· ¿El federalismo, a la basura?
· ¿Y luego? ¿Y entonces? ¿Y?
Nadie negará que sea imperativo neutralizar, de una vez por todas, a las fuerzas del mal que avasallan a la estructura gubernamental y ponen de rodillas a cualquier miembro de la sociedad, con sólo atravesar la línea de fuego.
Esas fuerzas están representadas o por los cárteles del narcotráfico y la delincuencia organizada, o por los criminales de cuello blanco, complicados con los primeros e insertados en la estructura del poder político gubernamental, como dicen que ocurrió en el ayuntamiento guerrerense de Iguala, aunque el ministerio público federal no ha podido – bueno, nunca puede; es una instancia ineficiente, inútil – presentar pruebas de que el señor José Luis Abarca, ahora encarcelado junto con su esposa, haya sido el autor intelectual de la desaparición forzada de los 43 normalistas.
Si, amigos, es un imperativo acabar con la maldad que viene de un lado y otro. Sin embargo, el llamado Decálogo dado a conocer por el presidente Enrique Peña Nieto el jueves de la semana pasada, en el patio central de palacio nacional, es preocupante. Sería, pienso, un arma de doble filo, que pudiera emplearse según las conveniencias, las preferencias, los odios, las malquerencias.
Imagínese usted que el presidente del municipio de Chilpachole me cae mal: no me es fiel personalmente; es miembro de Morena, del desgraciado de López Obrador, y yo soy el que manda y desmanda en el país. Tranquilamente le puedo achacar a ese malcriado que está asociado con el crimen organizado, con la Tuta, con el Tuto, con el Chapo o con la Chepa, con los Guerreros, con los Rojos, o los Amarillos, o con el cártel que sea. Lo meto en la cárcel. Desaparezco el ayuntamiento y asumo el control municipal.
(Bueno, sin reforma constitucional, violando la Constitución, de facto, so pretexto de que hay ingobernabilidad, es lo que ocurre en Michoacán, donde el gobernador Salvador Jara es sólo una figura decorativa, un gato de papel, porque quien realmente manda es el gobierno federal por medio del comisionado Alfredo Castillo, a quien los periodistas apodan el “virrey”.
¿Y dónde queda el municipio libre consagrado en la constitución, en el sacrosanto artículo 115, que es el cimiento de un razonable y sano federalismo que ha funcionado, a troche moche, pero ha funcionado en la historia de este país? ¿O ya de plano se cansaron de la libertad y van por el centralismo neofascista¡?
Pero sale sobrando todo lo que este escribidor regañe, grite, cuestione. Los cambios constitucionales serán aprobados por las mayorías del congreso, aunque se impone preguntarse: ¿realmente son necesarios? ¿O ya tenemos suficientes principios constitucionales, leyes y reglamentos secundarios para perseguir a los criminales y no las aplicamos? ¿Aplicaremos las reformas y las leyes que creen los constitucionalistas del Congreso? ¿O sólo son medidas para taparle el ojo al macho? ¿Acciones mediáticas para control de daños?
Pero bueno, el hecho es que el ejecutivo federal ya confirmó que este lunes por la mañana envió a los legisladores (Senado) sus iniciativas, las que calificó como “un paso cualitativo para fortalecer a las instituciones.”
Las iniciativas implican reformas constitucionales que faculten al Congreso a expedir una ley contra la infiltración del crimen organizado en municipios, y para que la federación asuma el control de esos servicios o, en su caso, disuelva un ayuntamiento, cuando existan indicios de que la autoridad está involucrada con la delincuencia organizada.
La segunda iniciativa presidencial redefinirá el sistema de competencias en materia penal, a fin de que los diferentes órganos de gobierno asuman su responsabilidad. Y una reforma constitucional para crear las policías estatales únicas, que permitirán pasar de más de mil 800 policías municipales “débiles” a 32 “sólidas” corporaciones estatales. “confiables, profesionales y eficaces.” No estoy nada seguro de que estas nuevas leyes vayan a funcionar, Aquí, mientras persista la corrupción, toda buena intención saldrá sobrando, o seguirá empedrando el camino del infierno.
Y los diputados y senadores están puestísimos para aprobar el Decálogo Peña Nieto, en unas cuantas sentadillas, en un periodo extraordinario que concluiría este mismo diciembre. El periodo ordinario concluye el 15.
En fin. País de chocolate. México de caricatura. Duele. Después de medio siglo de hacer periodismo, creía que no dolía.
Está fea la situación. Doña Esperanza, la profesora, decía: “y son las primeras cuentas del rosario, mijo….”
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