• “Mover a México” significa un magistral golpe de timón
• La liga, demasiado estirada, está a punto de reventarse
La trivia es cruel, demoledora.
Primer acto: El alcalde perredista de Iguala ordena desaparecer a 43 normalistas.
Segundo acto: El gobernador perredista de Guerrero omite detener al alcalde perredista.
Tercer acto: Policía ministerial capitalino (del gobierno perredista) dispara a estudiante de la UNAM.
¿Cómo se llamó la obra?
#QueRenuncieEPN #YaMeCansé.
Pero la trivia no toca solamente a los cuadros de mando del perredismo, envueltos en un pragmatismo inútil, en medio de la corrupción y la simulación, y besados por las fauces del narcotráfico.
También involucra a los empleados públicos del primer círculo del poder, a la cúspide de la pirámide, a los encargados de la política, de la economía, de la seguridad pública, de la procuración e impartición de justicia, todos bajo el mando del presidente Peña Nieto.
Todos se bajaron del planeta, y no tienen idea de qué hacer; andan perdidos entre la inacción, la parálisis, las acciones cortoplacistas y mediáticas, y el “apanicamiento” ante el crimen, la corrupción y la impunidad. Se les vino el mundo encima..
Vaya que sí. El narco corrompió ya casi todo el aparato partidista y las estructuras de gobierno. Y en el detonante de la crisis, Ayotzinapa, y habría que agregar Tlatlaya y la balacera de agentes ministeriales del gobierno perredista en el campus universitario, sólo son la explosión del tumor fétido del crimen en todas sus facetas-. Narcotraficantes y autoridades amafiadas con el narco.
Y lo más grave es que la criminalidad organizada y no organizada, de botas vaqueras o de cuello blanco, ha logrado, mediante la corrupción, la complicidad de autoridades gubernamentales de todos los niveles, que son asociados, o la solapan, o son beneficiarios de las ilícitas ganancias de los empresarios del comercio de las drogas ilícitas, ha puesto en jaque a la sociedad y al gobierno.
Y la sociedad narcotraficantes-autoridades-partidos es tan sutil, que no se sabe dónde está la línea divisoria entrambos; dónde comienzan unos y dónde, los otros. Y en qué punto se entrelazan, pero eso sí, todos cobijados por la impunidad.
Y algo más grave: Pareciera que nadie sabe lo que está ocurriendo en el país Pareciera que nadie se da cuenta de que lo que enfrentan los mexicanos y más el presidente es la mayor, la más dramática crisis social y política, la de mayor envergadura del último medio siglo, después de Tlatelolco.
Todos, comenzando por los ideólogos, los estrategas políticos y mediáticos, los analistas, los escribientes de tarjetas informativas, en las estructura partidista y del poder gubernamental se quedan en Ayotzinapa, cuando el secuestro y la desaparición de los 43 normalistas es sólo la punta del iceberg de la inseguridad, la violencia y el crimen sanguinario que asuelan a los mexicanos, más intensamente, desde hace ya 8 años, desde cuando Calderón, con casaca militar guanga, retó a los malos y salió perdiendo.
En las estructuras del PRD reventó ya la liga, con el llamado de Cuauhtémoc Cárdenas a la nomenclatura partidista a que se vaya y deje el lugar a perredistas más aptos, más capaces y, sobre todo, alejados del pragmatismo oportunista, de la corrupción, de la ligereza. Los metió en un brete, aunque olvida el ingeniero que el PRD es un cadáver desde hace muchos años.
El presidente Peña Nieto, por otra parte, regresó la noche del sábado de su prolongada ausencia oriental y, hasta el momento, lo único que ha procurado es llamar a los manifestantes a manifestarse dentro de la ley porque no quiere usar la fuerza del Estado para controlarlos, un llamado que tendría que haber sido hecho a los violentos, a los infiltrados, a los encapuchados, a los llamados anarcos,, que son los que son mandados a violar todo vestigio de legalidad.
Propusímosle al presidente, desde esta tribuna, un golpe de timón, para intentar enfrentar una crisis que se le escurrió entre las manos y ya le hizo mucho daño a su investidura y a su imagen. Un golpe de timón para enmendar los gravísimos errores de conducción que han llevado a la economía nacional al vacío, lo que ha deteriorado aún más la calidad de vida de millones de mexicanos que se debaten en la angustia del diario vivir.
Esperamos con toda la sinceridad, palabra que significa “con el corazón”, que este martes, cuando haya pasado la euforia estulta del Buen Fin, y del jolgorio del Puente Largo de la Revolución, el presidente Peña Nieto de un manotazo sobre el escritorio y cambie de parecer.
Los mexicanos que andan protestando por las calles de las ciudades mexicanas se lo agradecerían, y dejarían de exigir su renuncia. Lo primero que tendría que hacer, y no porque aquí se proponga, es echar de patitas a la calle al inútil de Jesús Murillo Karam. Con la incapacidad que ha demostrado este prócer en el manejo de la crisis Ayotzinapa, no es el más indicado para cuidarle las espaldas.
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