Javier Peñalosa Castro
Para los de edad provecta, como la de quien esto escribe, está aún fresca la efervescencia que se dio en 1994, cuando un grupo de políticos de distintas tendencias, que tenían en común su desencanto con el sistema político que había prevalecido hasta entonces, formó el llamado grupo San Ángel, que aglutinaba a personalidades disímbolas, entre las que se contaban Elba Esther Gordillo, Jorge Castañeda y Demetrio Sodi, entre muchos otros personajes. El trabajo de este grupo, que se dio en vísperas de los comicios de 1994, no evitó que Ernesto Zedillo ganara la Presidencia con casi el 50 por ciento de los votos, principalmente por el miedo que despertaron en el electorado los asesinatos del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, el candidato presidencial del PRI, Luis Donaldo Colosio, y el secretario general de ese partido, José Francisco Ruiz Massieu.
Algunos de los participantes en esta iniciativa siguieron trabajando con el propósito de lograr la alternancia en la Presidencia de la República. Desafortunadamente, la forma que se les ocurrió para conseguirlo fue impulsar a Vicente Fox, ex gerente de la Coca Cola y gobernador de su natal Guanajuato.
Fox resultó un personaje de talante populachero y embaucador, y logró engañar a buena parte de la ciudadanía, de modo que inconformes de izquierda y derecha, priistas, sindicalistas y no pocos ciudadanos indecisos decidieron respaldarlo y llamar a sus amistades, parientes y conocidos a optar por el llamado “voto útil”, que finalmente se tradujo en la entronización del Alto Vacío, que con sus ocurrencias y las argucias de sus mercadólogos logró imponerse a Cuauhtémoc Cárdenas, quien racionalmente representaba la opción más sensata y viable para el País.
Ya en esa época los medios de comunicación jugaron un papel fundamental en el armado y la difusión de campañas negras para restar visibilidad y simpatías a Cárdenas. Por ejemplo, en aquel entonces se emprendió una campaña de difamación y linchamiento mediático tras el asesinato de Paco Stanley, como resultado de un obvio ajuste de cuentas del narco.
A raíz de este hecho de sangre, las frecuencias entregadas graciosamente a Ricardo Salinas Pliego en el sexenio de Salinas de Gortari, en cuya adquisición participó como socio el otrora hermano incómodo, Raúl Salinas de Gortari, se dedicaron a golpear a Cuauhtémoc Cárdenas, a desautorizar todos los logros de su gobierno, a machacar que se trataba de un gobernante indolente que toleraba la violencia, sin contar las causas de la vendetta que concluyó con el asesinato del locutor al más puro estilo mafioso.
Mientras tanto, y gracias a las habilidades recaudatorias de Lino Korrodi, que obtenía fondos a diestra y siniestra de los empresarios que apoyaban a Vicente Fox, y de las estrategias de mercadotecnia y propaganda que con ese dinero se pagaron, el palurdo de las botas vaqueras fue posicionándose entre los electores como un ciudadano común, contestatario y “entrón”, y comenzó a promoverse el famoso “voto útil” (para sacar al PRI de Los Pinos).
Lo que la gente que votó por Fox no supo fue que con ese sufragio estaba llevando a los entretelones del poder a la insaciable Marta Sahagún, a sus “emprendedores” hijos y a una caterva de pillos que sólo sirvió para entregar la Presidencia al insignificante Felipe Calderón, valiéndose para ello de todo tipo de argucias, campañas negras y la abierta intervención de Fox en el proceso; tan escandalosa, que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación no pudo menos que hacerle un llamado de atención y advertirle que había comprometido peligrosamente el resultado de la elección, como sucedáneo de su obligación, que era haberla declarado nula.
Reuniones como la que sostuvo un grupo de personajes convocados por el gobernador panista de Chihuahua, Javier Corral, comienzan a menudear en la vida política mexicana. Quienes acuden a éstas buscan, como entonces, una opción para separar al PRI de Los Pinos, pero muchos de ellos lo que en realidad quieren es volver a entronizar a algún tonto útil —como lo fue Fox, en su momento—, haciendo caer a los votantes en el garlito del “voto útil”, con las consecuencias nefastas que una decisión de tal naturaleza ha demostrado que puede acarrear.
Es momento de reflexionar sobre la conveniencia de dar una oportunidad al candidato opositor (que verdaderamente lo sea, y que no se preste a ser comparsa de la oligarquía que domina prácticamente todos los campos de la vida de este país) que esté mejor posicionado entre los electores y negociar con él la formación de un gobierno democrático.
Para ello es imprescindible tener claro que a nada conduce el llamado voto útil, y que en lo que en realidad hay que trabajar es en la construcción de nuevas reglas, instituciones más justas y procesos más limpios en todos los órdenes. Sólo así será posible un verdadero cambio, y no un remedo como el que padecimos durante la docena trágica, expuestos a los desatinos de Fox y Calderón, que hoy buscan revivir quienes quieren regresar a Los Pinos a Margarita Hillary Zavala y a su infame consorte.