• Viven aquí en condiciones terribles
• Tienen que buscar refugio en EU
La Confederación Nacional Campesina se solidarizó este domingo con los más de tres millones de trabajadores agrícolas mexicanos, que sufren explotación en los Estados Unidos y, en el marco del Día del Orgullo Mexicano que se celebra el cinco de mayo de cada año en el vecino país, se sumó a las demandas para lograr la ciudadanía de los inmigrantes, la reunificación de las familias separadas por la frontera internacional y el derecho a mejoras salarios y condiciones de trabajo.
Los trabajadores agrícolas mexicanos, denunció la CNC, son los peor pagados en los Estados Unidos, a pesar de que son los responsables de cultivar los alimentos que se consumen y exportan en ese país, donde son reclutados por contratistas que trabajan al margen de la ley.
Sus jornadas de trabajo se extienden de 8 a 15 horas diarias, muchos se desplazan de una región a otra de acuerdo con las cosechas estacionales, se enfrentan a la negativa patronal a organizarse y, de acuerdo con varias organizaciones que los representan allá, sufren índices cada vez mayores de enfermedades respiratorias, pérdida de la audición causada por el ruido, trastornos de la piel, ciertos cánceres, la exposición a productos químicos y enfermedades relacionadas con el calor.
No obstante, para aquellos campesinos, que han llegado a situaciones límite en sus lugares de origen en territorio mexicano, la estrategia de supervivencia es la migración. La búsqueda de un nivel de vida mejor ha desplazado a una buena parte de la población rural fuera de sus lugares de origen. El objetivo principal es marcharse a los campos agrícolas estadounidenses para buscar mejores condiciones de vida, porque en México simplemente no la hacen y no cuentan con el apoyo de las instituciones gubernamentales.
A pesar de la machacona propaganda oficial de que se está reactivando la economía, por ejemplo, la verdad es que la afirmación no pasa de ser precisamente eso, propaganda. En México aún se sufre, y se seguirá sufriendo, de una desigualdad alarmante; la distribución de la riqueza es una de las peores en el planeta; unos pocos concentran la mayor parte del ingreso nacional, mientras la mayoría enfrenta graves problemas para subsistir. Y algunos sectores sufren más que otros. Para los políticos neoliberales esta situación no es de ninguna manera alarmante. tan poco lo es para los economistas formados en las universidades e institutos inspirados por organizaciones sectarias como el Opus Dei, una especie de masonería que se ha apoderado de los hilos del poder en países como México.
El campo, o sea, el sector rural, en términos de mercado, es uno de los más golpeados por las crisis y ha sido excluido por el modelo económico del país, lo cual es muy serio si se considera que el campo es uno de los pilares sobre los cuales se sostiene la estructura económica de cualquier país.
La información y las estadísticas muestran un panorama desolador; los indicadores económicos y de calidad de vida revelan que, en muchos aspectos, el campo y sus habitantes no sólo no han mejorado, sino que han retrocedido, dejando a los campesinos en condiciones de pobreza comparables a las de países con economías de menor tamaño que la mexicana.
En México, la población rural se estima actualmente en unos 24 millones de personas, más o menos. De ellas, 10 millones pertenecen a lo que se llama población económicamente activa, pero sólo 3 millones de productores son dueños de un pedazo de tierra. A nivel macroeconómico, la contribución de la economía rural al Producto Interno Bruto y su capacidad para generar divisas se han reducido dramáticamente en la última década, si bien algunos segmentos y productos del sector, en particular los relacionados con las grandes agroindustrias, han tenido resultados positivos. Pero los campesinos, que representan aproximadamente el 27% de la población, apenas generan un 7% del PIB. Además, el 25% de la población del campo es analfabeta, y sólo uno de cada diez campesinos ha recibido algún tipo de capacitación para el trabajo.
Y los infortunios aun son mayores. En esas condiciones, a muchos no les queda más que emigrar. Seguir siendo explotados en otro país, pero con mejores expectativas.
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