La patología jurídica de ciertos hechos propiciados por la Cuarta Transformación de la Nación dan por resultado no sólo el incumplimiento de promesas efectuadas con antelación, sino también una notable modificación de actitudes, opiniones, interpretaciones y normas en sentido adverso a la lealtad que se le debe a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y los principios insertos en ella, en detrimento directo al interés de México.
Así, con motivo de la aprobación de múltiples normas, incluyendo un transitorio se han alzado voces de protesta provenientes las más de ellas, de togas viriles de diferentes agrupaciones vinculadas con el derecho, lo que ha dado origen a diversas campañas de descrédito proveniente de grupos políticos que nada tiene que ver con la justicia.
Es importante que se sepa que la abogacía en general, a diferencia de los políticos, estamos acostumbrados a argumentar, en medio de rivalidades sin odios, que en la abogacía existen sentimientos de afecto que nos unen constantemente, por costumbre sabemos triunfar sin orgullo y cuando se pierde sucumbimos sin humillarnos, nuestros éxitos siempre son valiosos cuando triunfa la justicia.
A diferencia de ciertos entes dedicados a la política, nuestra formación deviene en la escuela del alegato, no de la promesa electoral incumplida, evitamos ser sumisos y serviles. Nada más indigno que inclinarse, como muchos políticos lo hacen al poder, el ser servil los marca a ellos, no a nuestras Togas. Los abogados nos esforzamos en conservar los articulados de la letra Constitucional, rechazando vestir las galas de las cortesanas.
Los que merecen el elogio de la abogacía lo obtienen cuando proveen justicia, pero eso sí abrumamos con golpes frecuentes a los indignos que la prostituyen y que por cierto: del neoliberalismo para acá son muchos.
Nuestros talentos son diversos y muy diferentes a los de los políticos, encontramos en nuestro pensamiento términos propios y exactos y no buscamos jamás la aprobación del poder reinante, ahí es donde se concentra la diferencia y por ello criticamos la aprobación de ingeniosidades que como transitorios aparecen.
Aquellos que nos formamos en el litigio, sabemos que ésta es la mejor atalaya de observación. En nuestros litigios, la sociedad se muestra con todas las pasiones que la agitan. En la política la sumisión se marca al poder reinante, ahí se encuentra su debilidad y decadencia, su pobreza, sus indignidades. Los abogados captamos la moral del tiempo y jamás nos destrozamos por buscar el poder.
En la justicia hurgamos y buscamos hasta encontrar el carácter del siglo, no somos como aquellos que buscan el voto para incumplir sus promesas insignificantes.
Es cuanto.
Lic. Alberto Woolrich Ortíz.
Presidente de la Academia de Derecho
Penal del Colegio de AbogAdos de México, A.C..