• Ofrece el presidente Peña apoyo al ex guerrillero
• Aún se espera rescatar con vida a los chamacos
Mientras los dirigentes del PRI y el PAN, muertos de miedo por los impresionantes acarreos que aún llenan el zócalo de ciudad de México, se desgañitaban por despedazar a un personaje que ya probó su ineficacia e ineficiencia políticas – el señor López Obrador-, el presidente Enrique Peña Nieto se reunió, este lunes, con el ex guerrillero de las extintas Fuerzas Armadas Revolucionarias, que gobierna ahora el estado de Guerrero, con quien trazó la ruta para tratar de rescatar con vida a los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa y devolver la paz y la tranquilidad a los guerrerenses.
Salvador Rogelio Ortega Martínez, inaugurado gobernador de Guerrero, fue a Los Pinos a reunirse con el presidente, quien le prometió que el gabinete de seguridad del gobierno federal se reunirá con él (el gobernador) en un intento por definir la estrategia para restablecer el orden y las condiciones de tranquilidad y seguridad en la entidad.
El mismo Peña Nieto salió, acompañado de Ortega, para dar el anuncio de parte de lo conversado en privado y advertir que “no se puede pretender hacer justicia a partir de la ilegalidad.” El presidente informó también que la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) emprenderá acciones para mejorar la calidad de vida de la población de Guerrero.
El jefe del Ejecutivo federal dejó en claro el apoyo del Gobierno de la República a la administración estatal para conocer el paradero de los 43 normalistas de Ayotzinapa, desaparecidos hace un mes, así como detener a los responsables. (En un noticiario de televisión vespertino del lunes, por cierto, el procurador Murillo Karam informó de la detención de otros cuatro presuntos integrantes de la organización criminal Guerreros Unidos, a quienes se atribuye el secuestro de los normalistas, el pasado 26 de septiembre.)
El nuevo gobernador guerrerense se manifestó confiado en Peña Nieto. “Con su apoyo, señor Presidente, dijo Ortega Martínez, entregaré buenas cuentas.” Y agradeció al presidente que, de manera inmediata, se reunieran para atender los problemas de la entidad. Y nadie puede afirmar que el mandatario estatal no tenga razón cuando reiteró que necesita de todos los apoyos de la Federación.
“Con sus grandes rezagos, Guerrero necesita de su ayuda, señor Presidente. Si usted me apoya, yo le entregaré buenas cuentas”. Ortega espera que en diciembre haya paz, democracia, armonía y gobernabilidad, en la entidad. “La ruta para Guerrero es la de concordia y la paz.”
Cómo cambian los modos de pensar. Ortega Martínez no hubiera actuado como ahora hace unos años, cuando era dirigente de la Federación Estudiantil Universitaria Guerrerense (FEUG), o cuando creía que la lucha armada podría ser la opción para cambiar el sistema político. A mediados de los 70, cuentan los anales, militó en la organización guerrillera Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), fundada por Carmelo Cortés Castro, una vez que éste se separó del Partido de los Pobres, de Lucio Cabañas, sucesor del comandante Jenaro Vázquez Rojas.
Ortega pensaba de otra manera cuando, en 2009, fue acusado de ser enlace de la guerrilla colombiana con la mexicana. El Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal de aquel entonces denunció ante la Procuraduría General de la República (PGR) los supuestos nexos del ahora gobernador con las Fuerzas Armadas Revolucionaras de Colombia (FARC), por presuntos documentos hallados en las computadoras del líder de las FARC, Raúl Reyes. Nunca nadie se lo pudo probar. Negó la acusación y sus compañeros universitarios lo respaldaron.
El encuentro de Peña Nieto con Ortega Martínez se celebró después del medio día en Los Pinos, mientras los priístas y panistas (César Camacho Quiroz, presidente nacional; Manlio Fabio Beltrones Rivera y Emilio Gamboa Patrón, líderes de diputados y senadores respectivamente, y Ernesto Cordero, del albiceleste, echaban pestes en contra del tabasqueño, quien reapareció con un impresionante lleno en el mitin que organizó el domingo en la Plaza de la Constitución.
No sé a qué le temen los dirigentes priístas y panistas. La presencia del tabasqueño les provoca escozor en la piel, cuando López Obrador ha probado una y mil veces que no es un buen acarreador de simpatizantes; que logra llenar las plazas, pero no las urnas electorales; que pasó por la jefatura de gobierno del Distrito Federal sin pena ni gloria, salvo el haber sido vituperado y acosado por aquel bocón de las botas y el sombrero tejano, quien a la última hora se arrepintió de promover un desafuero en su contra.
Pero bueno. Así es este abarrote de la política a la mexicana. Política de caricatura.
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