tijuanense inolvidable está inerte. Cada que se va un periodista al escribidor se le muere una parte importante de si mismo. Como que muere de a poco en poco, pero bien porque la vida no se entiende ni se explica sin la muerte. Es un todo. Nacimiento, crecimiento-muerte de a poquito-, realización vocacional comprometida con la vida, con el periódico que es la vida para el periodista, con una buena parte de la comunidad, con lo justo, con las satisfacciones mundanas y espirituales, con los compañeros y compañeras de camino, y al final la partida hacia la Eternidad Feliz de la Nada., de Algo, de Quién sabe.
Federico fue un ser humano y un periodista, un trabajador de la cultura, brillante, porfiado en busca de la verdad que hace libres a los seres humanos. Recibió muchos homenajes merecidos. En 1995 ganó la beca J. S. Guggenheim. En 1977 fundó la editorial La Máquina de Escribir, que durante mucho tiempo fue una razón muy importante en su vida. El lunes 27 de enero del 2014 fue nombrado presidente honorario de la 32a. Feria del Libro de Tijuana.
Como lo reportó la prensa de la capital mexicana, después de más de dos semanas internado en el área de terapia intensiva del Hospital Mocel, Federico, contando 72 años, dejó este mundo Su esposa Carmen Gaitán, directora del Museo Nacional de San Carlos, dijo que el escritor murió a causa de un derrame cerebral masivo provocado por la Influenza. El Panteón Francés de San Joaquín sería el sembradío donde depositaron sus restos.
Su última aparición en público ocurrió en Tijuana, en enero pasado, donde Campbell ofreció una conferencia magistral sobre el escritor jalisciense Juan Rulfo, además de recibir el nombramiento de Presidente Honorario de la Feria del Libro. Allá comenzó a sentirse mal con síntomas similares a una fuerte gripe, mismos que se agravaron a su retorno a la Ciudad de México.
Otro que se va. Antes lo había hecho otro grande del periodismo y de la literatura. José Emilio Pacheco, colega también de Proceso.
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