• Cuan presto se va el placer…
• Cómo después de acordado da dolor
Felipe de Jesús del Sagrado Corazón Calderón Hinojosa ya se iba de la presidencia, precedido por una diabólica cauda de secuestrados, levantados, desaparecidos, miles de asesinados y masacrados, y de violaciones a los derechos humanos, en una guerra no autorizada por los mexicanos.
Nadie quería ya a los fallidos panistas, que lo más que lograron aprender, no fue a gobernar sino a despacharse con la cuchara grande en arca abierta.
Era obvio que millones de ciudadanos, en su mayoría mujeres, creyeran que la única salida a aquella crisis de inseguridad y violencia era volver a llamar a los priístas, porque los perredistas eran vistos con profunda desconfianza por la Casa Blanca, la de Washington; no la de las Lomas.
Denuncias de fraude electoral, de compra de votos, aparte, el abanderado priísta, de aquel PRI de la dictadura perfecta, ganó las elecciones. Lo reconoció medio mundo. Inclusive el entonces perredista, AMLO, quien alega que siempre le roban las elecciones. Claro que se las roban. Lo dijimos en aquellos tiempos: López Obrador nunca llegará. Por medio izquierdoso, está vetado por el Departamento de Estado.
Muchos millones de ciudadanos confiaron en Enrique Peña Nieto. Lo vieron como el salvador de México, de la patria. Algo así como El Chapulín Colorado. El mexiquense llevaría a la economía nacional a la plena modernidad. Una economía que iba a competir y ganarle a los potentados de China, Japón, Europa, los Tigres asiáticos, los nuevos BRICS e inclusive sus ahora ventajosos socios en el TLCAN, Canadá y los Estados Unidos.
Peña Nieto acabaría por supuesto con la pobreza y el hambre, como un taumaturgo que da de comer al hambriento, de beber al sediento, da posada al peregrino, viste al desnudo… Pronto, a los pobres no les faltaría dinero en la cartera, lo que metió en un romántico y mediático idilio (de telenovela rosa) a Peña Nieto con millones de mexicanos y, principalmente, de mexicanas, que prácticamente se desmayaban con sólo la sonrisa del nuevo presidente.
Muy pronto, Peña Nieto lograría, por obra y gracia de su carisma, desaparecer los vestigios de ese México que cotidianamente llora, sufre, muere de hambre, muere de balas narcas, o de balas institucionales, de policías, de marinos, de soldados.
Todo iba viento en popa a toda vela… Peña Nieto logró lo que nadie. Un entramado de reformas constitucionales, que él llamó reformas estructurales, las cuales serían el detonador de su modelo de país, aunque las leyes hacen lo que el viento a juárez, si no se dan generadores concretos, de cuerpo y alma, de riqueza.
Los mexicanos saldrían mejor educados de las escuelas y con mejores y mayores oportunidades de desarrollo personal. No moriría ya nadie de enfermedades curables. Los trabajadores, los obreros y los campesinos, los trabajadores domésticos y hasta los sexo servidores, olvidarían la vida pasada de austeridades, de privaciones, de angustia.
México sería la casa grande donde iban a caber todos, hasta los extranjeros que vienen del istmo centroamericano con la idea de irse a servir a los Estados Unidos, para medio salir de la pobreza en que viven en Guatemala, El Salvador, Honduras y otros etcéteras.
Pero algo falló. No sólo falló el entorno mundial. Ese al que los amigos de Hacienda le echan la culpa de nuestras desdichas. Algo… No. Mucho falló. Y es que no es lo mismo encargarse de las finanzas y de la economía de una provincia que de las finanzas y de la economía de un enorme y complejo territorio, como lo es éste llamado México.
La economía está cada vez más lejos del repunte, Y ahora menos en virtud de que viene otro tsunami del oriente, pues Japón entró ya en el camino de la bancarrota financiera y económica. Y esto es como fuego que corre sobre un reguero de pólvora.
El modelo fue fracturado por la inexperiencia, por la ausencia de realismo mágico de los encargados, que no supieron cómo gastar lo que recaudaron por concepto de impuestos fiscales y derechos. Les ganó el pánico económico.
Ah, y de ribete, alguien ordenó, muy desde arriba, pero muy desde arriba, darle un escarmiento a los “aprendices de guerrilleros” de las normales rurales, con la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa. Tan bien enterrados que estaban miles de desaparecidos y desaparecidas. Pero nada queda oculto en este mundo soleado por el sol de la verdad. Y con la desaparición de los 43 apareció un interminable cementerio clandestino en el país.
Y estalló la gente, encabezada por los estudiantes, que no son terroristas, ni quieren descarrilar el modelo, que éste ya se había descarrilado por obra y gracia de los mismos encargados de ponerlo en práctica. Y estalló todo, como lo advertíamos en este espacio mucho antes de todos estos acontecimientos.
Imposible prever donde terminará todo. Aunque puede concluir en el olvido. Porque parece que a ello le apuestan los estrategas gubernamentales. Pero, ¿olvidarán los estudiantes a sus compañeros desaparecidos? ¿Olvidarán sus padres y madres?
Algo se pudrió. Bueno. Estaba ya podrido, pero encerrado a piedra y lodo. Y ahora. ¡Quién podrá salvarnos…!
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