Nicolás Maduro presidente de Venezuela envía, a Elías Jaua ministro del interior, al cambio de poderes en Chile. La afamada escritora Isabel Allende, ahora como presidente del Senado Chileno, fue la comisionada para entregar a Michelle Bachelet la banda presidencial para el periodo 2014-2018. La usencia del mandatario bolivariano fomenta toda clase de especulaciones, a pesar, de la declaración de Jaua: “Se quedó en Venezuela para seguir enfrentado a la derecha golpista y consolidando la democracia en nuestra Patria”.
Maduro sin argumentos sustanciales para justificar el gobierno que encabeza envuelto con el ropaje de una clara dictadura militar, que atiza con represión castrense a la oposición pacífica, divide cada día más, a una Venezuela polarizada desde las cuestionables elecciones presidenciales de hace más de un año.
La ineficiencia que demuestra la actual administración es sorprendentemente atroz, lo mismo que el poder en la cúpula, también, está fragmentado sensiblemente. La oposición al régimen lo acusa por el desconocimiento absoluto de las actividades mercantiles, agrícolas, económicas, financieras, las del comercio internacional, a pesar, de la exportación de petróleo, la escasez de productos básicos, los mismos que faltan en los anaqueles, cuando algún país se encuentra en estado de guerra. La inflación del 56% y el índice de criminalidad que aumenta, imponen una situación delicada sin salida venturosa próxima.
A la oposición le sobran motivos para manifestar a todas voces el descontento, el mandatario víctima de su propia paranoia, culpa a los Estados Unidos de financiar los disturbios en las principales ciudades del país. Con Panamá, rompió toda clase de relaciones comerciales, políticas, sociales, además de expulsar al embajador desde Caracas. El motivo, al embajador panameño ante la OEA, se le ocurrió proponer una reunión de ministros para analizar el caos urbano que generan las manifestaciones opositoras al régimen de Maduro, las 21 muertes en 29 días de confrontaciones, los 1000 detenidos en prisiones militares, la represión a medios de comunicación, y por la muerte de la primera extranjera como consecuencia de los enfrentamientos.
Para pesar de Nicolás Maduro, la víctima de origen chileno, interrumpió su viaje a Valparaíso a la toma de posesión de Michelle Bachelet como presidente del cuatrienio 2014-2018. Las acusaciones contra el vicepresidente Joe Biden, quien se encuentra en Chile para asistir al cambio democrático del poder presidencial, también le tocó la crítica de Maduro, un tanto sesgada para no ensuciar más las relaciones entre los dos países.
La falta de un líder de oposición, con plataforma y agenda, hace del movimiento callejero, eso, una manifestación abierta de descontento sin rumbo preciso. Y, mientras las fuerzas militares se mantengan del lado del gobernante, no sucederá nada de trasfondo, excepto lo que se conoce, abuso por parte de la autoridad, allanamiento de casas y empresas, violación de derechos humanos, torturas y vejaciones a los detenidos, golpizas salvajes a los jóvenes con la culata de los rifles, patadas a diestra y siniestra, escases de productos básicos, la criminalidad galopante, el retroceso de las aéreas productivas, el distanciamiento a las inversiones, pero además de lo anterior, mas nada. Maduro en su macho.
La desafortunada declaración de Nicolás Maduro, al señalar que de caer su gobierno, Latinoamérica se contaminaría, por el contrario, la unificaría con responsabilidad social, revalorizaría la atención y aplicación de los derechos humanos, la ley mordaza se suavizaría, y la atención de los mandatarios para corregir las economías se daría con sentido de urgencia, con diligencia para que la riqueza generada se reparta con mayor equidad.