• Dejar hacer, dejar pasar, mala estrategia
• Dar atole con el dedo, pésima estrategia
Lo que pasa es que no tienen confianza, y menos en ellos mismos. Por ello gobiernan aterrorizados por una subversión imaginaria, por una amenaza fantasiosa no tanto a la seguridad nacional, sino más bien a su seguridad personal y sus privilegios. Y por la verdad, esa verdad que los haría libres, porque así como gobiernan viven encadenados.
Gastan tiempo, dinero y esfuerzo para intentar defender lo indefendible; para intentar engañarnos, tomarnos el pelo, y lo único que logran es que se les califique de torpes, un calificativo muy duro, pero justo porque corresponde a sus acciones.
El miedo, producto de la falta de fe (confianza es fe, pero no referida a las religiones y teologías), paraliza, entorpece; es como una hemiplejia terminal, como la que padecen las personas que sufren un EVC.
Así se dejan ver los gobernantes mexicanos y sus achichincles. Ateridos por el miedo estallado en las fosas clandestinas cavadas en la geografía nacional, y en los laberintos de los faunos de una economía que no se halla con los mexicanos depauperados a granel.
Y como el miedo paraliza, no saben qué hacer con Ayotzinapa, con los 43 desaparecidos, con los otros miles, con el descontento y la irritación popular, con la violencia de los encapuchados “anarcos”, con la rabia de los maestros de la coordinadora, con el dolor y el llanto de los sobrevivientes de la Raúl Isidro Burgos, y con los padres y madres que aún confían – estos sí tienen fe – en que los 43 están vivos.
Otro tanto les ocurre a los responsables de la conducción de la política económica. Junto a la desaparición de los 43 estudiantes normalistas y los cementerios clandestinos sembrados de miles de osamentas olvidadas en toda la geografía nacional, la crisis económica es el factor fundamental que aporta su perversa contribución al crecimiento de la desesperanza, la desesperación, la angustia y la delincuencia.
En esa tesitura, los funcionarios de Hacienda, encargados de la fracasada economía mexicana, llenos de miedo, intentan defender lo indefendible; engañar y tomar el pelo a los ciudadanos, presentando las cifras del miedo como avances plausibles, cuando a estas alturas nadie se chupa el dedo, ni cree en los santos reyes o en santa clos. Y menos los periodistas que plantean preguntas puntuales sin recibir respuestas.
El viernes 21, éste que acaba de pasar, el subsecretario de hacienda, Fernando Aportela, y el titular de algo llamado Unidad de Planeación Económica de la Hacienda Pública, Ernesto Revilla. (¿Planeación en una economía “libre”? Huele a economía marxista…), intentaron ambos darle atole con el dedo a los reporteros y reporteras que cubren las fuentes financieras, y con ellos, manipular a los agentes económicos y a la población.
La manipulación de cifras y porcentajes. Crecimientos pírricos, dados como grandes avance, cuando es del conocimiento de todo el mundo que la economía navega maltrecha, hecha mierda, en las aguas turbulentas y sucias del gran canal del desagüe de la crisis global, esa que ya se reedita con la actual caída de la economía japonesa.
Es inexplicable, es increíble, que los pupilos del secretario Luis Videgaray Caso, intenten el engaño, y lo único que provocan en el respetable es risa, burla, sorna. Claro. Imposible que ellos se den cuenta de que la economía real empuja por la calle de la amargura a la inmensa, la inmensa, mayoría de los mexicanos. Ellos, los tales funcionarios, nacieron entre pañales de seda.
Y se quedan en el aire, sin respuesta, preguntas como: ¿Por qué no es el Secretario de Hacienda, personalmente, quien da la cara para informar de las perspectivas económicas? ¿Cómo explicarle a los mexicanos el débil dinamismo económico, que ya lleva dos años?
Y otras preguntas, las que usted, amable lector, tenga que hacer…
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