México es un país en donde la transición política se ve muy lejana. Una cosa es transitar y otra es alternar, y en nuestro país el autoritarismo en la forma de gobernar sólo ha tenido tintes democráticos en asuntos electorales y aún en ese ámbito, aún falta mucho por afinar para una participación ciudadana libre y sin andamiajes corporativos que decidan el voto al momento de la verdad.
A doce años del arribo del Partido Acción Nacional (PAN) al poder Ejecutivo luego de 72 años de hegemonía priísta, las reglas entre el poder y la subordinación no han tomado un camino distinto hacia la democratización.
Esa fachada del México democrático confundido exclusivamente por el ámbito electoral con nuevas instituciones, reglas y sanciones, no se puede equiparar con la democratización de en otros círculos de la sociedad.
Al arribo de Vicente Fox, el primer panista habitante de Los Pinos, lo primero que pareció podría tener un nuevo rumbo con dirección a mejores resultados en la gestión gubernamental fue justo el esquema de funcionamiento y resultados de toda la estructura del poder Ejecutivo, pero sólo se trató de un cambio de fachada y al interior de las misma la podredumbre y la corrupción fueron operados con el mismo rigor o mejorado que los priistas. Con el panista Fox, se advirtió que a México lo que le hace daño no es el partido a cargo de la Presidencia, sino el propio esquema de partidos que tienen como único y verdadero objetivo, alcanzar el poder por el poder.
Luego vinieron otros seis años de panismo con Felipe Calderón con los que ellos mismos expusieron a tal grado su ambición, al grado que los priistas se encuentran a pocos días de regresar a Los Pinos y desde ahí ejercer de nuevo su hegemonía. Sólo hay que ver la parcialidad de los dirigentes del histórico Partido de la Revolución Democrática (PRD) y de la frase trillada de Calderón al encomendar a su partido un “cambio revolucionario” para regresar al Ejecutivo. Enunciado que no sólo es un lugar común, sino que además contraviene la gran mayoría de preceptos ideológicos del panismo.
México necesita desbancar a la corrupción de sus andamiajes e instaurar un sistema en donde la voz y el voto ciudadano tengan un verdadero peso, más allá del círculo cerrado de los partidos políticos.
En nuestro país no se ha dado la transición política que supone un cambio del autoritarismo a la democracia, estamos en pañales. Apenas nos encontramos en el punto en donde un partido político cede la batuta a otro y eso se denomina en teoría y en los hechos, alternancia política.
Nos falta así, mucho camino por recorrer.
Acta Divina…En entrevista concedida a Pascal Beltrán del Río, director del periódico Excélsior, el presidente Felipe Calderón reconoció el derecho del presidente electo Enrique Peña Nieto a realizar cambios en la administración pública federal; aunque advirtió que existen liderazgos en el propio PAN que frenan la transformación que el partido necesita: “Ese cambio no conviene a muchos de los intereses que se fueron generando dentro del Partido Acción Nacional. Es decir, hay liderazgos, diligencias que están muy cómodas en el statu quo, no sólo dentro de la derrota, sino incluso gracias a la derrota misma”.
Es un caso de analisis psicologico el de los politicos del PRI y del PAN, nacidos para ser enemigos uno socialista revolucionario y el otro democrata sin mancha ( hasta que probo las mieles del presupuesto) pero bastó el nacimiento de su hermano socialista el PRD para que el PRI y el PAN olvidaran sus diferiencias ideologicas para refugiarse en el Neoliberalismo salinista, cedillista, foxista, calderonista y lo que siga la mata politica dando.