La lista de personajes políticos infieles es larga. Hace cincuenta años la mayoría de éstos peculiares sujetos lograban salvar la incómoda situación. Ante los ojos del público se consideraba, “el pecado,” un mero rumor difícil confirmar. La fotografía delatora tampoco era prueba suficiente, existía la posibilidad de un montaje elaborado por algún rival para desprestigiar.
En el presente, la cibernética, el Internet, las redes sociales, revelan sin misericordia cualquier desliz, trátese del marido común, la mujer afable o del político de cualquier rango.
David Petraeus, general retirado, comandante de las fuerzas en Afganistán, Irán Pakistán, debió renunciar a su cargo como director de la Agencia de Inteligencia, CIA, por mantener un affaire, con la periodista Paula Bradwell, su biógrafa.
Todo acusa que el Buró Federal de Investigación, FBI, descubrió varios drafts en la cuenta del Internet del general, como medio de comunicación con su amante.
¿Qué pasó por la mente de Petraeus? Conocedor de la fragilidad de los medios electrónicos, asumió que nadie daría cuenta del truco del draft, vaya candidez.
Lo grave es que no fueron los propios agentes de la CIA, sino los rivales del FBI. Más grave es, que Paula Bradwell accedía a su cuenta particular como director de la agencia, para leer los borradores. Lo mismo, pudo enterarse de otros comunicados probablemente relacionados con la seguridad nacional o los temas clasificados que manejara el general.
Pareciera que la hebra de la madeja que descubrió el romance extramarital y la estrepitosa caída de Petraeus, fueron una serie de e-mail anónimos, escritos por Paula Bradwell a Jill Kelley, amiga cercana a la familia del general.
Los contenidos de los mensajes electrónicos, le advertían a la señora Kelley guardar distancia del general, pero también, daban cuenta de movimientos de oficiales de la base aérea MacDill en Tampa, Florida. Los cuales no eran públicos y algunos clasificados. Jill Kelley sin remedio contactó al FBI.
Paula Bradwell estudió en la Universidad de Harvard, era reservista del ejército, después del septiembre 11, fue llamada al servicio activo para desarrollar actividades de contraterrorismo, durante el tiempo que escribió la biografía mantuvo un acceso muy cercano al general de cuatro estrellas y a los comandantes que lo rodeaban, y ha colaborado para el noticiario CNN.
Con éstos antecedentes, ¿creyó que las autoridades no rastrearían el origen de los e-mailes hasta descubrirla?
Tanto ella como Petraeus ¿No lo imaginaron? ¿Omnipotencia o Narcisismo? Es la interrogante.