- Hasta que desperté de mi locura…
- y pude comprender que me mentías
Yo era feliz contigo, vida mía / Tú eras principio y fin de mi alegría / Yo te creía fiel como / la luna / que acude a protegernos cada día. / Yo era feliz contigo, vida mía / Tú eras mi perro fiel, yo era tu guía / hasta que desperté de mi locura / y pude comprender que me mentías. Todo se derrumbó dentro de mi…
Así lamenta el cantante Emmanuel su amor frustrado, idéntico al fracaso sentimental de muchos mexicanos enamorados del PRI, al que volvieron a entronizar en La Silla, seguros de que ahora sí habría dinero en la cartera hasta para ir de vacaciones a la llamada riviera maya.
Los mexicanos se cansaron horriblemente durante la docena de años llamados la docena trágica.
Muchos ciudadanos vestidos de rojo, ilusionados, embelesados con las palabras de amor y las promesas premonitorias de clase política priísta y las profecías de los hombres blancos, güeros venidos del rancho, estaban seguros de que todo cambiaria con el cambio de piel de Quetzalcóatl.
Vino la avalancha reformadora. La reforma financiera, que incrementaría el crédito barato para los medianos, pequeños y micro emprendedores. La reforma laboral sería la panacea para que los trabajadores vistieran orgullosamente la camiseta de la empresa donde trabajaran. La reforma hacendaria sería un mecanismo justo y equilibrado de captación de recursos para el fisco y por tanto para la obra de gobierno, para beneficio de la comunidad. Las reformas a las reglas de la competencia, a las telecomunicaciones, y sobre todo al plan de negocios de Petróleos Mexicanos y la Comisión Federal de Electricidad (ya eran de clase mundial, pero no acababan de cuajar).
La economía mexicana llegaría a ser, muy pronto, si no es que en un santiamén, una de las economías más poderosas del grupo de las economías emergentes, gracias a que las reformas la modernizarían. Las inversiones de poderosos magnates del petróleo fluirían como por arte de un mago Merlín y, sobre todo, Pemex se convertiría en una empresa mundial, con socios estadounidenses, canadienses, africanos, asiáticos, europeos.
Qué iluso, señor Videgaray. Y lo peor es que le vendió sus mágicas ideas a su jefe, que desde el pueblo le tenía sobrada confianza. Pero falló. No supo hacer números, desde aquella desafortunada declaración, allá en la Cámara de Diputados, de que la meta es lograr el déficit cero, cuando ninguna economía de este planeta se concibe con déficit cero. No tenía usted idea, amigo.
Ahora, entrando al tercer año de los seis que gozará de las mieles del poder, no se ve ninguna luz en el horizonte, a pesar de que cotidianamente los propagandistas de la ideología machaquen que la economía va viento en popa a toda vela gracias a las reformas estructurales.
Todo se derrumbó dentro de mi… etc…
Ahora, ni los hasta hace poco aduladores pueden sostener sus adulaciones. Ahí está el mismo Banco Interamericano de Desarrollo (BID) con su cruel y descarnado pronóstico: el crecimiento de la economía mexicana en 2015 rondará el 3% y difícilmente llegará a 4% en 2016, porque la caída de los precios del petróleo golpeará la actividad productiva.
Pero además los precios bajos del crudo podrían persistir e impulsar la demanda global más de lo que el FMI pronosticó el mes pasado, cuando redujo su estimación global de crecimiento a un 3.5% para este año.
Al mismo tiempo, los precios bajos del petróleo podrían forzar a empresas o gobiernos a reducir la oferta, provocando un alza de los valores más rápido de lo previsto, de acuerdo con los pitonisos el FMI. Y quizá una de las realidades más graves serían que las políticas monetarias divergentes alrededor del mundo aún podrían llevar a aumentos en la volatilidad y fuertes salidas de capital desde mercados emergentes, especialmente de países exportadores de petróleo (México) que se han vuelto más vulnerables en la medida en que han caído los precios del crudo.
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