• ¿No tiene remedio?
• Ella es el problema
¿No tenemos remedio los mexicanos? O mejor, ¿no tiene remedio la clase política integrada por mexicanos?
Preguntas muy duras, pero hay que plantearlas. Y éste es el momento. Cuándo pareciera que es la serpiente la que está devorando al águila.
La respuesta de bote pronto a estas interrogantes es:
Los dirigentes políticos del país andan perdidos y no saben para dónde ir, ni a qué árbol arrimarse.
Están rebasados por los gravísimos acontecimientos de las semanas recientes. Iguala fue sólo una probada de lo que ha estado ocurriendo en la mayor parte del territorio nacional, en donde autoridades y grupos criminales, en diabólica asociación, han hecho caca las relaciones económicas, políticas y sociales. Michoacán, estado de México, Guerrero sólo son cabezas del iceberg de la podredumbre.
Y sí. Pareciera que quienes “gobiernan” a este país no tienen remedio, El país está hecho trizas y la imagen de México en el exterior, mu6y desdibujada. El nombre del presidente de la república desapareció de las listas de personalidades dignas de ver, se seguir y de imitar.
No es por las protestas y manifestaciones; por el malestar de millones de mexicanos; por las multitudinarias marchas callejeras, no sólo en la capital nacional, sino en las más importantes ciudades de la geografía.
El problema no son los estudiantes (y tampoco los anarcos que, como comparsas de las fuerzas de seguridad, se dedican a la provocación y a los desmanes, como el de este miércoles, cuando incendiaron un autobús del Metrobús de ciudad de México.
Y es que las autoridades, los gobernantes, que no atinan más que a desplegar una burda propaganda para convencernos de que están trabajando, para no salir mal parados.
Ejemplo: el show montado con el trascendido, que no informe oficial, de la detención del expresidente municipal de Iguala. El las primeras horas de la madrugada, en una casa de barriada, que más parecía un set cinematográfico de aquellos que montaba el guarura número uno de Felipe Calderón, el inolvidable Genaro García Luna.
Muy pocos se creen, además, que el tal Abarca sea, como presidente municipal en el momento de la represión y de la desaparición de los estudiantes normalistas, el único responsable. Las autoridades del ministerio público federal tienen que investigar a muchos de la estructura piramidal del poder político y económico. Desde el ahora ex gobernador, Ángel Heladio Aguirre Rivero, pasando por los órganos de seguridad municipales y estatales, e inclusive federales, Y hasta los cuadros de mando de la soldadesca destacamentada en la entidad, y hasta la propia delegación en Guerrero del investigador, del ministerio público federal, la Procuraduría General de la República.
Los hechos de Guerrero indignan a millones de mexicanos. Las manifestaciones estudiantiles y populares de la tarde del miércoles fueron dramáticas. Ver manifestarse a jovencitos y jovencitas por las calles de la ciudad de México, y ver a grupos de diferentes denominaciones religiosas, todos unidos, mantener una velada espiritual en el mero Zócalo, le provocó lágrimas a este escribidor, que creía que ya había perdido la capacidad de asombro, después de ver y reportar tantos infortunios sociales.
Pero Ayotzinapa, Tlatlaya, y tantos otros desaguisados, si no fueran dramáticos y trágicos, no pasarían de ser hechos anecdóticos, si no profundizáramos el análisis. Tienen razón los analistas de CIDAC: El asunto de la seguridad y la justicia en México no es un problema coyuntural, sino estructural. No es broma, podemos concluir, como el príncipe Hamlet, en que algo está podrido en esta república.
Juan Ramón de la Fuente, connotado siquiatra y ex rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, lo ha dicho con meridiana claridad:
Las instituciones no responden: el cuadro clínico incluye violencia, impunidad y corrupción. La nueva participación ciudadana no está y no se siente políticamente representada. La inseguridad hace retroceder los avances sociales… pero lo que no nos puede fallar en una democracia (?) es la justicia. La inseguridad surge en buena medida por la falta de oportunidades y la desigualdad. La violencia tiene raíces profundas y la impunidad las refuerza.
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