Magno Garcimarrero
Hermano…
¿Ya me puedes decir
qué se siente estar muerto?
¿Si el tiempo detenido
se encharca en el olvido
o se resume
como agua en el desierto?
Di qué tanto hay de cierto
o de mentira.
¿Qué después de la muerte hay otra vida?
Aquí sigue la misma,
la vieja vida que tú ya conociste
bastante jubilada y aburrida,
rutinaria y escasa de aspavientos.
A veces,
me sorprendo llamando a tu teléfono
para contarte un chiste
que no está en tu cuaderno,
entonces me detengo y te recuerdo
en tu caja de muerto,
formalmente vestido
de magistrado eterno,
con elegante terno
y tocado con tu gorra de tweed
que hubiera yo querido,
y como nunca…
como nunca tranquilo.
¡Que te digo!
la vida aquí no pasa
o quizá su pasar
es tan, tan parecido
a como a ti te pasa,
que a veces no distingo
quién de los dos
está más muerto
o más vivo,
o tú, o yo, sin albur…
o con albur:
tú o yo adolorido,
que nunca fue motivo
el dolor, para no reír
de este mundo fingido
y de juguete
en el que hemos vivido.
¡Qué más te cuento hermano!
Ya que tú no me dices
si estás en la antesala
del último aeropuerto
o en el incomprensible
destino de la nada.
Yo siento que la espera
es ya un poco estar muerto,
es como… irnos quedando
en quietud y en silencio
para ir acostumbrando
el frágil pensamiento
a no pensar en nada,
se acumula el cansancio de la vida
y, la fatiga
es el mejor aviso
de nuestra despedida…
¡No creo en un más allá
hasta que me lo digas!
M.G.