· Los sueños, sólo son sueños, sueños son
· Qué dolor, patrón; me acaban de asaltar
Para consuelo de millones de mexicanos que lloran la “derrota” en la máxima competencia del balonpié mundial, y que lo que más desean en estos momentos es cortarse las venas con una galleta María, el Tri no perdió, sólo mostró su verdadero nivel en la técnica del futbol jugado con los pies y con la testa. Hasta los octavos de final tenía que llegar el equipo comandado por Televisa. Por el momento, nada más. Lo previmos.
Ganó Holanda, un equipo con arrestos de campeón. Sólo le bastó engañar al mejor portero del Mundial – Francisco Guillermo Ochoa – y empatar.
Y sólo le fue suficiente al holandés engañar al árbitro con una presunta falta de Rafa Márquez en la mera zona de castigo. Y punto. El gol del triunfo que el guardameta ni vio porque vio chueco.
México no va al verdadero mundial. No está entre las ocho selecciones mejores del planeta. Se esfumaron los sueños de Emilio Azcárraga Jean, de los amos de la Federación, del Piojo, de los jugadores, de los medios de propaganda y, sobre todo, de la clase política. Imaginen un triunfo del equipo. No se lo iban a acabar .
Se esfumaron los sueños, pero es que los sueños son eso, como dice el poeta, sólo sueños. Los sueños se esfuman, como las ilusiones. Y se confirma que las pesadillas también son sueños. Y mentira eso de no dejes de soñar. Haz realidad tus sueños. Bueno, sigue soñando y no llegarás a ninguna parte.
Si recuerdan, el triunfo de México sobre Brasil fue providencial. La mano de dios. Y lo providencial es falaz, es equívoco. Si el porterazo no hubiera estado ahí, fiel cancerbero, los brasileños le hubieran recetado al equipo de Herrera un tremenda goliza.
Y el triunfo sobre Croacia también fue engañoso. Como la política. Mentirosa. Llegó la hora de la verdad. La confrontación con un equipo del primer mundo. Con once muchachos bien alimentados, muy bien entrenados, bien disciplinados, con un nivel de vida que soñarían los mexicanos si no tuvieran el sucedáneo del futbol para calmar las penas del subdesarrollo, de la explotación del hombre por el hombre, de la pobreza, la miseria y la indigencia, del hambre.
Qué les queda a los mexicanos después del triunfo de un oponente mejor dotado físicamente. Como en la vida real, los seres humanos son iguales, pero hay unos más iguales que otros. Así en el futbol, todos, en esta Copa del Mundo 2014, parecían iguales. Le pelearon los chamacos de Herrera el balón a los holandeses, como iguales, casi todo el partido, pero al final los holandeses resultaron ser más iguales que los mexicanos.
Y vino el gol de la igualada, como un ladrón que entra en la casa sin avisar – los ladrones nunca avisan que van a entrar a robar o a matar -, y vino el penal – que con toda seguridad no fue penal – y el gol definitivo, la puntilla del torero en la nuca del toro.
Y se esfumaron los sueños de los sufridos mexicanos.
Con dolor y muina, habrá que volver a la realidad. A esta cotidianeidad de una economía hasta ahora fallida, de esta realidad de empleo injustamente remunerado, de economía subterránea en la que se refugian millones porque la economía formal no da para alimentarse bien, para vestirse bien, para curarse bien, para descansar bien. Para tener y gozar lo que tienen y gozan los habitantes de las economías ricas de este mundo de muy pocos ricos y legiones de pobres y miríadas de desheredados, abandonados de la mano de dios.
Pero así es esto, patrón, me dice el taxista. Déjenos soñar en que la Selección Nacional nos va a dar alegría, satisfacción. Nos va a permitir emborracharnos de alcohol y de entusiasmo, de locura. Ya sabemos que sólo por unos momentos.
Míreme a mí. Me acaban de asaltar. Me robaron todo el dinero. Son las tres la tarde y en cuanto lo deje a usted en su destino tengo que ir a ver a mi patrón a entregarle la cuenta del día. Y no tengo ya nada. Le hablé por teléfono para informarle del asalto. Y qué cree que me respondió. Es tu problema. Y ahora, de ribete, el Tri se queda en el camino. Qué dolor, patroncito… Pero en el futbol llegamos a nuestro nivel. No podían, hoy por hoy, ir al verdadero mundial
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