A velocidad turbo, transitamos en México por un camino vedado: Vamos cruzando la delgada línea fronteriza que define la tierra de nadie, donde cohabitan las omisiones de la autoridad, la impunidad de la delincuencia, la cobardía de la oposición de “izquierdas” y la pusilanimidad de las “derechas”.
Y ya vamos hacia la tierra del miedo, donde reina la anarquía, provocada por el temor a la tragedia, tan consustancial a nuestro ADN. ¿Por qué será?
En este gran interregno del pasmo y la catatonia, el poder civil está ahogándose, materialmente, en un vaso de agua.
La anegación de sus mitocondrias ha sido causada por la tormenta perfecta del concubinato integrado por la ignorancia de sus alfiles y la soberbia de sus mandatarios, dueños de una sensibilidad de paquidermo, por decir lo menos.
Los habitantes, que lo único que quieren es respeto, seguridad e integridad, se preguntan –si así pasa lo que ha pasado–: ¿cómo reaccionarían las “autoridades” ante una crisis de regular tamaño?
¿Qué garantías individuales tenemos, antes de pedir amparo contra los que mandan y nos deberían amparar?
Lo verdaderamente trágico es que quienes tienen el garrote no están preparados, ni dispuestos. Aunque supuestamente estén equipados, aunque ejerzan el mayor presupuesto de la historia en estrategias y gendarmerías de seguridad pública, no pueden responder a la irritación popular, tanto a la activa como a la pasiva, porque no aceptan que provocaron sus causas. Ya no se acuerdan dónde las dejaron.
Por lo anterior, ni siquiera alcanzan a esbozar esquemáticas acciones de previsión, disuasión y aplicación mínima de reglamentos de buen gobierno para la tranquilidad vecinal. Vaya, hasta de ordenanzas para jueces de paz o de piojito que otorguen una habitabilidad aunque sea marginal. Y por tal, la furia sigue creciendo.
Tanto le temen al fantasma de la represión que con su cortedad la provocan, la azuzan.
La omisión ante el delito y la ostentación de lo mal habido del presupuesto hacen una agria mezcla, difícil de tragar. Se hace presente la aforisma de los delincuentes: en tierra de ciegos, el tuerto es rey. ¡Viva la ceguera colectiva!
Cómo dicen en el norte, ya está muy viejo el loro para aprender a hablar. Una legítima reclamación ciudadana sobre justicia criminal, se convirtió en un alud de rebelión que nadie podrá detener. Nadie a la vista. ¿Imposible?
ASOMA EL VACÍO DE PODER
Vivimos en el Vacatio Legis. Los poderes encarnados del Estado y del “gobierno” viajando, escondiéndose para no ver la realidad del poder.
Los mandados a quedarse en tierra, catatónicos, asustados también, sin facultades ejecutivas.
Sólo en el mundo de las paradojas cuánticas, y de sus ondas de frecuencia, algo puede ser y no ser al mismo tiempo. En nuestro plano, sólo podemos escoger una sopa. Y lo que parece, es.
En el menú nacional sólo han quedado dos tipos de autoridades: aquéllas prepotentes que presumían con alarde el inescrutable triunfo de las “reformas estructurales” y los ratoncitos de hoy, llorones y. empequeñecidos, que no alcanzan a saber quién se llevó su queso.
El vacío de poder se asoma a nuestra sala. Con rostro demacrado nos informa que gana la turbamulta, el chabacanismo, la futilidad, la masiva ignorancia, porque el “gobierno” está demolido por dentro. Se ha minado su razonamiento. Se ha socavado su voluntad, su ánimo, sus ganas de defenderse, a base de despropósitos y alharacas.
Ah, pero la soberbia del poder no acepta que le otorguemos el beneficio de la duda. Primero muertos que el in dubio pro reo. Nunca someterse al cobijo tutelar de la opinión pública, ideología social que prefiere proteger a los débiles. Alegan que el andamiaje legal les concede la razón de Estado, por el solo hecho de ejercer el mando, aunque sea sin inteligencia.
Falso razonamiento. Dijera el teórico Juan Jacobo, aquí no hay más cera que la que arde. Deben reconocer que han sumido a la enorme mayoría de la población en el hambre, contando a gruesas franjas de la antigua clase media.
SE VOLTEARON LOS PAPELES
Hay desesperación generalizada ante una “política” económica de mamarrachos que ha secado las fuentes del circulante monetario. Destruyeron la base productiva, ¡en sólo dos años!
Impusieron protocolos ñoños para “atender” al colectivo.
Arrasaron, para su beneficio, con todo lo que quedaba en pie.
¡Y para que nos eduquemos, todavía nos endeudan hasta el cogote!
Creyeron que su corta existencia y sus “diez minutos de fama” -se redujeron a tres– les daba derecho a disponer de los patrimonios nacionales.
Se burlaron de los derechos elementales a la alimentación, al trabajo, a la seguridad, a la vida.
Hoy son unos esperpentos en busca de comprensión y solidaridad, la misma que pisotearon con prepotencia y estulticia.
Habitan en la tierra del miedo. ¡Que con su pan se lo coman!
Ojalá estas expresiones de rabia y descontento nacional, siquiera sirvan para ubicar en el mundo a estos mentecatos, venidos a más, por obra y gracia de nuestra ignorancia en el sufragio.
La verdadera Nación –no la que agoniza usurpada en los recodos y cuchicheos de Palacio– se los agradecerá.
¡Y nosotros, también !
Sería el único final feliz de este culebrón trágico.
Índice Flamígero: Víspera del festejo revolucionario –sustituido por el Buen Fin de los mercachifles, y apoyado en propaganda con nuestros recursos vía el SAT– y es menester recordar lo que, respecto al movimiento armado iniciado en 1910, escribiera José Vasconcelos: “La fundamental justificación de los sacrificios que demanda una revolución, es que ella sea medio para crear un estado social más justo y más libre que el régimen que ha destruido, o se intenta destruir”. Y ante ello cabría preguntar si ese millón de muertos, la destrucción de la incipiente infraestructura y el derrumbe de la economía durante casi diez años, sirvieron para efectivamente crear un estado social más justo que el establecido por Díaz. La respuesta es no. “En las revoluciones verdaderas, la táctica suele ser extremista, pero el objetivo tiene que ser prudente. De otra manera, el abuso provoca la reacción y empeora, a la larga, las cosas, en vez de corregirlas”, escribía la primera víctima de la aplanadora tricolor. La que en los discursos enarbolaron casi todos los presidentes en funciones durante los casi 70 años que esa revolución duró en el poder, abusó en todo sentido y claro, provocó alzamientos, movimientos obreros, estudiantiles, de profesionistas y claro, guerrillas. ¿Cómo las de ahora que vivimos en el límite tras la restauración Atracomulca-Zedillista?
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Don Paco, no se creo un sistema mas justo pues, solo se cambio a diaz por el pri y a los hacendados por los empresarios y no por 30 años sino por 70 y fue peor o igual que diaz y hoy regresa el nuevo pri y resulta que es peor que los 12 de panismo que tuvimos y vamos que fox fue un burro bien hecho.