En una faramalla ridícula y peligrosa, que no corresponde al pobre y nefasto desempeño del “gobierno” que padecemos, ni concuerda con lo que piensan los millones de mexicanos a los que la política económica oficial ha dejado en la ruina, ni a los millones que siguen debatiéndose en el hambre y la miseria, el inefable Guamúchil Party quiso tocarle los ijares al tigre e hizo pasar a Enrique Peña Nieto una vergüenza monumental.
Sucede que, sospechosamente, en los días de puente septembrino –que sirven para cobijar cualquier conjura–, dicho Guamúchil Party “promovió” “una costosa campaña” “informativa” tendiente a levantar al muerto y agitar los demonios que todavía no andan sueltos, de la ya enterrada discusión sobre la… ¡reelección presidencial!
Opinaron los paniaguados de rigor –ninguno con dos dedos de frente–, y entre esbozos de fingida hipocresía, cantaron loas a la prohibición constitucional, al recato, a la tan llevada y traída “memoria histórica” (nadie sabía bien a bien a qué se refería) y… dejaron la responsabilidad, como siempre, de legislar al respecto al Congreso y al Constituyente Permanente (¡gulp!)
Puro argumento hipócrita e imbécil, igual que el espinoso tema que los “convocaba” (¿a cuenta de qué o de quién?). ¿De veras cree este grupo de ñoños conjurados que el pueblo de México está atento a abrir una puerta oscura y tenebrosa?
¿A poco el llamado gobierno ha hecho tan bien las cosas que merece ser tomado en cuenta para postular la reelección? ¿Con un nivel de aceptación del 13% creen que están en la pelea? ¿Con el derrumbe económico que han provocado?
Porque, si están conscientes de lo que todos los mexicanos están, ¿qué caso tiene andar invocando al diablo? Todos los analistas serios internacionales nos bombardean con datos duros que escuecen al más templado y nos hacen pensar en soluciones propias de clandestinos y de anarquistas.
Por primera vez, se reconoce en el exterior, en México una familia acomodada, puede pasar, por obra y gracia de la reseca economía, de exitosa a indigente, en unos cuantos meses… o en unos cuantos días… del mismo modo que un ignorante en el mismo lapso, se puede hacer “de mulas Pedro”, gracias a las “patentes de paisano” que expide a imberbes el grupo Atracomulco.
Con estas credenciales, y después del saqueo que han dejado a su humillante paso, ¿creen de veras que pueden competir por la reelección? O, si sólo son calenturas del Guamúchil Party, es necesario, por la salud del país que este despropósito se aclare a la brevedad y con consecuencias jurídicas.
Porque si no, estamos jugando a “ahí viene el lobo”, ¿no cree usted?
¿Reelección presidencial? ¡No ma…!
ODILE LE GANÓ AL “GOBIERNO”
Por si faltaba tenerlo claro, el paso del ciclón Odile por la península bajacaliforniana y la feroz devastación que produjo, dejó una palmaria evidencia de que no existe el mínimo nivel de herramientas para afrontar un desastre, a través de respuestas medianamente inmediatas y articuladas.
La insultante falta de conocimientos y de coordinación institucional, entre los tres niveles de gobierno y el pasmo de los organismos creados a nivel federal para atender emergencias, hicieron de un ciclón, una referencia ingrata para el turismo nacional e internacional.
Va a ser difícil que la población afectada vaya a aceptar las disculpas del gobierno federal, pues éste demostró que la secretaría de Gobernación no existe, que no tiene capacidad de prevención contra los desastres, ni presencia institucional en el territorio de esto que todavía llamamos país y que Carlos Monsiváis definía como “el sueño de un mariguano al que ya se le está acabando la bacha“.
Es vergonzoso que un territorio con diez mil kilómetros de costas tenga autoridades sin el mínimo conocimiento meteorológico –le dijeron a la población de Los Cabos que el ciclón entraría a medianoche y azotó diez horas antes– y en unos minutos, toda la península quedó aislada del mundo, por tierra, mar y aire.
Aún más, 24 horas después de esta masacre, ninguna población de todo el noroeste del país –desde Nayarit hasta Sonora– había recibido una orientación o una información sobre los graves desajustes que crean los vendavales.
Los de las siglas Conapred, Conagua, Semarnat, Sagarpa, andan todos por el estilo. Celebrando las fiestas “patrias”, pasmados e inmovilizados, sin saber de qué se trata el asunto.
Pareciera que todo mundo sólo quiere hablar de reformas estructurales, firmas contra plurinominales y promesas aeroportuarias.
Sólo de eso. Nada más.
¿De qué se trata? ¿Qué quieren que pase?
Índice Flamígero: En su entrega de hoy, titulada Pelo Suelto, don Alfredo Álvarez Barrón nos dice: “Vaya prodigio de la naturaleza. Ahora resulta que a los 75 años de edad, recién cumplidos, la vieja dama panista ha decidido soltarse el pelo para ver que se siente caminar, como diría Lou Reed, por el lado salvaje de la vida; es así que hoy lo mismo asiste, con absoluta naturalidad, a antros de dudosa reputación; mete mano, sin rubor alguno, en las arcas públicas o muestra sus miserias intelectuales a través de las redes sociales. Ocasionalmente y en un intento desesperado por taparle el ojo al macho, se da algunos golpes de pecho e invoca la memoria de su guía espiritual para recetarnos, generosamente, una muestra de sus sólidos principios morales, que en estos tiempos modernos resultan más risibles que las películas de Juan Orol”. Y enseguida nos regala el epigrama de El Poeta del Nopal: “Prohibida la minifalda, / los condones, agasajos / en público, los relajos / y los libros de Mafalda; / leer al Padre Ripalda, / recuerda: ¡no robarás!, acudir al table dance / es morir en el intento / pues ese infernal invento / ¡es obra de Satanás!”
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Pues sí, Don Francisco hace poco le comenté que ya nada debe sorprendernos. Estos ciclones, tormentas o lo que sean, incluso un chipichipi, son tan inoportunos, ¿cómo se atreven a azotar a este sufrido país en medio de tan ostentosas celebraciones con acarreados, plazas convertidas en estacionamientos y demás linduras?
Ah. pero la propaganda oficial nos canta a todas horas “logro tras logro”, sobre todo las promesas firmadas ante notarios.
De los ancianos de 75 años (yo soy uno de esos, pero no de su calaña) mejor ni hablar.