• Gabriel García Márquez, sobre todo reportero
• El gran reportaje de la realidad latinoamericana
Me preguntó Moi si el texto que le envié por correo era de mi autoría y que si podía publicarlo. Claro, le respondí. Es mío y podés publicarlo. Y lo “posteó” en su nuevo sitio web de nombre entresemana, igual que su espléndida columna, cuya dirección es:
(http://www.entresemana.mx/opinion/francisco-gomez/francisco-gomez-mazaa-proposito-de-gabo/).
Escribí el poema, cuando me di color de que por las redes llamadas sociales, que de sociales tienen lo que yo de eremita, se soltó una catarata de estupideces y sandeces por la partida de ese periodista que tuvo la osadía, la habilidad y la sensibilidad de retratar, dibujar, esculpir, destazar la realidad fantasmal, rulfiana realidad latinoamericana, desde la perspectiva del reportero. Sí. Del reportero. Porque periodista puede ser cualquiera, hasta Azcárraga Jean o Salinas Pliego, o Slim. Y reportero no cualquiera.
Yo necesitaba reclamar seriedad y respeto a la memoria de los muertos que viven ya en condición de ceniza, o debajo de la tierra, como los compadres muy queridos de mi paisano Jaime Sabines, y especialmente a la memoria de Gabriel García Márquez.
Ante tantas sandeces, podían enojarse los millones de fantasmas de Macondo, del viejo Macondo, y del nuevo, y del que está por fundarse, que lo fundará el mismo muerto de jueves santo, ese pueblo universal, que en este país es objeto de cruzadas contra el hambre y de una trasnochada política de caridad al estilo de las cofradías de la sacrosanta iglesia romana del medioevo.
Ah, y decía yo en mi texto que si García Márquez hubiera nacido y vivido, en lugar de en Cuernavaca o San Jerónimo, en el Pacayal o en el Triunfo Agrarista, o en Patria Nueva, o en Las Granjas, las zonas residenciales más deprimidas y deprimentes del Macondo chiapense, la novela que dice todo el mundo haber leído se habría titulado Mil años de soledad. Eso lo escribí en ese texto que le mandé al Moisés.
Pero habrá que recordar al buen Gabriel como un reportero – él mismo prefería decirse reportero y vaya que lo era, que reporteó la realidad y escribió las noticias, los reportajes, las crónicas, los artículos de opinión, las columnas y cuanto género periodístico hay en este mundo, sobre la realidad lacerante de América Latina.
Tan bien y tan bellos reportes periodísticos traspasaron la tenue línea fronteriza entre el periodismo y la literatura. Esa literatura bella que fue inaugurada por el grande de la narrativa latinoamericana, Juan Rulfo.
Gabriel no es grande, ni es el genio de la narrativa latinoamericana, porque haya sido premiado con el Nobel. No estoy muy seguro de que él creyera mucho en el Nobel, una presea tan desprestigiada por los emperadores de la cultura occidental cristiana. Y que bien que lo aceptó porque con esa credencial tuvo acceso a todos los rincones de los imperios, inclusive la paradigmática Casa Blanca, en donde hasta hace no mucho personajes de la especie homo subversivus no podían ingresar.
Así que, amigos intelectualoides, intelectuales tales para cuales, lectores de literatura sanbornsdiana, pensadlo muy bien antes de declarar que García Márquez marcó su vida.
Este lunes Bellas Artes se engalanará de la clase dominante de la cultura y de la política para homenajear a un hombre, a un periodista, a un literato que con su palabra escrita les reclama a esa clase dominante el por qué aún hay millones y millones de seres macondianos en el hemisferio occidental y particularmente en México, en Colombia, en Centro y Sud América, en Haití, en Dominicana, en Cuba y en todos los rincones de Macondo.
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