La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
La nomenclatura católica, dos mil años después, no entiende que no entienden
Finalmente, después de varias escaramuzas, el Congreso de Veracruz aprobó modificaciones al Código Penal que permiten la interrupción del embarazo hasta las 12 semanas de gestación, hubo 25 votos a favor, 13 en contra y una abstención.
Lo primero a destacar, es que los diputados hicieron su trabajo: legislaron y para ello, no requieren autorización de grupos facciosos como la cúpula de la Iglesia Católica.
¿Se imagina alguien a los trabajadores y dueños de las cerveceras o refresqueras tratando de impedir una sesión de Congreso porque se les pretendieran aumentar los impuestos?
Por lo anterior, más allá de las razones que esgriman, la curia no ostenta el derecho para dictar o impedir agendas legislativas, en su caso, podrán inconformarse ante las instancias que correspondan, además, sino tienen una prerrogativa legal, mucho menos moral.
En efecto, dicha institución que se rige, más que por devoción cristiana, por intereses político-económicos, ha sido protagonista de inimaginables abusos, enumerarlos incluye la necesidad de redactar una enciclopedia.
Así pues, esos gamberros que se dicen representantes de Dios han dado la espalda, históricamente, a los requerimientos básicos de la feligresía (que vive en las antípodas del boato de los mandarines vaticanos), para defender las causas de las oligarquías.
Desde luego, hay integrantes del clero que trabajan en pro del bien común, ellos cimentan su obra en la doctrina esencial del cristianismo: amar al prójimo, no aspiran a imponer conceptos bajo la falsa premisa de la superioridad moral, sólo predican con el ejemplo.
Sí Dios dotó a los humanos del libre albedrío, todos tenemos el irrenunciable derecho de poder actuar en conciencia, no te enredes Hipólito.