• Mal año éste de vacas flacas
• Y de estudiantes desaparecidos
Entre fiestas religiosas y francachelas – la novena de adviento y las posadas mundanas -va extinguiéndose el año más difícil para los mexicanos.
En 72 horas estarán en familia celebrando la noche buena, en gran convivio y en hermoso chupe, importe o no la santa cruda del 25.
Lo bueno para los mexicanos es que no les es difícil olvidar. Si ahora sufren, mañana olvidan y no es que dejen de sufrir, sino que les vale madre con tal de gastarse el aguinaldo como antiguos romanos: “Comamos y bebamos que mañana moriremos”.
Una buena dosis de valemadrismo los salva de la depresión y del suicidio.
Crisis económica, salarios injustos, desempleo, pobreza, hambre, tuvieron que enfrentar las mayorías, los trabajadores, sus familias. Nunca les quedó algo del dinero prometido en la cartera. Es más, les faltó.
Las reformas estructurales sólo beneficiarán a los pocos, a los que detentan la propiedad del capital y de los grandes medios de producción. Se los juro. Podría aumentar el empleo, pero no para beneficio de los empleados, sino para los patrones. Los salarios, haya o no haya productividad, seguirán siendo raquíticos. Se lo juro.
Y no es por culpa de nadie. Ni siquiera del presidente de la república que está en la boca de todos, sino del sistema, del modelo económico, que no permite ni la justicia ni la libertad cacareada por los maestros de la Ideología.
Los gobernantes, de Miguel de la Madrid a Enrique Peña Nieto tuvieron que plegarse a los dictados del Fondo Monetario Internacional y de los ideólogos de Wall Street. De otra suerte, la economía mexicana no sobreviviría. Y es así, estos dos últimos años se la ha pasado exactamente eso, sobreviviendo, sin importarle la suerte de quienes sólo poseen su fuerza de trabajo ya sea física como intelectual.
Dicen las malas lenguas que todo podría dar un vuelco en enero. Que Peña Nieto daría por fin el anhelado golpe de timón, quitando a Luis Videgaray Caso de la Secretaria de Hacienda y a Jesús Murillo Karam de la PGR. Eso sería sensacional por lo menos para el propio Peña Nieto.
Pero por el momento todo son decires, chismorreo de columnas periodísticas.
Lo que sí es preocupante es que los mexicanos no sólo sean proclives al olvido del sufrimiento propio. Olvidan hasta lo que no puede quedar en el olvido. Así olvida todos los agravios sociales: quién se acuerda de las muertas de Juárez. Muy pocos. Sólo los defensores de los derechos de las mujeres. Y así de las grandes ofensas sociales…
Ahora, lentamente, van olvidando a los 43 estudiantes normalistas desaparecidos, secuestrados por quién sabe quién, en Iguala de la Independencia. Las autoridades son muy hábiles para sembrar el olvido en la conciencia de muchos mexicanos. Y ya están olvidando a los muchachos, que nadie puede probar que están muertos, o vivos, o que no están encerrados en cualquier mazmorra…
Pero, amigos, no podemos olvidar el agravio, terrible, dramático.:
…
Mira
que te escribo en mi pecho
en mi frente
en mi nariz
en mi lengua
en las huellas que dejan mis sandalias
en las lágrimas que surcan mis mejillas
Te escribo en mi dolor de espalda
dolor que me hace trizas
que me mata
que sólo tu comprendes
Te escribo en la tierra
en el fuego
cincelo tu nombre
en el agua
en el aire
Estoy escribiéndote
desde que te llevaron a la fuerza
desde que te arrancaron de mi seno
Mas necesito saber de tu destino
de si estás enterrado en una fosa clandestina
o encerrado a piedra y lodo
en cualquier mazmorra
o ya tu humanidad es sólo viento suave
Recuerda que polvo eres
y que en polvo te convertirás…
Mas no cuando ellos quieran…
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