Luis Videgaray Caso está a horas de reconocer otro más de sus muchos fracasos. Ahora como secretario de Hacienda y Crédito Público de la Administración a cargo de Enrique Peña.
Mañana viernes dará a conocer un “reajuste” de sus pronósticos de crecimiento económico que, originalmente, situó en 3.9 por ciento anual.
Según expertos marcados por el optimismo, deberá bajarlos a 3 %.
Otros, pesimistas de siempre, apuntan que con suerte, con mucha suerte, el país apenas si crecerá 2.7 por ciento en este 2014 del Señor.
Pero optimistas y pesimistas coinciden en una cosa. Era de esperarse. La biografía de Videgaray Caso está llena más de fracasos que de éxitos.
Y entre estos últimos señalan como preponderante su amistad con el Presidente de la República que hace cuanto puede para sacarlos del hoyo, so riesgo de perder cada vez más popularidad.
Es la fallida política económica, en efecto, la que de acuerdo a las encuestas más confiables, las menos “cuchareadas” –que dijera el clásico–, tienen a Peña Nieto con una aceptación popular mínima, como ninguno de sus antecesores en Los Pinos la había tenido: sólo 3 de cada 10 mexicanos aprueban su gestión presidencial.
Pero, volviendo a Videgaray, hay quienes reseñan una a una sus fallas.
La primera, aquella renegociación de la entonces abultada deuda pública mexiquense que, en realidad, obedeció a dos factores: el trabajo del equipo de la empresa Protego y, recalcan, al “moche” de casi mil millones de pesos que el propietario de la misma, Pedro Aspe, dio entre otros –directivos de bancos incluidos, but of course— a su sucesor en la SHCP Francisco Gil Díaz. Pero Videgaray se la atribuye todita.
Ya como secretario de Finanzas del entonces gobernador Peña Nieto, nuestro personaje que hoy ostenta la presea de “El Financiero del (D)Año” no brilló gran cosa. No hay grandes obras gestionadas con dineros públicos de los mexiquenses. La mayoría se dieron en concesión. Y otras, como el Viaducto sobre el Periférico Norte, quedaron truncadas a la mitad., con todo y que también fueron entregadas a la hispana OHL.
La renegociación de la deuda mexiquense, de otra parte, es hoy fatal para el actual gobierno. Mantiene arrinconado, sin capacidad económica, al pobre Eruviel Ávila.
TAMPOCO POLÍTICO
Tanta es la confianza que Enrique Peña le tiene a Luis Videgaray que le encargó tareas políticas, no obstante sus credenciales académicas en las áreas tecnocráticas del ITAM y del Massachusetts Institute of Technology –donde se preparan científicos, no economistas—donde se preparó.
Lo hizo cabeza del PRI mexiquense.
¿Y qué pasó?
Pues que el candidato a suceder a Peña Nieto no fue quien quería el gobernador –su primo, Alfredo del Mazo III–, sino que el candidato fue precisamente quien Peña no quería: Eruviel Ávila Villegas.
Vino la campaña mexiquense. ¿Y que volvió a pasar?
Pues que, a duras penas, pudo desbaratarse la alianza oposicionista y, aún así, el triunfo de Ávila fue el menos holgado que cualquiera de sus antecesores.
Ya como candidato presidencial Peña nombró a Videgaray su coordinador de campaña. ¿Y qué sucedió entonces?
Pues que EPN tenía más del 45% de intención del voto al inicio de su campaña y, ya transcurrida ésta, alcanzó apenas el 38.2 por ciento de la votación emitida… y, por si fuera poco, con un alto margen de abstención.
Aún así, ya Presidente, Peña Nieto lo hizo su secretario de Hacienda.
Y el año pasado la economía no creció, pese a los pronósticos triunfalistas.
Y este año…
Índice Flamígero: El “target” Vamos a Mover a México, reclamado como marca original por el grupo de destacados comunicadores de Guamúchil, tuvo un final patético. Basta con escuchar en radio, cine y televisión el tan machacado slogan, seguido de logros en materia de infraestructura, medicina social, educación, prestaciones laborales, empleo, etc., desafortunada o afortunadamente alcanzados por gobiernos panistas, para entender que los del Castillo de Guamúchil no tienen algo qué difundir. Lástima, ¿no? + + + Por cierto que sondeos extraoficiales entre gente como usted y yo, profesionistas, comerciantes, amas de casa, empleados, estudiantes,l ectores habituales de prensa escrita y televidentes, revelan un dato sumamente interesante. La gente en los medios urbanos se encuentra saturada del bombardeo “comunicacional”, sobre los mismos temas, con los mismos actores de reparto, en los mismos modelos de presidium, la escenografía oficial y asistentes. Los oficiantes, casi siempre los autorizados que manejan la política, las finanzas y la seguridad, enfrentando rudos problemas de lectura, pronunciación e hilacion de argumentos, contradictorios en el mismo o en el siguiente párrafo. Todo un caso de dislexia política, ¿a poco no?
Felicidades por este fabuloso artículo que me aclara muchisimas cosa. Como siempre un placer saludarle y gracias por esos artículos tan interesantes. Un abrazo.