El sismo que se suscitó la noche del martes de esta semana con epicentro en la zona costera del norte de Chile, debe ser como siempre; un tema de reflexión y acción de cuál es nuestra posición como seres humanos en este planeta que habitamos.
Desde el evento telúrico en cuestión, he leído y escuchado comentarios y aseveraciones acerca de “la fuerza devastadora de la naturaleza” como si fuese un mal, un ente, un demonio. No es así.
Los seres humanos que presumimos inteligencia de grado superior a todos los demás seres vivos que habitan este planeta, hemos fallado en lo más esencial; la convivencia con otras especies y el respeto a la naturaleza del entorno que transformamos, aprovechándonos del mismo espacio sin mantener la armonía. Depredamos, destruimos.
Las porciones de tierra que habitamos los humanos y sobre las que hemos construido ciudades de todo tipo desde turísticas, culturales y hasta grandes desarrollos urbanos, tienen de antemano un comportamiento de orden natural.
Como ejemplos: Las zonas cercanas a placas de subducción, resentirán de manera constante y con mayor frecuencia movimientos telúricos. Si estas se encuentran en zonas costeras un tsunami puede ser otra consecuencia. Si el sismo se presenta en una zona urbana, puede afectar las edificaciones y demás infraestructura. De igual forma hay que pensar los riesgos de las zonas en donde por orden natural se originan tornados, huracanes y demás.
Pero también, hay que considerar que el calentamiento global es producto de la acelerada tecnificación y uso de los recursos naturales que hemos realizado como humanidad, alterando así; el orden natural de los sucesos del medio.
No nos equivoquemos, la naturaleza no es un ente maligno. Somos los hombres quienes hemos alterado el orden de nuestros ecosistemas y de manera acelerada estamos sufriendo las consecuencias.
La falla es que nos creemos seres superiores y aún no hemos entendido nuestro sitio en el planeta.
Acta Divina… “Las proyecciones de la ONU indican que casi todo el aumento de la población mundial previsto hasta 2050 se va a registrar en las urbes de lo que son en la actualidad los países de ingresos bajos y medios, en parte porque la reducción de las cosechas provocada por el calentamiento va a forzar nuevos desplazamientos del campo a la ciudad. La población más vulnerable, lejos de disminuir, es la que más va a crecer”.
Para advertir… Y nosotros los mexicanos, sin advertir la gravedad del problema.
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