Desde Nueva York
30/07/2012 – 03:11
Por: Rubén Cazalet
Mitt Romney, durante el viaje a Europa y Medio Oriente, mostró en política exterior su pequeñez como estadista, y lo colocó ante la comunidad internacional como un político local cuya estatura no da más allá de liderar un gobierno estatal.
El desatino al cuestionar al primer ministro británico sobre la organización de los Juegos Olímpicos como, “desconcertante,” fue el principio de comentarios y cuestionamientos desatinados, dejando de lado cualquier sensibilidad de protocolo y respeto por su interlocutor y la nación que representa.No satisfecho con la pifia, en Israel, en busca el voto judío en casa, apoyó la política de Bibi Netanyahu de intervención en Siria e Irán. Al perenne conflicto palestino le dio la espalda para respaldar la política de Israel.Las reacciones agudas de los medios las veremos en el transcurso de la semana, por lo pronto el pueblo norteamericano ya dictaminó un veredicto inicial, otorgándole al presidente Obama, 47% a favor, en cuanto a política exterior. Al republicano apenas 32%.Espanta que el candidato Romney, egresado de las mejores universidades del país, se mantenga en un abismo de desconocimiento sobre la situación que reina en el planeta, tal vez, sea compinche del iletrado EPN. De otra manera, no es comprensible la magnitud de desaciertos por parte de el y menos de los asesores. Los momentos más luminosos de Obama, se refieren a política exterior, el giro que su gobierno le ha dado a esta asignatura ha destensado los conflictos internacionales de magnitud; Egipto; Libia; Afganistán; Pakistán y ahora Siria. El recurso de sanciones económicas y la intervención de las instancias internacionales como las Naciones Unidas y la OTAN, han dirimido en concierto los desacuerdos, sin tener que aplicar Estados Unidos la política intervencionista, al estilo Bush, que los caracterizó por décadas. El presidente del comité de relaciones exteriores del congreso, Richard Haas, y, Paul Wolfowitz, ex presidente del Banco Mundial celebran la destreza de Obama y su secretaria del interior, Hillary Clinton, en cuanto a la forma de encarar los enfrentamientos internacionales, a pesar, de la constante negativa de Rusia y China para secundarlos. El tema central de la campaña del candidato republicano a la presidencia de los Estados Unidos, Mitt Romney, es el estado de la economía que aqueja a la nación.La materia es sin duda la más sensible de todas al día de hoy. El electorado no aprecia los índices de mejoría después de la crisis financiera del 2008, y las críticas a la administración del presidente Obama solo han generado desconcierto y mayor preocupación.El problema es menos serio que el de la crisis europea en cuanto al impacto global, sin embargo, no se puede soslayar por el efecto interno y el ánimo negativo que produce entre los ciudadanos.Los casi trescientos mil trillones de dólares en deuda no son tema menor, el índice de crecimiento del PIB decreció del 2.2 al 1. 2 el mes pasado, alarmando al público neófito. Olvida que se generaron casi 4 millones de empleos, se salvó a la industria automotriz y la pequeña y mediana industria lentamente se recupera, además de que las intervenciones militares van desapareciendo. La fragilidad de la economía es el resultado de la política de guerra, del ex presidente George W. Bush, y la elasticidad en la fiscalización del sector financiero. Ambos políticos, Obama y Romney coinciden en el punto, aunque la manera de corregir el rumbo sea diferente. El presidente, menos neoliberal que el otro, enfoca la recomposición de las finanzas nacionales a través de inversión pública primero, y privada después, en infraestructura como fórmula para acelerar la generación de empleo, la derrama económica y el desarrollo de un sistema ferroviario de nueva generación que incluye trenes bala y nuevas vías a ciudades clave para conectarlas a la red nacional en, obvio, beneficio para las economías locales.Cabe señalar como ejemplo la importancia del proyecto ferroviario que incluye conectar a Orlando con Miami, el centro de distribución más importante de carga aérea y marítima hacia Latinoamérica.Hoy en día el ferrocarril que incluye vagones de pasajeros tarda el recorrido más de 11 once horas con una corrida diaria. De prosperar el tren bala para pasajeros, la geografía de sur a norte y viceversa del estado de Florida aceleraría el crecimiento de la economía como resultado del gasto de usuarios y visitantes.El caso del tren de carga, las mercancías recorrerían el mismo trayecto en menos, o en igual tiempo al carretero, sin los sobresaltos que implica el errático precio de combustibles que afectan el costo de transportación y que el consumidor termina pagando al adquirir el producto final.Las unidades de arrastre de carga carretero se dispersarían por la geografía nacional para conectar con mayor prontitud y eficiencia poblaciones modestamente favorecidas con éste servicio para vincular sus servicios y mercancías con el resto de los estados. La lógica del proyecto aplicaría de la misma manera a los otros contemplados en zonas estratégicas en el Medio Oeste, Oeste y Este. El antecedente de la productividad de un proyecto de tal magnitud lo vivió el país, en los años cincuentas después de la Segunda Guerra Mundial, cuando el presidente Dwight “Ike” Eisenhower instruyó a su gabinete para construir las supercarreteras que cruzan de Este a Oeste, de Norte a Sur la unión. El motivo inicial no contempló el crecimiento económico sino la seguridad nacional. Las carreteras deberían construirse con tal amplitud y evitar accidentes geográficos para movilizar tropas y armamentos en el menor tiempo posible con la fluidez debida. De no haberse patrocinado la mega construcción carretera, la vinculación de mercancías hubiese sido mas lenta; probablemente el desarrollo macroeconómico llegaría años o décadas después. Sin descontar que su majestad el automóvil se convirtió en un bien indispensable, desarrollando una poderosa industria automotriz, de autopartes, consumo de combustibles, talleres mecánicos, distribuidoras de automóviles, estaciones de gasolina, moteles, restaurantes, etc. El presidente Obama atina al defender esta política de inversión y desarrollo que por donde se aprecie es alentadora. Mitt Romney, por su parte, le cede al sector privado la responsabilidad de generar desarrollo, y lo estimula con reducción de impuestos, la cancelación del programa de salud Obamacare, para volver al esquema anterior en donde se beneficia a los laboratorios, las empresas de seguros y subsidia a centros médicos. Dos visiones, un país, en noviembre los resultados de la elección.